SOCIEDAD › UN TRIBUNAL DE GUALEGUAY ORDENO TOMAR MUESTRAS DE UN CADAVER PARA EL ADN, PERO NO LO ENCONTRARON

El finado millonario que se esfumó

En Gualeguay se desarrolla el juicio por la herencia de 35 millones de dólares que dejó Alberto Reggiardo. Una mujer, su abogado y un escribano son enjuiciados por truchar documentos. Cuando quisieron comparar los ADN, el cadáver no estaba.

 Por Horacio Cecchi

Estaba el juez de instrucción, su secretaria que tomaba nota de todo. Estaba un grupo de policías que custodiarían todo el procedimiento y traslado. Estaba el periodismo con sus cámaras, y los empleados municipales, con sus guantes de trabajo, y los de la funebrera San Cayetano, y hasta el asesor letrado de la intendencia. Por supuesto, también estaba el infaltable y necesario señor Golpe, con la llave de la bóveda, sector B número 83 del Cementerio Municipal de Victoria. Todos los que tenían que estar el miércoles pasado, a las dos de la tarde, frente a la bóveda de la familia Reggiardo, estaban. Todos. Todos, menos el finado. El ex millonario tronchado a los 73 en accidente aeronáutico José Alberto Antonio Reggiardo no estaba.

La Cámara del Crimen de Gualeguay había citado a Reggiardo, a su cadáver, al juicio que lleva contra el escribano Luis Galli, el abogado Walter Martínez y María Angélica Godoy, presunta hija trucha del millonario, y quien, según confirmaron los peritos que declararon ayer, había utilizado la falsificación de una escritura. En realidad, el juicio se dirime para determinar si Godoy falsificó un testimonio de Re-ggiardo cuando renovó su pasaporte tiempo antes de morir, en el que señalaba, mediante una fotocopia autenticada, que reconocía tener una hija. Esa hija reconocida era, obviamente, Godoy. También se dirime si la mujer modificó su partida de nacimiento y si contó con la colaboración de Martínez y Galli.

Además, como querellante se encuentra Mario Calderón, de 56, hijo de María Calderón y del propio Reggiardo, aunque hijo oculto, no reconocido. Hasta que, asesorado por Horacio Carrazza y ahora también por Leonardo Chesini, terminó determinándose su efectiva filiación y capacidad de herencia de los 35 millones de dólares que dejó el Beto.

En esa instancia, los jueces de Gualeguay ordenaron la cuarta exhumación del cadáver para comparar su ADN con el de Godoy. La mujer se negó y visto el cariz que venía tomando el juicio, los camaristas ordenaron que se realizara en forma compulsiva.

Godoy de todos modos dijo que no. Ayer por la mañana, pese al acta de rechazo presentada por la mujer, procedieron al pinchazo. Con parte de la prueba en probeta, todos partieron a la extracción del segmento de Reggiardo para comparar el ADN. No en Victoria, sino en Gualeguay, sede de la Cámara y donde había sido trasladado el orgulloso ferétro. Estaban todos ahí, los jueces del tribunal, los secretarios, empleados, el fiscal con su gente, Carrazza y Chesini, secundando a Calderón, policías, forenses y empleados municipales. Estaban todos.

Abrieron el ferétro de madera; abrieron el féretro precintado de metal en el que se colocan los cuerpos y donde debía reposar el millonario en vida, pero allí dentro Reggiardo no estaba.

No se trató de la ausencia del alma, que ya había sido tratada y mentada en crónicas y correveidiles que habían recorrido de arriba a abajo las cuchillas entrerrianas, sino de otra ausencia, corpórea, no expresada en salmos sino en actas judiciales. Reggiardo de cuerpo ausente. El cuerpo que se había esfumado.

Se vivieron momentos de sorpresa, de conmoción en la morgue de los tribunales. “A mí me parecía que estaba demasiado liviano”, susurró un empleado municipal de los que habían cargado el ferétro, al oído de otro que en ese momento se quitaba los guantes. “Acá nunca estuvo Reggiardo –comentó uno de los forenses, en voz muy baja, a uno de los abogados querellantes, en referencia al compartimiento metálico interior y después de analizarlo detenidamente–. Acá no pusieron ni a Reggiardo ni a nadie. Es nuevo, nunca fue usado”.

Calderón se puso lívido, cuando vio desaparecer de golpe sus pretensiones. Pero rápidamente, sus representantes Carrazza y Chesini presentaron un escrito en el que pedían que el tribunal echara mano al resultado de las pericias anteriores. “La Justicia ya cuenta con los patrones genéticos de Reggiardo surgidos de otras pericias –confió el abogado Chesini a este diario–. Yo no sé qué buscaron haciendo de- saparecer el cadáver, porque no había forma de detener el proceso.”

Efectivamente, el tribunal aceptó el pedido de los querellantes y ordenó obtener los patrones de la prueba obtenida en el pinchazo a la renuente y compararla con los patrones de Reggiardo.

En parte, el proceso judicial continuará su camino. Pero el fiscal de Cámara pidió que se abriera una instancia, una investigación sobre la desaparición del cadáver de Reggiardo.

Se trata, sin dudas, de la segunda desaparición. La más inexplicable de todas. “¿En qué momento desapareció el cadáver?”, se pregunta el periodismo victoriano. Y deja tres momentos, en el propio cementerio, en algún punto de los 120 kilómetros de la ruta 11 que separan Victoria de Gualeguay, o ya en la ciudad sede de los tribunales.

Es posible también que el cadáver haya sido extraído, con compartimiento metálico incluido y colocado en su lugar otro, nuevecito, como sugiriera el forense. Y que toda la maniobra hubiera ocurrido aun antes de que se extendiera la orden para convocar los restos del multimillonario.

–¿Es fácil sacar del cementerio un cadáver?

–No sé, yo nunca me dediqué a sacarlos –respondió Chesini contundente.

Será entonces como sugirió Horacio Zapata, encargado provisorio del cementerio, gremialista (“estamos reclamando al intendente”) y empleado municipal. “La bóveda estaba con llave, el ferétro precintado, acá hay una mano negra muy rara”.

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“A mí me parecía que el cajón estaba liviano”, dijo un municipal.
Imagen: Gentileza Diario Uno
 
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