Miércoles, 26 de mayo de 2010 | Hoy
Un Bicentenario explicado a los chicos de la escuela Mafalda, de Colegiales.
Por León Rozitchner
Un padre les habla a los niños en la
escuela pública nº 13, distrito 9,
Scalabrini Ortiz (Mafalda) de Colegiales.
Festejamos un nuevo cumpleaños de este país que se llama la República Argentina, donde vivimos todos nosotros: más de treinta millones de habitantes. Cumpleaños de la Revolución de Mayo que sucedió hace ya mucho tiempo, hace doscientos años. Dos veces cien, 100 x 2, nada menos. Pero para este cumpleaños, a diferencia de los que festejamos cuando ustedes los cumplen, ahora se necesitan entonces muchos más invitados y muchas más velitas para poner en la torta y encenderlas. Nada menos que doscientas velitas. ¿Qué tiene que ver el cumpleaños del nacimiento del país, éste que festejamos en la escuela, con el que nosotros festejamos en nuestras casas con nuestros padres y abuelos, hermanitos y amigos cuando cumplimos años? Festejamos los años desde que nacimos: todos los años una fiesta nueva. La torta la preparamos en casa o la compramos hecha en la panadería. Le ponemos las velitas (6, 7, 8, 9, 10 hasta 12 o 13 velitas, por ahora), las encendemos y cantamos el “Feliz cumpleaños” todos juntos y pedimos tres deseos cuando soplamos y las apagamos, para que durante el año que nos espera se realice lo más lindo que queremos. Y todos nos abrazan y nos besan y nos felicitan, y entonces repartimos la torta para que todos coman un pedazo. Es uno de los momentos más lindos de la fiesta: el repartir la torta para que todos la coman y ver la cara de contentos que ponen al sentirla tan sabrosa.
Ahora, cuando aquí en la escuela festejamos el cumpleaños de la Argentina ¿qué festejamos? Festejamos con la Revolución de Mayo haber recuperado eso que deseaban los hombres y mujeres que la hicieron: querían que fuera de todos este extenso pedazo de la Tierra en el que todos vivimos, con las escuelas, las casas, las calles, las ciudades, las montañas, los campos, los ríos, los mares, las playas y los bosques: lo que ustedes aprenden en geografía. Un pedazo del mundo que nos pertenece. Eso fue la Independencia: proclamar que nadie se quedara con la torta, con la tierra nuestra, para que la disfrutemos todos.
Esa es la Gran Torta –la Argentina– que necesita nada menos que doscientas velitas se enciendan para que todos lo festejemos. Pero por desgracia no todos están invitados a comer de esta enorme torta que, sin embargo, ahora decimos que nos pertenece a todos porque nos proclamamos libres con la Revolución de Mayo hace ya doscientos años. Los chicos que viven en barrios de lata, que piden limosna por la calle o en el subte, que no van a la escuela, los chicos pobres que no comen lo que les gusta todos los días, que no van a ver al médico cuando les duele algo, que no aprenden a leer y a escribir como lo hacemos nosotros, a ellos no les toca casi nada de la torta. Tampoco sus papás y sus mamás la comen: viven en la Argentina y, sin embargo, de esa gran torta, que es la tierra materna en la cual vivimos, no les toca ni un pedazo.
Y nosotros necesitamos, para estar contentos y festejarlos juntos, que todos participen de esa gran fiesta que hoy aquí festejamos. Por eso pienso, como padre de Lara y Nati que vienen a esta escuela, que es lindo aprender con nuestras maestras y maestros a festejar este gran cumpleaños, con las doscientas velitas encendidas en los sueños, deseando y haciendo todo lo posible para que en el próximo cumpleaños de nuestra patria, y cuando todos tengamos un año más de vida, todos podamos participar de esa gran torta y soplar todos contentos las doscientas velitas y una velitas –los doscientos y un años (100 x 2 + 1)– del nuevo cumpleaños de la República Argentina. Pienso que todos ustedes van a estar mucho, pero mucho más contentos. Como también estaremos más contentos los que aquí trabajan, y los padres y las madres, las maestras y maestros, y el director de la escuela.
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