La Operación Cañitas, como se denominó a la detención de un grupo de dealers que les vendían cocaína y drogas de diseño a ricos y famosos, continuará mañana en la búsqueda de los mayoristas, es decir de los que proveían a esos dealers del acomodado barrio porteño. En las últimas horas se conoció que uno de los detenidos es Mario Rodolfo Arrospide, pariente de la dirigente Margarita Stolbizer. Este último dato no tendría ninguna importancia, salvo que en mayo Arrospide fue víctima de un breve secuestro que en los grandes medios se presentó como “un hecho de inseguridad que golpea otra vez a la familia de la diputada Stolbizer”. Las escuchas de la Operación Cañitas indicarían que el episodio se vinculó en realidad con un problema entre los narcos.

La investigación que encabeza el juez federal Norberto Oyarbide no es sencilla: buena parte de los imputados afirman que son adictos y que no vendían. Esto incluye a Rodolfo Bomparola, considerado por el juzgado como uno de los que entregaban los estupefacientes. El hombre, hermano de la diseñadora Evangelina Bomparola, está en dificultades porque su ex esposa, Viviana Vitali, contó con pelos y señales la forma en la que vendía, las cantidades, los clientes de alto nivel adquisitivo y una larga serie de detalles. Es más, relató que en varias oportunidades lo acompañó a boliches y casas de clientes a entregar los estupefacientes. La denuncia se hizo en febrero después de que Bomparola la emprendió a golpes contra ella y, según señaló ante el juez, la violó dos veces. En alguna oportunidad incluso la golpeó delante del hijo de 13 años. Con los datos aportados por Vitali, los investigadores estuvieron largos meses escuchando las andanzas de los dealers. Bomparola –como los otros imputados– sostiene que es adicto, pero que no vendía.

Entre los detenidos está Mario Rodolfo Arrospide, de 49 años, con domicilio en Martínez e hijo de Elsa Stolbizer, una prima de la diputada. En mayo, Mario sufrió un extraño secuestro: policías con una supuesta orden de allanamiento le entraron en la casa en Martínez. Los sujetos reclamaron un dinero que, como no estaba en la propiedad, derivó en que se llevaran a Mario en dirección a la casa de la abuela en Recoleta. Al final de la historia lo dejaron en la Panamericana. El caso es que Elsa declaró en ese momento a uno de los medios tradicionales: “En este país hay que aguantar. Siempre dicen que está todo bien. Y yo les puedo asegurar que la inseguridad es terrible y que no es ninguna sensación. Si las tuviera delante mío, no les diría nada bueno a las autoridades”. No faltó incluso el medio que quiso darle alguna connotación política al episodio.

Por lo que dicen los investigadores de Drogas Peligrosas, en aquel hecho hubo de por medio lo que se conoce como una mejicaneada, es decir un robo entre grupos que estaban vinculados con la venta de drogas.

Según lo explicado por el secretario de Seguridad, Sergio Berni, los dealers le compraban la droga a una organización de ciudadanos bolivianos que vivían en Lomas de Zamora y que también resultaron detenidos. Se está buscando también a otros proveedores, principalmente de las drogas de diseño. Los distribuidores mayoristas, jefes del grupo, eran Gastón Mercau y la persona que se suicidó, Alejandro Neri Chávez. En sus domicilios no se encontró droga: la táctica consistía en alquilar propiedades por tres meses, allí hacer el fraccionamiento y luego los distintos integrantes “entregaban las sustancias como si fuera un delivery de sustancias legales”, según consta en la causa judicial.

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