Sábado, 21 de marzo de 2009 | Hoy
SOCIEDAD › SE HABíA HECHO AMIGO DE LAS VíCTIMAS EN UNA IGLESIA EVANGéLICA
Hasta ayer, ni los vecinos ni la familia del matrimonio asesinado en Capilla del Señor se animaban a pensar en Héctor Torres como el culpable de las muertes. El hombre fue la primera persona en encontrar los cadáveres y en movilizarse para dar aviso a la policía. Sin embargo, su participación en el crimen nunca estuvo fuera de discusión para los investigadores, que ayer despejaron sus dudas “casi por completo” y lo detuvieron, bajo el cargo de homicidio, confirmó el fiscal a cargo de la causa, Juan José Maraggi.
El resultado positivo del dermotest es la prueba que comprometió directamente a Torres en el crimen de Cirilo Buttareli y Lidia Rey, ambos de 67 años, que aparecieron muertos en el casco de la estancia Santa María, campo que cuidaban desde hacía cuatro años. Según el examen, el sospechoso tenía restos de pólvora en ambas manos, dato que fue suficiente para ordenar su detención. Está procesado por el delito de homicidio para ocultar otro delito que, aparentemente, sería el de robo.
Torres fue el único de los tres hombres investigados al que le dio positivo el dermotest. Uno de ellos es un joven de 18 años al que, días antes, la pareja había denunciado por el robo de unas chapas. Si bien la acusación de la familia y los vecinos caía sobre él, la realidad es que para el fiscal nunca fue un sospechoso potencial. “El perfil no daba de ninguna manera. Una persona que roba chapas no va a matar, pero ¿quién le hacía entender a la familia?”, apuntó Maraggi.
Los restos de pólvora en las manos de Torres, no obstante, no son el único indicio que toma en cuenta el fiscal para demostrar su responsabilidad en el asesinato de la pareja, sucedido el 12 de marzo. Por empezar, los tres perros que tenían las víctimas “no ladraron esa mañana, lo que significaría que conocían al atacante”, señaló el fiscal. Torres vive con su familia en Capilla del Señor, la misma localidad en donde se localiza Santa María. Tiempo atrás conoció al matrimonio Buttareli-Rey en una iglesia evangélica, con el que entabló una incipiente amistad, alimentada con tardes de mate y charla en la casa de la pareja y excursiones de caza por el campo con Buttareli. Quizá fue ésa la razón por la que el matrimonio le propuso que los reemplace en el cuidado de la estancia durante los días en que ellos iban a viajar a Mar del Plata.
El detalle de la caza se relaciona con el tercer indicio que indicaría la culpabilidad del nuevo detenido. “El lugar donde los cuerpos recibieron los tiros señala que quien activó el arma sabe de caza, o por lo menos manipular un arma con puntería”, confió. La autopsia determinó que el hombre tenía dos tiros en la frente y la mujer uno en el ojo.
Sin embargo, descartó que el resultado positivo del dermotest haya tenido algo que ver con que el sospechoso hubiera salido de caza en los días anteriores al crimen. “La escopeta que utilizaba era la de Cirilo. Sigue en la casa y no tiene sus huellas. Además, él no comentó que lo haya hecho. Por otro lado, la prueba determina que lo que manipuló Torres fue un revólver y no una escopeta.” En la casa falta un revólver calibre 32, el arma autora de los disparos.
El punto más débil de la investigación es el móvil del hecho. Si bien son varias las opciones que se manejan, el fiscal reconoció que el que más encaja es el de robo. La cartera de la mujer y el bolso que prepararon para el viaje estaban dados vuelta “como si los hubiesen querido vaciar”, y faltaban mil pesos que habían sacado del banco.
Ayer, Torres se negó a declarar. Desde la Fiscalía continuarán realizando pruebas –ADN y demás– para determinar si realmente fue él quien asesinó al matrimonio. “Estamos ante un caso pericial: sucedió en el medio de la nada y sin testigos”, concluyó el fiscal.
Informe: Ailín Bullentini.
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