Sábado, 12 de agosto de 2006 | Hoy
SOCIEDAD › PRIMER SIMULACRO CONJUNTO DEL MERCOSUR POR UN POSIBLE CONTAGIO
Por primera vez en el continente, un simulacro puso a prueba la reacción de los países del Mercosur ante la eventual llegada por avión de un pasajero con síntomas de la gripe. Fue en Puerto Iguazú. Aquí, la crónica de un alboroto que muchos turistas creyeron verdad.
Desde Puerto Iguazú
A pesar de que era un vuelo de cabotaje, el contexto no ayudaba. El pánico podía escucharse en el informativo del auto que iba a Aeroparque al dar las noticias sobre el terrorismo desbaratado, el diario en el hall alertaba sobre el “miedo a volar” como título de primera plana y el asiento estaba en una fila no apta para supersticiosos: la 13. El arribo a Puerto Iguazú, en Misiones, fue peor. La recepción la dio un alboroto que brotaba desde una de las mangas. Tres personas con delantales celestes, cofias y barbijos corrían cargando una silla de ruedas hacia un avión recién llegado. Sacaron a un hombre que se movía con violentas convulsiones y no dejaba de toser, le pusieron una mascarilla. Algo se había filtrado por la triple frontera.
Más personas con barbijos se encargaron de los demás pasajeros que gritaban desconcertados. El temor ante un posible ataque terrorista con armas biológicas se deshizo en poco tiempo. “¡No se preocupen, son todos actores, es un simulacro!”, informaba a los turistas preocupados un funcionario. A unos metros, el ministro de Salud, Ginés González García, verificaba la representación de la llegada de un avión con posibles enfermos de gripe aviaria. No era más que un entrenamiento preventivo.
La ciudad misionera fue sede del primer operativo de estas características que se lleva a cabo en el continente –hay antecedentes en Asia y unos pocos en Europa–, con la presencia de funcionarios y profesionales del Mercosur y los países asociados.
El simulacro fue el punto final para una semana de capacitación de promotores de salud y funcionarios que se realizó en Puerto Iguazú. Unas 300 personas de diversas áreas del Estado trabajaron en la preparación del sistema de emergencias sanitarias para la atención de casos de gripe aviaria en una posible pandemia. “Hace más de dos años que estamos trabajando muy fuerte en este tema”, indicó el ministro Ginés González García, luego de haber presenciado la actividad en la que también participó el Ministerio de Salud de la provincia de Misiones.
La elección de Puerto Iguazú para la práctica responde a que se trata de una ciudad que limita tanto con Brasil como con Paraguay y que posee un aeropuerto internacional al que arriban cerca de 1,5 millón de personas. “Es uno de los lugares en los que hay que incentivar lo que estamos haciendo en cuestión de prevención”, afirmó.
“Este tipo de simulacros sirve para ver qué es lo que falta y, en general, falta previsión y organización. Pero son pocos los países que estando tan lejos de donde se encuentra la enfermedad tengan esta clase de trabajos”, remarcó.
La simulación se inició cuando el comandante de un vuelo proveniente de Jutlandia, una nación tan simulada como lo demás, comunicó al aeropuerto que uno de los pasajeros mostraba los síntomas de una gripe muy fuerte, tosía y tenía fiebre. En tierra, las autoridades locales pusieron en marcha el operativo. Poco después del aterrizaje, el enfermo, posiblemente con influenza, fue llevado con una mascarilla de oxígeno hasta la sala de primeros auxilios del aeropuerto.
El resto de los pasajeros no estaba libre de problemas. Aunque caminando, cuatro chicas –la mayoría de los viajeros eran mujeres, todas promotoras de salud que participaron de la capacitación– eran acompañadas con barbijos hacia un hall. Ellas también tosían y se tomaban la frente como muestra del estado febril. Más tarde pasaron los que quedaban, algunos largaban carraspeos ensayados y todos intentaban gestos de angustia.
–¡Yo me quiero ir a mi casa!
–¡Me siento bien!
–¡Me voy con mi familia y después veo a mi médico de cabecera!
Unos y otros reclamaban que los dejaran ir mientras los médicos (reales) pedían calma. La orden era llevar a los que no tenían síntomas a los micros que esperaban en la salida y de ahí al hospital. Casi todo colapsa cuando las cuatro chicas de barbijos quedaron sin custodia y muy cerca de salir del aeropuerto. Los médicos llegaron a tiempo para evitarlo.
Peor estaba el aparente responsable. En la sala de primeros auxilios no paraba de toser mientras se sacudía sobre una camilla. Los médicos lo revisaban con un malón de fotógrafos ocasionales que querían tener un recuerdo de aquello que no quisieran vivir. El se fue en una ambulancia que abría la caravana. Detrás iban los micros y, cerrando, la camioneta con el ministro.
La agitación de la urgencia continuó en el hospital. Después de 25 kilómetros en ambulancia y micro, llegaron los ocupantes del avión. Allí también había un grupo de periodistas que pugnaban por entrar mientras que una valla humana de policías con mascarillas los frenaban. En el interior, los viajeros eran clasificados y según su estado iban a internación o hacia los consultorios externos. Las quejas continuaban: “Soy de Jutlandia y vine a hacer turismo –respondía en la entrada una joven–. Me dicen que vaya al consultorio uno, pero no me indican dónde está”. Con todos los pacientes derivados, el simulacro terminó. Al fin hubo un aplauso, un poco por lo aprendido, otro poco por el show.
Informe: Lucas Livchits.
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