Jueves, 13 de septiembre de 2007 | Hoy
EL PAíS › LAS IDAS Y VUELTAS DE LUIS BARRIONUEVO
En los comienzos del menemismo entregó una de las frases que quedarán definitivamente asociadas a su nombre: “Hay que dejar de robar por dos años en este bendito país”. Las definiciones de José Luis Barrionuevo sintonizaban afinadamente con una década dominada por la exhibición y la ostentación. En aquellos años supo presentarse como “un recontraalcahuete de Carlos Menem”. Más allá del ruido que suele acompañar a sus dichos, no hay palabra que pronuncie por un descuido. El “recontraalcahuete” del riojano, en ningún momento le prometió amor eterno. Abandonó las tiendas del menemismo para refugiarse en el duhaldismo. La vorágine del 2003 mostró a sus seguidores embadurnando con huevos a Cristina Kirchner en el aeropuerto de Catamarca. Eran días en los que “Luis”, como lo llaman los suyos, se aburría en los pasillos del Senado. “Tenés que estar mucho tiempo sentado escuchando estupideces. Yo soy un hombre de acción”, afirmaba.
Como hombre de acción juega en varios tableros en simultáneo. En todos, juega fuerte. Sorteó las llamas de la elección catamarqueña en el 2003 y también un juicio en el que se buscó su desafuero como senador. Eran los comienzos del kirchnerismo y el eterno dirigente gastronómico decía cosas como: “Cristina no ve un pobre hace años”; “Kirchner me va a necesitar a mí para llegar al 2007, porque la CGT estabiliza o desestabiliza”; “Gobernar Santa Cruz no es gobernar la Argentina. Menem es más capaz”.
Pasó el tiempo, Barrionuevo dejó su banca en el Senado, perdió poder político en Catamarca, abandonó la presidencia de Chacarita Juniors y se recluyó en una banca en la Cámara baja. Como diputado votó todas las leyes del oficialismo. Los vientos habían cambiando y con él también las distancias que lo separaban del kirchnerismo. El último cachetazo electoral que recibió en los comicios a gobernador catamarqueño, lo recluyeron en la CGT.
Obtener poder propio dentro de la CGT tenía otro objetivo: ser una pieza necesaria para el kirchnerismo. El bochornoso enfrentamiento que los hombres de Hugo Moyano y los de Gerardo Martínez protagonizaron junto al cuerpo de Juan Domingo Perón en la Quinta de San Vicente fueron la señal de largada para su ofensiva por el control de la central sindical. No fueron días de grandes frases sino de rumores en voz baja. Los seguidores de Barrionuevo repetían a quien quisiera escuchar, que el gastronómico realizaría un congreso sindical con Los Gordos y tal vez formaría otra CGT. “A mí me responden 43 gremios”, repetía Barrionuevo. La paz se firmó cinco meses después en la Uocra. “Moyano se corta solo en la relación con Kirchner”, se quejaban por entonces los gremios de la denominada mesa chica de la central. A pesar de ello, Gerardo Martínez y Andrés Rodríguez, de UPCN, dejaron de lado sus recelos para que Barrionuevo y Moyano acercaran posiciones. En mayo, el camionero respaldó a los gastronómicos que reclamaban un aumento del 30 por ciento. Fue una de las últimas fotos en las que aparecieron hablándose al oído. La paz con Kirchner continúa. Con Moyano soplan vientos de lluvia.
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