Sábado, 22 de julio de 2006 | Hoy
EL PAíS › EL DISCURSO DE FIDEL CASTRO EN EL PLENARIO
Por Martín Piqué
Desde Córdoba
La voz grave revelaba el paso de los años. Los presidentes escuchaban en silencio mientras el director de cámaras de canal 7 superponía la imagen de Fidel –que hablaba a puro fervor, con el índice izquierdo en ristre– con una panorámica en el salón “Quebrada del Condorito” del predio ferial. El líder cubano había comenzado su discurso con cierta parsimonia. Luego, a medida que se le iba calentando la garganta, su exposición se convirtió en una descarga y un reto. “¿Por qué Europa es más independiente que América latina? ¿Cuántas intervenciones extranjeras hemos vivido en este hemisferio?”, se preguntó. Impasibles, los presidentes seguían concentrados y sin hacer ningún gesto, a excepción de la chilena Michelle Bachelet, quien acompañaba las afirmaciones de Fidel asintiendo levemente con la cabeza.
El cubano habló con prudencia pero también con picardía. Citaba los logros de la revolución en la isla, sobre todo en medicina, recurriendo a cifras y estadísticas. La comparación con los demás países se volvía inevitable, algo que seguramente ya había previsto. “Cuba tiene una tasa de mortalidad infantil del 5 por ciento. Bolivia alrededor del 45, Argentina un 16 por ciento”, enumeró. Esa mención motivó una breve corrección de Néstor Kirchner cuando el cubano terminó su discurso. “En realidad, es del 13,5 por ciento”, aseguró. “Bueno, es un resultado del proceso pero si lo proponen lo pueden bajar más”, replicó Fidel con el modo de un consejero experimentado.
El discurso del cubano se prolongó por encima de lo estipulado. Quien debía controlar el tiempo era Kirchner, hasta ese momento bastante estricto con el tema (Hugo Chávez lo había vivido en carne propia). Pero no hizo ninguna seña para limitar a Castro, quien se explayó sobre los programas sociales de la isla. Aparte de la mínima tasa de mortalidad infantil en su país contó los pormenores de la Misión Milagros, un convenio entre Cuba y Venezuela para hacer operaciones de cataratas a pacientes de bajos recursos de toda América Latina. También se refirió al famoso método de alfabetización “Yo sí puedo”. “Si el Mercosur apoya estos programas, Cuba desde ya cede sus derechos. Sólo así podremos decir que los tres ejes del Mal somos los únicos países que no tenemos analfabetismo”, dijo como al pasar, en otra estocada sutil para algunos de sus pares. Sentado al lado suyo, el canciller cubano, Felipe Pérez Roque, escuchaba todo y de vez en cuando anotaba algo.
La noche anterior, Pérez Roque se había reunido en el hotel Holiday Inn con el ex embajador de Cuba en Argentina, Alejandro Gonzalez Galiano, y el diputado Miguel Bonasso para repasar los últimos detalles de la cumbre. A esa misma hora, Fidel conversaba con un periodista venezolano, Ernesto Villegas, sobre un extraño cambalache de temas: desde la integración regional hasta la expulsión de Zinedine Zidane en la final del Mundial de Alemania. “No estoy de acuerdo con que lo hayan sancionado. Debe haber sido muy duro el insulto para que reaccione así. Le rindo homenaje a este deportista de la ex colonia”, dijo. En esa noche del jueves el cubano vestía su tradicional uniforme de fajina verde. Ayer lo cambió por un traje azul oscuro. “Esta es la única reunión en que no hicieron un par de atentados en mi contra”, bromeó delante de los demás presidentes. “He sobrevivido a más de 600 planes, por eso nunca se saben mis movimientos. Muchas veces hasta debo engañar hasta a mis amigos”, comentó.
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