Domingo, 27 de diciembre de 2009 | Hoy
SOCIEDAD › MAR DEL PLATA NOCTURNA
Por un lado, la regulación de horarios en boliches ya generó el reclamo empresario. Por otro, nadie termina de digerir el desembarco del neomediático Ricardo Fort en un teatro anarquista.
Por Soledad Vallejos
Desde Mar del Plata
Ni siquiera la llegada de las vacaciones, con sus inminentes miles de turistas desparramándose por calles y playas, tiene el poder de pacificar a Mar del Plata. La tormenta ya ha estallado, aunque algunos ruidos sean sordos y las consecuencias pueden traducirse en indignaciones para todos los gustos y públicos. Y es que mientras autoridades, comerciantes, empresarios y celebrities del showbusiness cuentan con fruición los días que restan para el inicio de enero, el camino hacia la temporada tropieza con algunos escandaletes. ¿Qué cosas son capaces de opacar los números sobre el incremento de controles viales, las inauguraciones de obras públicas y una temporada 2010 prometedora? Por empezar, la regulación de horarios y funcionamiento de bares y boliches (consecuencia de la ley de nocturnidad impulsada por Daniel Scioli), que prácticamente se estrenará con la llegada de la temporada y despierta fantasmas aterradores entre los empresarios del sector. Por seguir, los ecos del romance insospechado entre un histórico espacio anarquista y el mediático en ascenso Ricardo Fort, cuya presencia, real o virtual, se multiplica hasta en los rincones también en La Feliz.
La guerra del reloj
“Lo que atacamos es el horario de ingreso. Acá, que sólo se pueda ingresar a los boliches hasta las 2 de la mañana es imposible”, arranca Patricia Perelló, abogada de la Cámara Marplatense de Discotecas Bailables y Afines. La mecha de la polémica se había encendido poco después de mediados del año, cuando la Legislatura provincial, a instancias del gobernador Daniel Scioli, comenzó a estudiar la posibilidad de regular, además de la presencia de menores y adultos en los mismos espacios de diversión, los límites horarios de llegada y salida de los locales. La ley, que fue aprobada y entró en vigencia a principios de noviembre, estipula que al boliche no se puede entrar después de las 2 de la mañana, y que nadie podrá permanecer más allá de las 6.30 (en una concesión estacionaria, porque el resto del año el toque de queda suena una hora antes).
El martes pasado, seis boliches de la zona de la avenida Constitución presentaron sendos recursos de amparo en los cuales demandaban medidas cautelares para que la ley, en sus casos en particular, no determinara el horario de ingreso. El límite, que en el espíritu de la ley buscaba acortar los tiempos de la previa, ese lapso pre-boliche convertido en sinónimo de fuerte consumo de alcohol, no tiene sentido durante la temporada, y menos aún en una ciudad como Mar del Plata, sostiene la abogada. “Primero, porque en estos días, con las fiestas de fin de año, la gente sale muy tarde, y sin embargo esas fechas no están previstas ni como excepción. Y en Mar del Plata, si la persona sale de la playa, va a cenar, después va a un espectáculo o lo que fuera, después sale muy tarde. La gente va a los boliches como a las tres, tres y pico.”
Las limitaciones de la ley, por otra parte, no tienen los mismos alcances en todos los locales nocturnos, y tampoco prevé condiciones de aplicación específicas para ciudades balnearias. Las diferencias, no necesariamente sutiles, se vuelven fuertes a la hora de discutir la situación puntual de Mar del Plata, una ciudad acostumbrada a tener en zonas diferenciadas sus ofertas bien segmentadas: el mundo de los bares por la zona de la calle Alem (y adyacentes), el de los boliches por Constitución y los paradores con fiestas playeras desparramados por distintos rincones de la costa. Los nuevos topes horarios legales regulan únicamente el funcionamiento de boliches bailables, pero nada dicen de los bares, donde cualquier movimiento levemente parecido a un bailoteo puede acarrear desde un llamado de atención hasta una probable expulsión. “Acá antes se podía bailar por ahí en un rincón, pero ahora ya no –dice Carolina, encargada de un pub irlandés del núcleo de Alem–. Si llega a venir un inspector, como están viniendo, te puede multar y hasta clausurar el local. Así que no dejamos que la gente baile.”
Por Constitución, la tierra del baile, avanza una fantasía temida, la de un verano con locales a medio llenar. Aunque los boliches están allí todo el año, algunos en funcionamiento, el público marplatense no es el mismo que el de la temporada, especialmente en su presencia numérica. El trabajo fuerte, como en otros rubros de la ciudad, llega con el verano y el turismo, que puede sostener estructuras nada despreciables, como la del local insignia de la zona, Sobremonte, que emplea a unas cien personas. “En los locales grandes –dice Perelló–, hay colas de una cuadra y media para el ingreso, por ejemplo. Pero más allá de que haya o no cola, que restrinjan el horario de ingreso no tiene mayor sentido, y perjudica al usuario y al local. Y todo mientras no se tiene en cuenta que, en realidad, menores y jóvenes consumen alcohol en los bares, que no tienen restricción horaria de ingreso.” En verano, los clientes de la noche son personas de vacaciones, nada deseosas de respetar horarios. Por eso, insiste la abogada, “pretender controlar el consumo de alcohol impidiendo que alguien, si quiere, vaya a un boliche a la hora que le parezca, no tiene sentido. En eso no pensaron cuando hicieron la ley”.
