Viernes, 23 de junio de 2006 | Hoy
Los trabajadores de Metrovías sostienen que los robos son moneda corriente. También apuntan contra la falta de controles técnicos a los trenes. Y a la escasa vigilancia contratada.
“Nos hemos cansado de denunciar los robos a boleterías, y a los punguistas y arrebatadores que roban en los andenes”, reclamó Roberto Pianelli, delegado de la línea E de subte. Ayer por la tarde, en la estación Callao de la línea B, donde una joven de 21 años denunció que el viernes pasado fue violada y asaltada, ya se había ubicado, convenientemente, personal de seguridad privada y un policía, pegados a los molinetes con los ojos atentos y desconfiados ante cada pasajero. Esas presencias no acallaron el problema: los trabajadores del subte acusaron de la inseguridad a la falta de personal y a la escasa presencia policial. Según ellos, el riesgo para los pasajeros supera al fortuito ataque personal y es permanente debido a la falta de mantenimiento de los coches. El miércoles, una formación descarriló en la línea D y, de acuerdo con los trabajadores, “no hubo muertos de milagro, porque no fue en hora pico”.
“Hay para todos los gustos”, indicó Pianelli sobre el tipo de delitos que ocurren bajo tierra. Los relatos de guardas y conductores hablan de robos de recaudaciones en las boleterías, arrebatos y asaltos con armas en los andenes cuando hay pocos pasajeros y punguistas de dedos ágiles que aprovechan el hacinamiento de los vagones o las estaciones durante los horarios más concurridos. “Hace mucho que denunciamos estas cosas. Somos los primeros interesados en que haya seguridad para nosotros y para los pasajeros”, señaló.
“¿Cómo se explica que nosotros, que no estamos preparados para eso, nos damos cuenta de quiénes son los carteristas y cómo trabajan? Si cuando vemos varios en un andén, decimos que hay una convención”, se quejó y bromeó un guarda de la línea D. Las posibles “zonas liberadas” van más allá de los momentos en los que los vagones viajan repletos. Sumados a los garfios disimulados detrás de un saco que cuelga de un brazo o de un diario, los andenes poco habitados también implican un riesgo. “Uno puede bajar a una estación y le puede pasar cualquier cosa”, comentó el trabajador.
En ocasiones, la actividad de los punguistas es interrumpida por los ojos atentos de algún pasajero. “Son excepciones, pero a veces la gente se da cuenta de lo que están haciendo o alguien grita cuando le roban y los terminan corriendo a las trompadas”, comentó el guarda.
La denuncia de los delegados apunta a la falta de personal dispuesto por Metrovías en las estaciones. Pianelli contó que “no es suficiente el personal encargado de la asistencia al pasajero, ni los policías distribuidos. Es cierto que la encargada de la seguridad es la Policía, pero quienes asisten a los pasajeros serían los primeros en detectar algo extraño y dar la alarma”. Incluso los trabajadores sospechan que la cantidad de policías adicionales que custodian las estaciones es menor a la que la empresa paga.
La insuficiencia de personal se hace visible ante las urgencias. La semana pasada, una persona se desmayó en un subte parado en la estación San Juan. Allí no había un policía, ni un empleado de Metrovías. Como el manual de procedimientos indica que alguien debe quedarse junto a la persona desmayada hasta que reciba atención, el boletero debió cerrar la boletería para que la formación pudiese continuar hacia Retiro.
Donde tampoco parece que hubo nadie para ver lo que sucedía fue en la estación Callao. La joven que denunció la violación aún no declaró ante la Justicia, y los investigadores esperaban las palabras que los pudieran guiar en la elaboración de un identikit de los agresores.
El peligro para los pasajeros se repite al viajar en vagones sin mantenimiento. “En el descarrilamiento de ayer (por el miércoles), el vagón quedó abierto como una lata de sardinas. Si no hubo muertos fue de milagro, porque no fue en hora pico; si no, hubiese sido una tragedia”, advirtió Pianelli.
Las quejas acerca del estado en el que la empresa tiene los coches empezaron hace cuatro años y se originan “en el decreto de emergencia ferroviaria que recortó los servicios en un tercio y autoriza a que no se realice más mantenimiento que el necesario para las reparaciones”. “Vamos a empezar a actuar de otra forma –adelantaron los delegados– y no vamos a dejar salir formaciones con inconvenientes técnicos. Sabemos que puede afectar al usuario, pero les pedimos que lo entiendan.”
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