Sábado, 25 de marzo de 2006 | Hoy
EL PAíS › POLEMICA POR LA DECLARACION
Por Luis Bruschtein
Al promediar la lectura del extenso mamotreto, desde abajo del escenario, donde había grupos de HIJOS y de otros organismos de derechos humanos, empezaron a gritar para que hablaran las Madres. De la mitad de la concentración para atrás nadie prestaba atención a la lectura ni podían enterarse de lo que sucedía en el escenario. Algunos de los que escuchaban, incluso hacían chistes sobre varias de las afirmaciones que se alcanzaban a entender, como si soportar esa amansadora soporífera fuera una pequeña molestia a cambio de participar en la masiva concentración de repudio al golpe militar.
No estaba previsto que hubiera oradores en el acto. Por eso sorprendió cuando Martha Vázquez, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, se acercó al micrófono. “Nosotras no firmamos el documento, no estamos de acuerdo”, aseguró e inmediatamente tuvo problemas con el sonido. Algunos aseguran que los organizadores apagaron el micrófono para evitar que hablara. Otros afirman que se trató simplemente de un problema técnico.
En realidad, la primera en molestarse había sido la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto, que, al promediar la lectura del documento, se había levantado de su silla para hacer comentarios con las Madres que se encontraban en el escenario. Los gritos desde abajo para que hablen las Madres se extendían hasta bastante atrás de la concentración.
Cuando Martha Vázquez aclaró que las Madres no habían firmado el documento, se escuchó gritar desde otro sector que “la Plaza es de los que luchan”. Entonces, la dirigente de Madres, sin alterar el tono tranquilo de voz, respondió que “la plaza no es nuestra, ni de ustedes, es de los 30 mil desaparecidos”. Todas estas situaciones aumentaron la confusión porque había quienes no estaban de acuerdo con el documento pero como no habían escuchado lo que le habían gritado, esa frase de Martha Vázquez les pareció agresiva. De todos modos, la dirigente prosiguió un discurso referido a la problemática de los derechos humanos.
Pero en este punto, detrás del escenario ya había mucha tensión y nervios entre los organizadores, en general enojados con la actitud de las Madres y las Abuelas, ya que Estela Carlotto había comenzado a retirarse. En un momento se superpusieron dos voces en los micrófonos, tratando de explicar que sí se habían consensuado las seis consignas principales del acto (ver aparte).
El documento en sí, cuya redacción se ha convertido en un verdadero vía crucis que demora meses antes del acto, no había sido firmado por Abuelas, Madres (LF), Familiares, HIJOS, Serpaj y APDH. El CELS, que compartió la convocatoria, no participó en las discusiones ni firmó el controvertido y extenso texto. Desde el otro sector, donde se alinean las otras 365 organizaciones que participan en la convocatoria, en especial el Partido Comunista y los partidos trotskistas y otros organismos como MEDH, LADH y Ex Detenidos-Desaparecidos, aseguran que las Madres y las Abuelas conocían el contenido de lo que se leyó y que la lectura se había acordado previamente aunque no lo firmaran los organismos más convocantes y que también se había acordado que nadie aclararía esta situación antes del acto.
Resulta bastante ilógico que los manifestantes que son convocados por esos organismos tengan que escuchar una única declaración con la cual no están de acuerdo ellos ni los organismos que los convocan. En ese caso, lo más correcto sería publicar el documento previamente con las firmas de quienes lo respaldan para que la gente pueda decidir si asiste a ese o a otro acto de repudio a la dictadura. Es absurdo que los organismos más representativos no puedan ni siquiera decir que no están de acuerdo con esos contenidos que se leen en una actividad de la que ellos son los principales protagonistas.
“Es una estafa, se utiliza políticamente al dolor. Hubo un aprovechamiento de la fecha que es injusto y falto de ética. Toda esta gente que ha venidoacá ha tenido que escuchar lo que nosotras no aprobamos”, afirmó tras el acto y visiblemente molesta, la presidenta de Abuelas. Los organizadores la acusan de faltar a los acuerdos previos.
Ya en el acto del año pasado se había suscitado un problema similar. Se leyó un documento extensísimo y muy sesgado. Había que ser experto en política y economía para empezar a discutirlo, no ya estar de acuerdo. Los organismos de derechos humanos y la CTA debieron realizar un miniacto dentro del acto para diferenciarse, pero pasó inadvertido para la mayoría que asiste en esa fecha y que no conoce las discusiones internas.
Esta vez, el documento, que abordaba una enorme variedad de conflictos internacionales mezclados con todos los puntos que los grupos de izquierda critican al Gobierno, fue discutido hasta unas horas antes sin llegar a un acuerdo pese a los esfuerzos de Adolfo Pérez Esquivel para consensuar las diferentes posiciones. Si el acuerdo de silencio existía, llevaba en sí el germen del conflicto porque es ilógico y no es honesto con la gente que asiste al acto y no sabe nada de eso. La gran mayoría de los manifestantes de ayer no fueron convocados por partidos o fracciones políticas, sino por la fecha y por los organismos de derechos humanos más representativos, sobre todo Madres y Abuelas. Para esa inmensa mayoría, la declaración fue un plomazo aunque nadie le diera demasiada importancia porque no la escuchó ni le prestó atención. Y en ese sentido tienen razón porque el hecho más destacable de la marcha y la concentración de ayer no fue el documento ni las críticas que generó sino la masividad impresionante que la convirtió en una de las más importantes de todos estos años.
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