Martes, 26 de julio de 2016 | Hoy
SOCIEDAD › CUATRO GUARDIAS DEL PENAL DE EZEIZA A JUICIO POR TORTURAR A UN PRESO
En 2009, los cuatro amasijaron a golpes al preso, quien se encontraba esposado y de espaldas. Le golpearon los oídos (se conoce como plaf plaf) y perdió la audición. El juez rechazó la acusación por torturas y elevó a juicio por apremios ilegales.
Por Horacio Cecchi
Cuatro penitenciarios federales del penal de Ezeiza irán a juicio oral luego de amasijar a golpes, en diciembre de 2009, a un detenido que finalmente perdió la audición, al margen de otras marcas en el cuerpo que el tiempo hizo indelebles en su psiquis. Aunque la calificación del delito con que se eleva a juicio es provisoria y modificable, es revelador el contraste entre la lectura de la fiscalía (Sergio Mola) y la Procuvin (Claudio Pandolfi), que acusan a los cuatro energúmenos de la requisa como coautores de tortura, y la del juez federal subrogante de Lomas de Zamora, Federico Hernán Villena, quien rechazó modificar la calificación con la que se había abierto el expediente, apremios ilegales. La diferencia no es menor: la intensidad del dolor y la intención de provocar daño forman parte. Golpear con fuerza con manos o puños en los oídos repetidas veces con la intención de provocar daño ya fue reconocido como tortura por tribunales internacionales en varios casos, uno ocurrido en Argentina. En la jerga carcelaria se la conoce como plaf plaf y su sola mención ya constituye un sufrimiento.
Los cuatro penitenciarios, Roberto Carlos Romano, Pablo Daniel Muñoz, Gustavo Isaías Esteche y Germán Ariel Albarracín, formaban parte del equipo de requisa, también llamados paloteros porque suelen entrar sorpresivamente en los pabellones armados con largos palos de madera con los que van marcando territorio sobre los cuerpos ajenos.
El 15 de diciembre, alrededor de las 11, los cuatro acusados dentro de un grupo de requisas entraron violentamente al módulo de ingreso del pabellón H, en el Complejo Penitenciario Federal I de Ezeiza, donde se encontraba alojado SRB. Golpearon al llegar y apartaron a SRB y otros tres presos a otro sector, el Salón de Usos Múltiples, para darles un tratamiento especial, del cual SRB recibió dedicatoria especial. Lo acusaban de guardar en su colchón una bolsita de marihuana. El interno lo negó, pero ya se sabe, negar enfurece.
Lo molieron a palos. Entre las prácticas le aplicaron el conocido plaf plaf, violentos golpes con las manos contra los oídos, puro sufrimiento. Según testimonió otro de los golpeados, a SRB le dieron con “palos y golpes de puño en la espalda, pecho y tobillos –según consta en el pedido de elevación a juicio de los fiscales–, así como también golpes con la mano abierta en los oídos, lo que le provocó el sangrado. Todo ello mientras la víctima se encontraba esposada con las manos a su espalda, y de espalda a los agentes penitenciarios que lo agredían”.
Los fiscales suponen que a SRB le estaba destinado luego el buzón, una celda de aislamiento durante unos cuantos días o semanas, a oscuras, sin visitas y con escasa alimentación. Pero el terrible castigo por la supuesta bolsita coincidió con la visita al penal de una funcionaria de la Procuración Penitenciaria de la Nación que por motivos que se desconocen se topó con el detenido, en su celda, con los golpes que le salían del cuerpo y los oídos de los que manaba sangre. La funcionaria tomó nota del estado y la denuncia. Al día siguiente, un médico de la PPN, revisó a la víctima y constató hemorragias en los párpados, marcas en la espalda, hematoma bajo las costillas a la altura del riñón izquierdo, fuertes moretones en las piernas, y “sangrado de ambos oídos (otorragía bilateral) de origen traumático, con diagnostico final de perforación timpánica de oído derecho, lesión de carácter permanente”.
De los acusados, Romano dijo que fue “un procedimiento de rutina”; Muñoz no recordaba haber participado; Esteche indicó que SRB “estaba sentado en el SUM, y no se le veía lesiones, y que no tomó conocimiento que haya tenido alguna gresca”; y Albarracín manifestó que en la requisa encontró “dentro del colchón una ‘pelota’ de nailon, que en su interior presumió que era picadura de marihuana”. Lo llevaron al SUM donde un médico lo revisó “siendo que en ese momento no tenía lesiones”. La cuestión es que cuando lo entrevistó la funcionaria, el cuerpo de SRB era un campo de batalla.
El caso fue abierto como apremios ilegales. El peso estaba puesto en que SRB había sufrido maltrato. Tiempo más tarde, la Procuvin recibió el expediente y corrigió el vector: se valorizó la lesión en los oídos, la sangre que manaba se vinculó a la violencia de los golpes y a la pérdida de la audición; se comprobó que el preso había reconocido en fotos a los guardias; se pidió el apartamiento de los mismos del contacto directo con presos y con sus familiares; y finalmente se dio por comprobado que el plaf plaf es una práctica de tortura tal como lo reconocieron los tribunales internacionales.
En el requerimiento de elevación a juicio, Sergio Mola y Claudio Pandolfi acusan a los cuatro paloteros como coautores de torturas. El juez Federico Villena se mantuvo en sus trece: apremios ilegales. El dolor que sufrió SRB debe haber sido el dolor de rutina.
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