Jueves, 7 de septiembre de 2006 | Hoy
SOCIEDAD › PRIMERA ENTREVISTA A LA CHICA AUSTRIACA SECUESTRADA
Natascha Kampusch, cautiva durante ocho años, relató que soñaba con “cortarle la cabeza” a su secuestrador. Aunque prefirió no hablar mal de él. Contó que sabía que la buscaban muerta.
La pregunta es repetida, universal casi. Y Natascha Kampusch, la joven que pasó ocho años secuestrada en Austria, también se la hizo durante su encierro. “Me preguntaba una y otra vez por qué esto me tenía que pasar a mí, entre los muchos millones de personas”, dijo Natascha que se interrogaba en su cautiverio. La revelación fue hecha durante una entrevista que concedió a la revista News, al diario Westdeutsche Allgemeine Zeitung y al canal ORF, en las que fueron sus primeras apariciones públicas. Luego de su sufrimiento, quiere comenzar proyectos para ayudar a quienes sean víctimas de secuestros y a los habitantes de Africa, contó.
Después de quedar en libertad, a las pocas horas, su captor se suicidó. La joven que ahora tiene 18 años comenzó a contar su historia ayer, a dos semanas de haber escapado del sótano en el que estuvo alojada. “Siempre pensaba en la fuga. Siempre me rompía la cabeza pensando en cuándo llegaría el momento justo. Pero no podía arriesgarme”, explicó.
Para argumentar su opción por esperar el instante adecuado, Natascha describió a Wolfgang Priklopil, el hombre que la mantuvo encerrada en su casa de Strasshof, en los suburbios de Viena. “Sufría una paranoia muy fuerte y era crónicamente desconfiado. Un intento fallido hubiese significado no poder salir nunca más de mi calabozo. Tenía que ganarme sucesivamente su confianza. Una vez, en coche, quise desprenderme el cinturón de seguridad para saltar del vehículo, pero me retuvo”, comentó. Aunque no quiso hablar mucho de él porque “ya no está aquí para defenderse. Pienso que arremeter contra una persona muerta no es muy agradable, especialmente por su madre”, sostuvo.
Pero los deseos de Natascha, secuestrada cuando tenía diez años, el 2 de marzo de 1998, aparecían de algún modo. Ella soñaba “con cortarle la cabeza, si hubiese tenido un hacha”.
Natascha apareció segura de sí misma, elocuente y al mismo tiempo tensa. Respondió con detalles y con frecuencia cerraba los ojos al pensar y hablar. Pálida y delgada, se la vio en la televisión con vestimenta a la moda y algo maquillada. Llevaba una blusa de color lila bordada y alrededor del cuello una cadena roja de la que colgaba un dije plateado. Un pañuelo recogía su cabello rubio rojizo.
Allí reveló que la oportunidad finalmente se le presentó y escapó “a través del alambrado del jardín” de la casa donde estaba encerrada en un momento en el que su secuestrador estaba distraído hablando por teléfono. “Giraba la cabeza y por primera vez me di cuenta de lo débil que estaba”, manifestó Natascha, quien cuando huyó pesaba 42 kilos. Luego intentó hablar por teléfono, pero a quienes encontró no tenían celulares. Por eso saltó a través de una ventana de la cocina de una casa vecina, donde le rogó a una señora que llamara a la policía.
“Me preguntaba una y otra vez por qué esto me tenía que pasar a mí, entre los muchos millones de personas. Siempre pensaba: no vine al mundo para encerrarme y arruinar por completo mi vida. Estoy desesperada por esta injusticia. Siempre me sentía como una pobre gallinita en un criadero. Seguramente ustedes vieron en la televisión mi calabozo. Así que saben lo pequeño que era. Era para desesperar”, afirmó.
“Estaba convencida de que nadie me seguiría buscando y que por eso nunca sería encontrada. Fue muy frustrante para mí cuando me enteré de que la gente me buscaba con excavadoras. Buscaban mi cadáver”, expresó. Ahora las cosas han cambiado: “Estoy atravesada de pensamientos de libertad”, dijo.
Natascha también desmintió las especulaciones sobre una posible relación con Priklopil y negó que la relación con su familia no fuese buena, ya que parte de la prensa austríaca la culpaba de no haber pagado el rescate de su secuestro. Aseguró que con sus padres se lleva “muy bien” y consideró que para ellos fue “mucho peor” pensar que estaba muerta.
A pesar de ello explicó cómo había sido el día de su secuestro, cuando peleó con su madre. “Me levanté temprano. Estaba muy triste. Hubo una discusión con mi madre porque mi padre me había llevado demasiado tarde a la casa”, indicó. Y recordó que finalmente esa mañana partió hacia la escuela sin haberse reconciliado.
Sus abuelos y sus gatos fueron lo que más extrañó. Y ahora lo que más le gustaría hacer es un crucero con sus padres y visitar Londres y Nueva York. También mencionó que quisiera estudiar psicología, periodismo o derecho. Aunque lo primero que hizo en libertad fue ir de incógnito a tomar un helado. “No voy a decir el nombre de la heladería porque no tenemos que hacer publicidad, pero nadie me reconoció”, bromeó.
La experiencia por la que atravesó la impulsó para emprender diversos proyectos. “Uno de ellos es con mujeres en México –adelantó–, que son secuestradas de su trabajo, torturadas brutalmente y violadas. Quiero comprometerme para que nunca más vuelva a pasar. Y quiero ayudar a los hambrientos en Africa, porque sé por mi propia experiencia lo que es el hambre. Y cuánto humilla a las personas. Nosotros chupamos caramelos sin azúcar, pero la gente de allí se muere de hambre. Lo más importante es, sin embargo, que quiero ayudar a todos aquellos que hayan pasado por lo que pasé yo.”
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