ESPECTáCULOS › AL RESCATE DE LOS TANGOS DE EDUARDO ROVIRA

En busca de la otra vanguardia

 Por Julio Nudler

Rescatar el tango contemporáneo (así se llamaba en los años ’60 la evolución posterior a la vanguardia, propia de los ’50) de Eduardo Rovira es lo que se propone la agrupación Gente de Tango este sábado. El recital tendrá el adicional atractivo de exhumar dos composiciones muy poco conocidas del bandoneonista. Rovira, creador de clásicos como A Evaristo Carriego y El engobbiao (homenaje a Alfredo Gobbi), planteó un camino alternativo al de Astor Piazzolla, y si bien no alcanzó la trascendencia del marplatense, aportó una concepción absolutamente personal del tango, a partir de sus raíces.
La Agrupación de Tango Moderno fue el conjunto con el que Rovira (1925-1980), en los primeros años ’60, moldeó sus principales realizaciones, con tangos suyos como Monotemático, Para piano y orquesta, Bandomanía, Triálogo, Que lo paren, entre otros, todos de una asombrosa originalidad.
Rasgos distintivos de Rovira son los bruscos cambios de atmósfera y las ideas desbordantes de sus arreglos. La versión de Febril por la efímera orquesta de Osvaldo Manzi (1958) es acabada muestra de esas virtudes.
El mencionado tributo a Rovira –ejecutante de varios instrumentos, además de notable bandoneonista que pasó por diversas orquestas, incluyendo la de Miguel Caló– se realizará en la Casa del Tango (Guardia Vieja 4049, el sábado a las 21), con la pianista Olga Kaplan y la violoncellista Daniela Schuster. A su vez, el pianista Mario Marmo acompañará al cantor Hugo Lagos, que interpretará Cita con nadie, de Rovira y Julio Camilloni, tango que estrenó en 1959 el Octeto La Plata, de Juan Carlos Ouses. Por su parte, Ricardo Lorenzo cantará Otro, de Rovira y el periodista Enrique Duca.
El caso de Rovira es particular porque desde su temprana muerte quedó entre sus muchos admiradores la sensación de que fue víctima de una injusta falta de reconocimiento, si bien ocupó cargos relevantes vinculados con la lírica y con la música clásica. El propio Piazzolla tuvo hacia él una actitud desdeñosa y jamás tocó ningún tango suyo, a diferencia de Rovira, que interpretó varios de Astor. Verdad es que Rovira tenía sus flancos débiles y que su deslumbrante talento no lo salvó de caer en ciertas trampas, como sus mezclas de Mozart y tango, tan atractivas como poco rigurosas. Escribió incluso un tango dodecafónico.
A pesar de sus aislados errores, testimonios de su permanente búsqueda, Rovira fue un creador fascinante, cuyas mejores obras, tan poco difundidas, aunque últimamente aparecieron algunos compactos con ellas, deparan el inigualable placer de lo valioso y diferente. Tuvo la gran virtud de sustraerse a la influencia de Piazzolla, no por rechazo sino por personalidad, y –esto sí al igual que Astor– reelaborar a su manera las esencias tangueras, en las que se formó como músico.

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