Un romance por dinero
Fue la sorpresa de mediados de diciembre: el teatro Diagonal, histórico espacio anarquista de Mar del Plata, aceptó albergar a Ricardo Fort y su troupe teatral. Desde bambalinas, suben los rumores del trabajo contrarreloj para acondicionar los camarines. Asordinados por los cortinados del escenario, el bullicio de cinco personas que pintan, martillan y acomodan se suma a un fondo de canciones de Los Auténticos Decadentes, y va trepando hasta llegar a la sala, algo en penumbras. Hay quinientas butacas distribuidas en dos pisos, paredes cubiertas por telas negras (el color del anarquismo) y rojas (el del movimiento obrero y el sindicalismo combativo), focos de bajo consumo que esperan la llegada de una parrilla de luces profesional, y dos personas que, aun cuando se hayan opuesto a la decisión de alquilar el lugar a la producción de Fortuna: una historia de vida, acataron la opinión de la asamblea y aceptaron convivir un verano con el mediático omnipresente.
“Soy libertario. Yo voté por no, y se lo dije al productor del espectáculo cuando vino a ver las instalaciones”, cuenta Alejandro Polinori, jefe de prensa de la sala que sustenta, con su actividad habitualmente vinculada con producciones independientes, el funcionamiento de lo que importa: “la Biblioteca”. Por ella, Polinori y otros tantos se llamaron al pragmatismo y al orden. “¿Te acordás de La Patagonia rebelde? –dice Tato, otro integrante de la asociación en desacuerdo con el desembarco de Fort–. En La Patagonia..., al Alemán en un momento le dicen que vienen a matarlos, que se tienen que ir, pero él dice, más o menos, algo como ‘yo toda mi vida acaté las decisiones de la asamblea, aunque estuviera en desacuerdo. Ahora votamos por quedarnos, y aunque vengan a matarnos, me tengo que quedar’. Salvando las distancias, porque ni soy el Alemán ni Fort viene a matarnos, yo siento algo parecido.” Todo sea, agrega también él, por “la Biblioteca”.
Esa meca que mentan los sacrificios de marras, la inspiración de una resignación que podría tildarse de cristiana si no se tratara de anarquistas, la explicación, en suma, es una pequeña puerta vecina a la entrada del teatro. Biblioteca Juventud Moderna, dice el cartel, y esas tres palabras resumen una historia que comenzó en 1911, cuando un grupo de obreros marplatenses fundó su primer lugar de encuentro y formación. Desde sus orígenes, estuvo vinculada “con un ideario anarquista y (fue) sede de más de una docena de sindicatos de oficio”, en lo que fue tomando forma como “la llamada Casa del Pueblo (que) fue, hacia fines de los años ’30 y principios de los ’40, un polo de promoción cultural y política y un ámbito de sociabilidad de los sectores populares, en una Mar del Plata con un notable crecimiento urbano”, como señaló el historiador Nicolás Quiroga en Lectura y política. Los lectores de la Biblioteca popular Juventud Moderna de Mar del Plata. En los años ’40, la asociación sumó el Cine-Teatro Diagonal, un espacio independiente que sobrevivió con diferentes suertes hasta los ’90, cuando fue alquilado a una iglesia evangelista que garantizaba un ingreso de dinero cada mes. Ahora, a pocos metros del teatro, frente a la Plazoleta Forja, las veredas ostentan mesas de bares y marquesinas de multicines, alguna feria de artesanías con caracoles y hasta un shopping.
Hace tres años, cuando finalizó el contrato con los evangelistas, dice Tato, “recuperamos la sala”. Pero aun con el trabajo voluntario de socios y ocasionales donaciones de allegados, la situación de la biblioteca mejoraba a pasos lentos. “Necesita con urgencia la reparación del ascensor, de los techos. Se llueve adentro, y hay incunables, libros de 1800, además de un archivo de publicaciones anarquistas de principios de siglo XX”, explica Polinori. “Y además hay materiales que tenemos que digitalizar antes de que se pierdan por completo”, agrega Tato. La palabra que, poco después, cada uno pronunciará sin pena, pero mentando horas de evaluar la oferta llegada a la asociación, será “pragmatismo”; segundos después, subrayarán “urgente”. Dentro del colectivo, magro con el correr del tiempo, que lleva adelante la gestión de la biblioteca, la llegada de Fort provocó algunos alejamientos y un revuelo notable en medios locales, Facebook y espacios relacionados con gestiones culturales independientes. Hubo, también, acusaciones públicas de perjuicio, como las que lanzó la Compañía Chrivari, que para enero y febrero tenía agendadas funciones los viernes y sábados, dos de los cuatro días (los demás son jueves y domingos) que el nutrido elenco de Fortuna... reclamó para sí. Lunes, martes y miércoles, en cambio, la sala estará presentando obras independientes, que compartirán marquesina, posiblemente por única vez en su historia, con Fort, Anabel Cherubito, Gino Renni y Carolina Papaleo, entre otros.
No hay prácticamente mañana en que alguna radio marplatense no busque hablar con gente del teatro, o bien con quienes han preferido alejarse; no hay diario que no recuerde al menos en unas pocas líneas la presencia del heredero chocolatero. Aunque es de noche mientras las obras de remodelación de la sala siguen adelante, que haya una mínima lucecita en el fondo del hall hace que la gente se asome. Algunos han llegado a entrar y preguntar si de casualidad no estaba en ese momento, allí mismo, Ricardo Fort.
En Mar del Plata, él, y por ende todo lo que lo rodee, es la novedad de la temporada: él y la playa que representará (Fortbeach Nikki), y en la que ya hizo sesiones de fotos para la tele y la tapa de Gente; él y el teatro en el que, según anunció en entrevistas, piensa establecer entradas a precios accesibles y descuentos para jubilados. Su estrella, podría arriesgarse, amenaza con restar luz a la propia Mirtha Legrand, otra de las figuras largamente esperadas en la ciudad.
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