Lunes, 4 de diciembre de 2006 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Alfredo Grande *
Y el mundo sigue andando. El mundo del deporte, de los negocios, del turismo, del arte, del espectáculo, de las noticias, de los parlamentos, de los tribunales, de las familias. Y el mundo sigue andando. Pero sólo una parte de ese mundo, el que no hace mucho fue caracterizado como izquierda siniestra no se conforma con seguir andando, sino que marcha. Con la marcha de la bronca y de la justicia, de la memoria y de la verdad. Pero sus ojos se cerraron. Y los nuestros, arrasados de estupor, irritados de tristeza, no pueden ver. ¿Quién dijo que ojos que no ven, corazón que no siente? Nosotros, los de antes y los de ahora, seguimos sintiendo. La desaparición de Julio Jorge López primero y su no aparición después han disparado terrores con y sin nombre, pánicos que no se resuelven con psicofármacos, valentías y cobardías que parecían superadas. Para la gobernabilidad, que es un reinado que tiene que parecer gobierno, Jorge Julio López, desaparecido no aparecido, es un analizador insoportable. Porque dice que vendrán caras extrañas a decir que hay otro Estado dentro del Estado y que es difícil decidir cuál se escribe con mayúscula y cuál con minúscula. Y que el mundo, el pequeño gran mundo de las castocracias (políticas, económicas, religiosas) sigue andando, pero con una marcha zigzagueante y confusa. Que obliga, confesión de parte, a transformar a Julio en una mercancía más, cotizada en 400 mil pesos para el que lo encuentre, y tenga tiempo de avisarlo. Como la mujer del César, quizá no se trate de ser democrático, pero sí de parecerlo. Desde la desaparición del querellante testigo, cada vez parece menos. No ha sido tropezón: es una caída de un discurso que no supo o quiso destruir los muros de silencio y los muros de servicios, cuidadosamente vigilados. Y el mundo seguirá andando más preocupado por los barrabravas, aunque todavía no haya desaparecido ningún jugador o técnico. Pero todos los luchadores sabemos que hoy no está solo nuestro corazón. Y que siempre habrá una historia oficial y que algunos tendremos que contar otra historia. Algunos seguirán andando y otros solamente marcharán. ¿Tus ojos se cerraron, Julio? Los nuestros seguirán abiertos. Es otro derecho humano al que no pensamos renunciar. La mirada de nosotros para que las imágenes de este presente nunca más se pierdan en ningún futuro.
* Médico psiquiatra. Integrante de la Dirección Nacional de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.
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