EL PAíS

West, Rueda y Torres

Por M. W.

“Carlitos puso 20.000 personas en la calle. Se ve que está interesado. ¿Usted sabe cuánto tiempo hace que no moviliza tanta gente?”, pregunta un ministro que no es ni el de Salud ni el de Trabajo y balconea el tópico casi divertido. Desde su mirador sugiere que Carlos West Ocampo, líder del gremio de Sanidad, juega mucho en la discusión entre prestadores y gobierno.
West Ocampo a veces baja de peso pero su contextura y tendencia política habitual autorizan a clasificarlo como un “Gordo”. Sin embargo West Ocampo no encaja en ciertos prejuicios extendidos sobre los dirigentes cegetistas. Es un abogado de buena preparación y discurso agudo, que suele poblar de tópicos desarrollistas. Para la mayoría del Gobierno es, también, uno de los popes gremiales menos confiables. Alberto Fernández lo cuestiona todas las veces que puede, Néstor Kirchner no le cree mucho. Su único contacto firme con el primer nivel del gobierno es Ginés González García. En Jefatura de Gabinete y en el PAMI se estima que los prestadores y los sindicalistas de Salud tienen demasiados acuerdos de cara a la paritaria que está pendiente, descontando ambos que el estado pondrá el dinero para los aumentos (ver nota central).
La Casa Rosada tuvo un ratito de ensoñación con Susana Rueda, la dirigente de Sanidad que integró el triunvirato que condujo por un año la CGT.
Kirchner y Fernández pensaron que era una figura de nueva horneada, con la “que se podía hablar” –y le abrieron sus despachos sugiriendo a otros componentes del gobierno que hicieran lo mismo–. Con el tiempo, la relación se fue enfriando y su hipótesis subyacente (“Rueda no es igual a West”) desdibujándose. Tal vez el equipo de gobierno no conocía una astuta definición de West Ocampo, cuya socarronería es proverbial. Cuando sus compañeros cegetistas le cerraron a él el ingreso al triunvirato pero le permitieron poner a Rueda, West les deslizó: “Ustedes me dejan afuera porque saben que soy malo e inteligente. Pero Susana es más mala y más inteligente que yo”. No dijo “malo” ni “mala”, se valió de una expresión coloquial más atrevida, alusiva a la genealogía familiar.
Cuando se menciona, en casi todos los casos de modo crítico, a West Ocampo, se suele desplazar la mirada a Rubén Torres, titular de la estratégica Superintendencia de servicios de salud. Torres es un funcionario muy observado pues se le reprocha arbitrar de modo muy poco imparcial entre las obras sociales. Sus acciones durante la campaña electoral están bajo varias lupas, bien prominentes.

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