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–¿Un protagónico sin crédito, pero ganado en pantalla?
–La palabra protagónico me suena rara, porque yo no hubiera podido hacerlo sin Pablo Echarri o Celeste Cid. No funciona nada si eso no fluye todo junto, debería ir el elenco entero. El crédito es una formalidad que no es coherente con lo que sucede; lo del cartel es antiguo, divide, separa, crea situaciones tensas.
–Pero a las figuras de la tele les importa...
–Son las cosas que después te hacen sufrir; es lo que alimenta el ego. Cuanto más lo llenás, más dolor te garantizás. Nadie lleva adelante nada solo, siempre necesitás del otro.
–¿Y qué cosas observó de la gala del Martín Fierro?
–Me cuesta mucho ir a esos lugares, no puedo mirar, me encierro entre mis compañeros. Cuando hay mucha gente me pongo nerviosa, siento que me están observando, hay tensión. Pero no puedo verlo desde afuera; fui parte de la hoguera, y yo también me estaba quemando. De todo eso, el cuidado del aspecto es la parte más dura del asunto, tener que vestirme de una manera, peinarme de otra. Mi coquetería es la limpieza: se ve en la ropa, en el cuerpo, en el lugar donde vivís. No importa lo que te ponés arriba. Siempre siento que voy disfrazada, como una muñequita.
–¿Por qué no en jean y zapatillas?
–Ya lo hice y ya me criticaron. Sería como hacer siempre las mismas cosas, no aprender nunca nada nuevo.