Martes, 12 de diciembre de 2006 | Hoy
Por Horacio Cecchi
Se inició ayer en Dolores el juicio contra Mingo Altieri, más conocido por su parentesco de primo hermano con el intendente de Pinamar, Blas Altieri, y por intentar asesinar a su ex esposa Karina Cataldi de cuatro disparos a quemarropa en 2003 en Cariló, que por ninguna otra data de su curriculum vitae. Altieri enfrenta en el juicio cinco acusaciones formales de la Justicia, por doble intento de homicidio (en el mismo hecho hirió también a la pareja de Cataldi, lesiones leves y amenazas en concurso real –había golpeado a la ex mujer en 2002–, portación ilegítima de arma de fuego de uso civil, amenazas agravadas por el uso de armas y encubrimiento agravado –cuando atacó a Cataldi conducía una camioneta Mitsubishi Montero melliza que estaba a su nombre–.
El juicio se lleva ante los jueces Carlos Colombo, José Luis Macchi y Luis María Filomeno, del Tribunal Oral 1 de Dolores. La acusación corre por cuenta de la fiscal María Claudia Castro y de los abogados de la víctima, Carlos Mosso y Carlos Vanoni. Pedro Ignacio Arano es defensor del Mingo. Por el momento, Altieri se negó a declarar. Hoy posiblemente sea el turno del testimonio de Cataldi y de Osvaldo Cura, pareja de la mujer, que también resultara herido.
Para Karina Cataldi, el devenir judicial del caso es apenas un vestíbulo en penumbras porque, aunque con resultado imaginable, la experiencia le indica que debe considerarlo incierto, y porque el resultado judicial, por más favorable que sea, será apenas un bálsamo kinesiológico frente a las noches de terror que pasó y las que le quedan de por vida con un agujero en la cabeza y un plomo a milímetros de la médula que le recuerdan que cuando todo termine, después de todo, seguirá siendo mujer.
En el juicio de Dolores, como en todos los casos de violencia de hombres contra sus ex parejas, se ventilan dos historias. La primera es la individual que Karina Cataldi carga sobre su cuerpo y que comenzó a desarrollarse después de 16 años de matrimonio y cuatro de divorcio de Domingo Altieri, primo hermano del intendente de Pinamar. Desde ese momento, Cataldi presentó decenas de denuncias contra el Mingo por amenazas, golpes, persecuciones y el latiguillo permanente del “o sos mía o no sos de nadie”.
Esa misma frase es la que escuchó de boca del Mingo la noche del 1 de septiembre de 2003 en una estación de servicio de Cariló. Esa noche, el Mingo, tras perseguirla en su Mitsubishi melliza, le descerrajó cuatro balazos a quemarropa y dos contra Osvaldo Cura. La defensa del Mingo alegó que no tuvo intenciones de matar. De ser cierto, la capacidad de tiro del Mingo será de alta competencia: una bala quedó alojada junto a una vértebra, otra perforó un hombro y una tercera entró por la oreja y salió perforando la tráquea. Antes de ese último disparo, apuntado a la cabeza, Cataldi volvió a escuchar el latiguillo de la pertenencia.
Ayer, la defensa intentó incorporar un testigo fuera de término. Es el mismo que en el juicio civil sostuvo que Cataldi se veía con el Mingo y con Cura, y que él, el Mingo, fue llamado por Cataldi esa noche para tenderle una emboscada y quedarse con su dinero. Y él reaccionó fuera de sí. El tribunal rechazó el pedido de incorporarlo.
La segunda historia que se ventila en el juicio es la que Cataldi carga de milagro y en representación de género.
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