EL PAíS › LA HISTORIA DE LOS CABOS MONCAYO Y MARTINEZ

Diez años presos en la selva

Mientras las familias de Clara Rojas y de Consuelo González se preparaban para festejar la vuelta de sus seres queridos, una situación muy distinta se vivía en las casas de Pablo Emilio Moncayo y Libio José Martínez. Los dos cabos del ejército cumplen hoy un aniversario inédito para los colombianos y para el resto del mundo. Hace exactamente diez años fueron capturados por las FARC. Tenían sólo 19 y 20 años cuando un comando rebelde atacó su puesto militar en el cerro de Parascoy, en el sur del país. El operativo de la guerrilla dejó diez soldados muertos, cuatro heridos y 18 secuestrados. Una década después, sólo Moncayo y Martínez siguen en cautiverio.

En principio su secuestro fue como el de decenas de soldados y policías que fueron tomados como prisioneros después de un enfrentamiento o un ataque. Sin embargo, la lucha de sus familiares los convirtió en unos de los rehenes más conocidos en Colombia. Para el mundo, la cara visible de la lucha por el canje humanitario son los amigos y los familiares de la ex candidata presidencial y ciudadana franco-colombiana Ingrid Betancourt. Pero para los colombianos, el referente es Gustavo Moncayo, el padre de Pablo. El caminante, como lo apodaron los medios de comunicación, recorrió este año los cerca de mil kilómetros que separan su pueblo natal Sandoná (sur) de la capital, Bogotá. Con cadenas en el cuello y las muñecas, fue casa por casa, pueblo por pueblo y ciudad por ciudad hasta reunir dos millones de firmas en apoyo al canje humanitario. En su peregrinación lo acompañaron los padres de Martínez, el compañero de cautiverio de su hijo, y otros familiares y amigos de los más de 45 rehenes que mantienen las FARC y que podrían ser liberados si se concreta el intercambio.

Finalmente, con las planillas en mano, el caminante y ex maestro de una escuela rural se instaló en una carpa frente al Palacio Presidencial, donde recibió a todo tipo de visitantes, incluso al propio presidente Alvaro Uribe, quien, aunque no cedió a sus reclamos, le prometió ayudar para encontrar una “solución pacífica”. Sin frustrarse por la ausencia de resultados, el caminante siguió su camino, que lo llevó por Europa e, incluso, consiguió una cita con el papa Benedicto XVI. Hoy terminará una nueva peregrinación. Su destino final será esta vez Caracas.

Las organizaciones que aglutinan a las víctimas del conflicto armado recordaron el décimo aniversario del secuestro de los dos cabos y destacaron que no existe un caso igual en el mundo. Moncayo y Martínez son los rehenes más viejos de las FARC. Los otros dieciséis soldados que habían sido capturados con ellos en 1997 fueron incluidos en el canje humanitario de 2001, cuando cerca de 250 militares y policías fueron intercambiados por catorce guerrilleros presos que se encontraban muy enfermos.

Ayer, el hijo del cabo Martínez hizo un llamado desgarrador al jefe máximo de las FARC, Manuel Marulanda. “Por favor, tóquese el corazón, no le siga haciendo daño al país y, por favor, libere a mi papá y a todos los secuestrados”, dijo Johan Stiven entre lágrimas. El niño, que pronto cumplirá diez años, nunca llegó a conocer a su padre.

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Gustavo Moncayo, el padre de Pablo, se volvió un símbolo.
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