SOCIEDAD › EL TRANSPORTE MARGINAL EN PLAZA CONSTITUCION
Un paraíso para el descontrol
“Antes de subir me fijo cómo está el colectivo: si veo que está muy arruinado, no subo”, dice Juan, que no es mecánico ni tallerista sino un marmolero que todos los días viaja en charter de Constitución a Florencio Varela, el mismo trayecto que realizaba el micro que ayer cayó desde la autopista 9 de Julio y provocó la muerte de tres pasajeros. Cada mañana y tarde miles de trabajadores se arriesgan a viajar en estos transportes desde Plaza Constitución, porque son “más rápidos que los colectivos de línea y menos inseguros que los trenes”.
Damián tiene 28 años y una beba de seis meses en sus brazos. Avanza lentamente en la fila de dos cuadras sobre la parada de la calle Brasil, ente Lima y Salta, a la espera de un charter que lo lleve de regreso a su casa: “Voy a Quilmes, pago un peso y tardo media hora. Si viajo en el colectivo de línea, el viaje demora una hora y el boleto me cuesta 1,35”, cuenta Damián, y agrega: “A veces te da miedo viajar, pero nunca me pasó nada. Depende de cómo esté el chofer. Hay algunos que entre ellos juegan a las carreras en avenida Mitre”.
Allí, Hernán trabaja desde hace cinco años ordenando las colas de pasajeros y las partidas de los charters. “En Constitución hay micros y combis desde hace casi diez años –describe a Página/12–. Ahora hay 200 choferes trabajando y 100 vehículos que levantan pasajeros en cuatro paradas de la plaza, muchos son truchos, pero tenemos gente en todos los accesos que avisan cuando ven a las camionetas de los inspectores de la CNRT”. El joven, de 23 años, se encarga de “alejar a los punguistas” e indica a los choferes el momento en que deben partir hacia Florencio Varela, Quilmes o Avellaneda.
Mientras un colectivo despintado con sus luces rotas llega a la parada, Hernán comenta: “Algunos de los conductores son los propios dueños que manejan para que no les roben los choferes. Ellos son los más problemáticos porque salen a las 4 de la mañana y vuelven a las 9 de la noche tratando de hacer muchos viajes y recaudar más”. Entre las 18 y las 20, hora pico, se ven llegar y salir micros y camionetas de las empresas Axel Tour, Esperanza y otras que no están identificadas porque no llevan un nombre o porque el desgaste de la chapa impide verlo. El colectivo despintado se va hacia el barrio Alpino, en Florencio Varela, con más de 60 pasajeros: algunos sentados en las filas de cuatro asientos, muchos parados en el estrecho pasillo y dos apoyados de espaldas al parabrisas.
Horacio, un chofer de Axel Tour que viste una remera con la leyenda “Ya pasó Fangio”, señala que por viaje se saca casi 45 pesos “porque también llevamos a los que no pueden pagar”.
“El tren Roca es inseguro, no tiene ventanillas y a partir de Claypole te matan a cascotazos; el colectivo 79 demora dos horas y para el Halcón –una empresa que funciona en una parada exclusiva– hay que hacer una cola de más de una hora. Por eso me tomo uno de estos micros truchos que me llevan en menos de una hora a Florencio Varela por 1,50 pesos”, cuenta Dardo, un mecánico de ascensores. “Si un pasajero se baja en el camino, el micro se detiene y levanta a otros para ir siempre lleno. Igual se viaja más rápido”, dice.
Analía, de 28 años, es secretaria en un colegio de Capital; llega a las 7 desde Florencio Varela y vuelve a las 18: “No hay ninguna seguridad, vos pagás pero no te dan boleto ni comprobante. En las combis, donde el pasaje sale dos pesos, ponen banquetas de plástico de jardín de infantes para que entre más gente”. María Silvia, de 23, la escucha y agrega: “Una vez un chofer nos hizo agachar a los que estábamos parados para que no nos vieran por las ventanillas”.
“Es una joda, no hay control de nada, ni de la Secretaría de Transporte, ni de la CNRT, ni de la policía. La gente no tiene otros medios de transporte y termina arriesgándose en estos micros”, se queja un inspector de una línea de colectivos que pasa por el mismo lugar de los charters.
Lo corrobara el propio Hernán, mientras da la señal de salida a uno de los micros: “Acá hay trabajo para todos”, asegura.
Producción: Gabriel Entin.