EL PAíS › NORA CORTIÑAS, DIRIGENTE DE LINEA FUNDADORA
“Yo creía que íbamos a Olivos”
Por Victoria Ginzberg
Nora Cortiñas estuvo presa seis veces. La primera fue en octubre de 1977, cerca del día de la Madre, después de llevar un petitorio a la CAL (Comisión de Asesoramiento Legislativo) que actuaba como un pseudo Congreso. “La policía nos fue haciendo una encerrona hasta que tuvimos que escapar. Corrí por la calle Rodríguez Peña hasta que nos fueron subiendo en un colectivo de línea que habían vaciando.” “Vamos a la quinta”, anunció uno de los uniformados. Nora pensó: “Por fin... vamos a conocer la Quinta de Olivos”. Pero fueron a la comisaría. “Nos pusieron en un patio. Estaba Azucena, que nos decía al resto que nos quedáramos tranquilas, y la monja francesa desaparecida Alice Domon, que rezaba. De a poco nos fueron largando de a una, después de pedirnos los datos, la excusa era escándalo en la vía pública. Salí a las cinco de la mañana y mi marido se había tomado un montón de pastillas para los nervios, así que estaba medio dopado. Pero en la puerta estaban Pepa y su esposo, que me acompañaron, ellos también vivían en Castelar”, relata Nora, de Línea Fundadora. La mujer recuerda el hecho con gracia. Las Madres detenidas no pensaban en que les podía pasar algo más que quedar presas por una noche. Pero de a poco y de golpe se fueron enterando. “Cuando en otra oportunidad nos llevaron a la comisaría cuarta, el comisario nos dijo ‘si acá en vez de los azules estuvieran los verdes, les hubiera pasado cómo a sus hijos’. Ahí se desmayó una madre y llamaron a una ambulancia. La médica, con buena voluntad, la quería sacar de ahí, la quería llevar al hospital pero ella no quería saber nada, se resistía.” De su participación en Madres, Nora quedó impactada con la visita el papa Juan Pablo II. Viajó al Vaticano en diciembre de 1979 con María del Rosario Cerruti, Chela Mignone, Lilia Orfanó y María Eugenia Casinelli. La entrevista privada estaba supuestamente pautada. Pero cuando Nora y Lilia esperaban en una piecita listas para el evento, les anunciaron que se había suspendido. “Después nos enteramos que el nuncio Pío Laghi le había dicho que éramos comunistas”, asegura Nora. Durante ese viaje las Madres igual pudieron ver al Papa, pero fue en el pasillo, con la multitud que lo aclamaba en San Pedro: “El entró bendiciendo. Cruzaba de veredita a veredita en el camino al altar. María del Rosario le quiso poner la foto de una sobrinita desaparecida pero el no quiso agarrarla, no toca nada nunca. Cuando llegó a donde estábamos, un cura me alzó y me apoyó en la baranda. Yo le agarré la mano y le dije que acá se torturaba, se hacía desaparecer y se robaba a los niños. El dijo que en todas partes del mundo había bambini scomparsi”. Nora lloraba por la emoción de ver al Papa pero su desilusión fue instantánea. “Por eso, desde que desapareció Gustavo creo que la Iglesia somos todos nosotros y los curas y las monjas que trabajan en la villa y ayudan a la lucha, no a la resignación”, afirma.