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“Lo único que pudimos hacer fue gritar y golpear los platos”

En 1972 Celedonio Carrizo tenía 21 años, militaba en las FAR y estaba preso en Rawson. Cuenta cómo se vivió, dentro de la cárcel, la fuga de los seis dirigentes, la captura de los 19 detenidos y la noticia de los fusilamientos.

 Por Julián Bruschtein

La noticia de la captura del capitán de fragata retirado Emilio Sosa, sindicado como uno de los autores materiales de la masacre de Trelew, sacudió a los ex presos políticos. Celedonio Carrizo tenía 21 años y formaba parte del grupo que no pudo salir del penal de Rawson durante la fuga y mantuvo tomada la cárcel hasta el día siguiente. Nacido en Jujuy, trabajaba de changarín en los Altos Hornos Zapla cuando se integró a la Juventud Revolucionaria Peronista de mediados de los ’60. Su militancia desembocó en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que más tarde se fusionarían con Montoneros, pero fue en ese período cuando participó de la toma del penal y la posterior fuga.

El 15 de agosto de 1972 escaparon del penal de Rawson y lograron subirse a un avión seis dirigentes de las organizaciones FAR, ERP y Montoneros. Otros diecinueve presos pudieron llegar hasta el aeropuerto, pero no consiguieron abordar un avión y fueron capturados. Serían fusilados una semana después en la base aeronaval Almirante Zar. Tres de ellos sobrevivieron, pero fueron secuestrados y desaparecidos durante la última dictadura. Dentro de la cárcel, más de cien presos políticos que no pudieron plegarse a la fuga siguieron los acontecimientos.

–¿Cómo se vivieron dentro del penal los momentos posteriores a la fuga de los primeros grupos?

–Yo estaba en el grupo 4, y cuando vimos que no llegaban los vehículos que faltaban nos replegamos. Después de la fuga los compañeros que quedamos adentro aguantamos toda la noche hasta las ocho de la mañana, con las armas y los rehenes, pidiendo por la integridad física de nuestros compañeros. No estábamos dispuestos a entregar nada hasta que nos garantizaran la seguridad de la integridad física de los que habían podido salir. A la mañana escuchamos por la radio que ya habían negociado y les habían dado todas las garantías, entregamos todo y a partir de ahí quedamos incomunicados.

–¿Y cómo les llegó la noticia del fusilamiento?

–Estábamos todos en celdas individuales absolutamente aislados y nos llevaban al baño de a uno. Nos comunicábamos a través de las mirillas y algunos compañeros se habían ido enterando a través de los presos comunes. Pero la confirmación nos llegó porque había un compañero que había podido encanutarse una radio pequeña, por donde nos enterábamos a escondidas de las noticias.

–¿Y cuál fue su reacción?

–Cuando este compañero escuchó que daban a conocer la noticia empezó a gritar “¡los mataron, los mataron!!”, y todos nos pusimos a gritar con desesperación. A partir de ahí nos mandaron la requisa y nos sacaron todo lo que teníamos, así que perdimos la radio. Lo único que pudimos hacer fue gritar y golpear los platos y los jarros que teníamos contra los barrotes. También fue emocionante cómo en medio de esa tristeza y ese dolor se podía escuchar cómo el pueblo de Rawson se solidarizaba, porque de afuera venía un sonido de caceroleo impresionante, y esto es muy importante de destacar.

–¿Se volvió a ver con los otros presos sobrevivientes?

–Sí. El año pasado estuvimos una gran cantidad de compañeros en Trelew, en el aniversario de la fuga y la masacre, y nos reencontramos con algunos que hacía años no veía. Pudimos entrar a la cárcel, en el penal de Rawson. Anteriormente yo había podido entrar a la base aeronaval con una comisión de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, y estuvimos donde fusilaron a los compañeros. Es realmente escalofriante, cambiaron todo adentro de la base, está todo remodelado, pero el espacio está y hay muchas cosas que siguen estando.

–Se dijo que el paradero de Sosa era el secreto mejor guardado de la Armada. ¿Le parece que era así?

–Que no queden dudas de que la Armada tiene secretos más graves y mucho mejor guardados que este. Pero sin duda que esto es algo que siempre esperamos y ya pensábamos que no se iba a lograr.

–¿Cómo tomó la detención de Sosa casi 35 años después de los fusilamientos?

–Bueno, como todas las cosas que están sucediendo en el país: tarde, pero es bueno que sucedan. Bienvenido sea todo lo que tenga que ver con recuperar la memoria y que se haga justicia. Todo estos logros caen bien, pero siempre se sigue juzgando al brazo ejecutor y no se llega a los autores intelectuales, que son los grupos económicos. Jamás se los toca y siguen estando presentes. La justicia llega y debe ser así. Aunque sea tarde tenía que llegar. Este es uno de los hechos más viejos que hay dentro de lo que es nuestra historia (los ’70) y ver que los culpables de la masacre empiezan a aparecer e ir a la cárcel es algo que realmente vale la pena. Aunque sea para que quede en la memoria de la gente.

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Los diecinueve presos políticos fueron fusilados el 22 de agosto de 1972, en la dictadura de Lanusse.
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