Viernes, 10 de marzo de 2006 | Hoy
Por primera vez, un informe sistematizó la situación de las travestis: violencia, vivienda, salud, educación. El libro que recopila el estudio fue publicado por Madres de Plaza de Mayo.
Dentro de la comisaría, por la calle, en la escuela, en el hospital, en un boliche, en su vecindario, entre sus familiares, en los medios de transporte, en cualquier oficina pública. En ese orden y en esos ámbitos, más del 90 por ciento de las travestis, transgéneros y transexuales sufrieron y sufren sistemáticamente algún tipo de violencia. Cuando el formulario de la encuesta realizada en Capital Federal, Gran Buenos Aires y Mar del Plata pedía “respuestas con un máximo de tres opciones posibles”, aparecieron las especificaciones: lideran las burlas e insultos seguidas por las agresiones físicas (en un 72,8 por ciento), la discriminación y el abuso sexual. “Estos resultados le ponen cifras al daño irreparable de la discriminación, del sufrimiento innecesario, de las barreras absurdas para el ejercicio de los derechos elementales que se levantan para algunos sujetos por el mero hecho de su identidad sexual”, señala la filósofa e investigadora Diana Maffía en el prólogo de La gesta del nombre propio, un libro que recoge y analiza los datos relevados durante el año pasado por la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (Alitt). El informe también da cuenta de las dificultades que tienen las 302 travestis encuestadas para acceder a la condición de ciudadanía, la vivienda, el sistema de salud o la educación.
Una larga lista de nombres de travestis muertas en los últimos cinco años, mencionadas durante la investigación, abre el primer capítulo de este libro. Suman en total 420 y más del 60 por ciento murió de sida. La encargada del capítulo de salud, la socióloga María Alicia Gutiérrez, da algunas pistas al citar a un médico del Hospital Muñiz que trabaja en la unidad especial para el tratamiento de VIH: “La primera controversia es sobre dónde deberían ser internadas. Nunca se les preguntaba a ellas dónde querían ir. Allí comienza una primera situación de conflicto porque no querían ir a la sala de varones porque eran abusadas por pacientes, familiares de enfermos o por los propios enfermeros”.
Más del 85 por ciento de las entrevistadas sufrió algún tipo de abuso policial. A diferencia de las situaciones de violencia, a mayor edad aumenta la proporción de víctimas de abusos policiales: el más mencionado es la detención ilegal que sufre el 90 por ciento de las encuestadas, seguido por los golpes perpetrados por el personal policial y el pedido de coimas. Estas últimas crecieron como consecuencia de la reforma del Código Contravencional de 1998.
Esta modificación no habilitó a la policía para detener a quienes violaran ese artículo, ya que los efectivos debían avisar al fiscal responsable de impartir las instrucciones del caso. Pero en lugar de notificar al fiscal, la policía exige una coima. La copia de una denuncia –contenida en el libro– testimonia esta situación: “Sr. Defensor: al regresar a mi casa del barrio de Congreso, donde ejerzo la prostitución, un agente de la policía que estaba en la esquina de Cochabamba y Luis Sáenz Peña se acercó a mi domicilio y me dijo que ejercía la prostitución en mi casa y me pidió 50 pesos para no hacerme la vida imposible. Como no le di, tocó, a las cinco de la mañana, el portero eléctrico de todos los vecinos preguntando ‘¿acá vive una travesti?’. Pido la intervención de la Defensoría del Pueblo. Me amenazó con hacerme la vida imposible hasta que abandone la jurisdicción de ellos”.
La criminalización de la identidad travesti y la estigmatización que apareja el ejercicio de la prostitución callejera –principal fuente de ingreso para el 80 por ciento de las encuestadas– coloca al colectivo en una posición muy vulnerable. No es casualidad encontrar que el segundo lugar de las causas de fallecimiento, 17 por ciento de los casos, sea el asesinato. El resto de las causas de muerte mencionadas incluyen accidentes de tránsito, suicidio, cáncer, cirrosis, sobredosis, diabetes, abandono de persona y complicaciones derivadas de procedimientos de inyección de siliconas.
“Lo más sorprendente –afirma la antropóloga Josefina Fernández, una de las compiladoras del informe– fue el momento en que comenzamos a procesar las listas de travestis muertas conocidas por las mismas entrevistadas. Esta fue una experiencia verdaderamente increíble para todas las integrantes del equipo de trabajo: para unas porque el número es en sí mismo escalofriante, todas muertes evitables; para otras porque en cada nombre había una anécdota, una historia de vida.”
La marginación y la inequidad impuestas a las travestis también pueden verse en las aulas. Si se contrasta el nivel de deserción escolar del último del censo oficial de 2001 para Ciudad de Buenos Aires y los partidos del Gran Buenos Aires, la comunidad travesti duplica la proporción de la población general (de 15 años y más) que no terminó la escuela primaria. Más del 60 por ciento de las entrevistadas que abandonaron la primaria asumieron su identidad de género antes de los 13. El motivo de deserción escolar más mencionado: la discriminación. Una vez más, los testimonios humanizan las estadísticas: “La primera situación de normatividad que yo registro es en la escuela. Yo (hasta ese momento) era libremente una niña que estaba entre un montón de hermanos, que no sabía si era niño o niña porque a nadie le importaba, era free. Pero cuando yo ingreso al sistema de escolarización lo que yo sentí era la necesidad imperiosa de esa escuela de ponerme en un lugar, de situarme una conducta y una conducta súper expulsiva”.
Publicado por la editorial de las Madres de Plaza de Mayo, este informe fue realizado por activistas travestis, transexuales, transgéneros, feministas y mujeres del campo académico. La selección de este grupo no fue casual, como advierte la otra compiladora del libro, la activista Lohana Berkins: “Responde a la vocación de nuestra organización de romper las fronteras que separan academia de activismo”.
La gesta del nombre propio puede leerse en dos sentidos, apunta Josefina Fernández: “Todos los testimonios tienen por detrás la lucha por el nombre propio, por ser nombradas por el nombre elegido. Por ese nombre propio, las travestis no asisten al médico, no concurren a los hospitales, no acceden a la educación, al trabajo; por ese nombre propio son expulsadas de sus hogares. Por otro lado, quienes participamos en este libro esperamos que sea también la gesta del nombre propio para el colectivo travesti, que sea ese primer relato en torno del cual aglutinarse, politizar el padecimiento, proyectarlo”.
El libro será presentado hoy, a las 19, en la Biblioteca Popular Julio Huasi, Hipólito Yrigoyen 1584. Habrá una mesa redonda en la que participarán Diana Maffía, Liliana Daunes, Lohana Berkins y Paula Viturro.
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