SOCIEDAD
Un universitario de 19 años, preso por tirar con un rifle en Recoleta
En la esquina de Santa Fe y Billinghurst, al menos 15 personas fueron heridas en los últimos meses. La policía descubrió el origen de los disparos de aire comprimido. Y detuvo a un joven.
O tiene problemas psicológicos o, como afirma el dicho popular, “no tuvo infancia”. Son las dos opciones que comentaban en el barrio porteño de Recoleta luego de la detención de un joven de 19 años, acusado de herir al menos a quince personas con un rifle de aire comprimido. “Teníamos miedo porque estos chicos empiezan así y uno vaya a saber con qué siguen”, juzgó una coqueta anciana, vecina del muchacho, que hasta ayer a la noche no había declarado y aún permanecía preso.
Como un despliegue “impresionante”, según evaluaron en un comercio de venta de artículos electrónicos lindero al domicilio allanado, cerca de cincuenta efectivos de la Federal coparon el edificio de Billinghurst 1796. Pericias balísticas habían determinado que los disparos provenían de un sector determinado del inmueble. Se repartieron en los primeros cinco pisos y, durante dos horas, inspeccionaron los departamentos que dan al frente. En el 3º “A” encontraron un rifle de aire comprimido, con el que presumen fueron hechos los disparos y una caja de balines.
El joven detenido, un estudiante universitario que desde hace tres años vive en el lugar junto a su madre, fue trasladado esposado y con la cara tapada con una campera con destino a la comisaría 21ª, que intervino en la investigación.
Las agresiones comenzaron hace tres meses, cuando dos personas fueron heridas e hicieron la denuncia. A las pocas semanas, un comerciante denunció que le habían roto una vidriera con un balín y otras dos personas que le habían disparado con un aire comprimido: una en el hombro y otra en la pierna. Este mes, las víctimas fueron un adolescente en el muslo, un señor en la pierna y una mujer en la cintura, siempre en la intersección de Billinghurst y Santa Fe, y la mayoría de las veces a la medianoche o de madrugada.
Además de personas, los blancos del “francotirador” fueron comercios de la misma esquina: la ochava de un café tiene la marca de un impacto y un puesto de diarios recibió varios balinazos.
“Acá nos enterábamos al día siguiente, porque las marcas recién las notábamos a la mañana, pero era el tema de conversación y más hoy, con la cantidad de policías que hubo y el tiempo que estuvieron pensábamos que era por otra cosa”, afirmó una trabajadora del café. El dueño del puesto de diarios estimó que “los casos fueron más de quince, no todos los que fueron heridos hicieron la denuncia, creo que debe haber más víctimas. Casi siempre les pegaban debajo de la cintura”.
Por su parte, una vecina de unos 50 años remarcó que “los ataques” fueron siempre en la misma esquina y aseguró que “daba miedo pasar por ahí porque uno ya sabía lo que le podía tocar. Al amigo de mi hijo le dieron en el tobillo y no se dio vuelta por temor a que le tiren en la cara”.
El informe del operativo detalló que “tras la ubicación del edificio, los policías, con orden judicial, allanaron domicilios y en el señalado con la letra “A” se halló un rifle de aire comprimido calibre 5,5 en excelente estado”.
Para identificar el edificio, los peritos de la División Balística de la Superintendencia de Policía Científica primero hicieron la pericia planimétrica, con un láser, desde los lugares que fueron baleados. Tras ese primer estudio, los expertos determinaron que los disparos surgieron de alguno de los cinco departamentos “A” –del frente– de ese edificio entre el primero y el quinto piso.
Los investigadores sospechan que el detenido es el responsable de los disparos, aunque aún faltan las pericias. De encontrarlo culpable, el joven no tendrá que cumplir la pena en la cárcel porque es un delito excarcelable. La causa judicial está caratulada como “lesiones”.