Viernes, 21 de octubre de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › UN JOVEN CON DEFICIENCIA MENTAL FUE TORTURADO EN BAHIA BLANCA ACUSADO DE UN ASALTO
Tiene 24 años e incapacidad mental. Lo detuvieron acusado de asaltar una YPF. Lo golpearon esposado y sufrió el submarino seco. No llevaron testigos de la detención porque, según los Bonaerenses, la villa era un lugar “conflictivo para la policía”.
Por Horacio Cecchi
La resolución de un asalto a una estación de servicio en Bahía Blanca tiene todas las marcas de la Bonaerense en su orillo. Un joven de 24 años fue detenido acusado de robar la billetera del playero con más de 500 pesos. El joven tiene incapacidad mental. Igual lo molieron a palos en la entrada de una villa. Amenazaron a los testigos. Lo llevaron a la comisaría donde, esposado, volvieron a golpearlo salvajemente. Le hicieron el submarino seco. Y lo arrojaron detenido en una celda. Después dijeron que no buscaron testigos porque se trataba de un lugar “conflictivo”. Cuando el caso tomó estado público, la madre empezó a recibir amenazas telefónicas. Algunos datos confusos sobre la billetera del playero dejan suponer que la parte del dinero no recuperada podría ser considerada como un generoso aporte a la abnegada cooperadora. Hay más.
El pasado 12 de octubre, alrededor de las 3 de la mañana, fue asaltada la estación de servicio YPF de Falucho y Parchappe, a unas 15 cuadras de la terminal de micros de Bahía Blanca. Al playero le robaron una billetera con “más de 500 pesos”, tal como denunció la víctima, además de una gorra con visera. El playero no recordaba el tipo de arma pero sí que tenía “una especie de caño”, por lo que imaginó que se trataba de un revólver. Describió a los asaltantes, uno petiso, que portaba el arma, y uno más alto, y los describió.
Los Bonaerenses salieron en persecución del dúo y supuestamente los encontraron en un descampado a una cuadra del lugar. Carlos José, quien más tarde recibiría las marcas del orillo, corrió asustado. Tenía una breve experiencia en el tema desde hacía un tiempo, cuando los Bonaerenses lo detuvieron mientras viajaba en el asiento trasero de una moto que conducía un amigo, y los golpearon. Quemado con leche, y emocionalmente sensible, vio las vacas y corrió, cuando se sabe que a los rumiantes los atrae el movimiento.
Lo detuvieron en la puerta de una casilla de la Villa Quilmes, donde pretendía refugiarse. “Ey, no le peguen, el chico es bueno”, dijo una vecina, y la mandaron para adentro con un par de alaridos amenazantes. En el pedido de detención posterior, la fiscal 15 Paula Pojomovsky aseguró que la intervención policial cumplió con las normas, aunque no está claro si se refería a las legales o a las Bonaerenses, ya que los propios uniformados informaron en su acta: “(...) la falta de presencia de testigo atento resulta ser un lugar conflictivo para el accionar de la policía, las inclemencias climáticas y la hora del procedimiento”. Es decir, llovía, hacía frío, era de madrugada y en una villa, en buen criollo: “¿Qué testigo?, emboquemo’ a éste y vamo’ a dormir”.
A Carlos José lo trasladaron a la primera de Bahía Blanca, donde, según denunció, recibió una tremenda paliza que se extendió durante media hora. Y luego sufrió el clásico submarino seco (ver aparte).
La denuncia fue presentada ante la Fiscalía Nº 3 de Bahía Blanca, que caratuló con el clásico “apremios ilegales”. La abogada Alicia Romero, del Comité Contra la Tortura, de la Comisión Provincial por la Memoria, confió a Página/12 que se presentarán asesorando a la madre, Norma Valenzuela, y que insistirán en que se trata de “torturas”. Norma aseguró a este cronista que después de una entrevista que le realizaran en una radio bahiense, empezaron las amenazas telefónicas.
Sobre las pruebas aportadas por la policía, de los testigos ya se había dicho que no los buscó por tratarse de un “lugar conflictivo”; una supuesta filmación de la YPF no apareció; y el dinero robado (más de 500 pesos) se transformó en 410. La policía dijo que los secuestró del bolsillo de Carlitos, sin la billetera. Curiosamente, en el acta de devolución, a la madre del detenido le entregaron 37 pesos, que la propia policía reconoció como de propiedad del joven. ¿Cómo supieron qué billetes pertenecían al detenido y cuáles al asaltado? ¿Por qué decidieron devolver esa suma? El cuento de la billetera es el moño del orillo: los policías, superando el temor ancestral de buscar testigos en “lugar conflictivo”, dijeron que regresaron a las 5.45 a la villa, todavía sin luz, pero con mucha entereza, y encontraron en un pasillo la billetera vacía.
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