Sábado, 23 de septiembre de 2006 | Hoy
SOCIEDAD › UN GUARDIACARCEL QUE DENUNCIO APREMIOS A UN PRESO
Dos penitenciarios bonaerenses fueron procesados por golpear y disparar contra un detenido. La investigación de los apremios pudo avanzar gracias al relato de un guardia que contó todo.
El se había cansado. Llevaba casi todo el día esperando en el área de admisión de la Unidad Penal 45 sin que le asignaran una celda. Entonces, Fabián Sampietro quiso protestar. Para aplacar las quejas surgió la velocidad que el Servicio Penitenciario Bonaerense no había demostrado para darle un lugar. Y junto con la prestancia surgió la contundencia. Al menos dos integrantes del SPB lo golpearon y uno de ellos lo hizo arrodillarse en el piso a balazos de goma que le tiraba a dos metros de distancia. Ambos fueron procesados gracias al relato de los maltratos aportado por otro guardia que abrió los barrotes del silencio.
La historia de Sampietro con las cárceles bonaerenses no es para nada edulcorada. Seguramente porque lleva unos 15 años pasando por diversos penales de la provincia, y casi la misma cantidad de tiempo luchando desde adentro por cambiar el sistema que trata a los presos como a objetos en un depósito. Hace casi tres meses, en la Unidad 45 de Melchor Romero, vivió por última vez aquello contra lo que pelea.
Llegó trasladado desde la 34, destinada a inimputables, por lo que no debía estar allí. Se encontraba cumpliendo una condena de 4 años y 6 meses por tenencia de arma de guerra en una causa que, según su abogado, Roberto Cipriano, integrante del Comité contra la Tortura, “fue armada por la inteligencia del SPB”.
Sampietro había ido a Trenque Lauquen el 17 de octubre de 2005 para acompañar a otro detenido en una declaración. “Ahí, inteligencia del SPB le avisa con un fax a la comisaría de Trenque Lauquen que él iba a ir para liberar a un preso –explicó Cipriano–. Pero él iba como hace siempre con otros compañeros, para acompañarlo. Entonces la policía y personal del SPB que estaba armado y de civil los agarran cuando están en la puerta de la fiscalía fumando un cigarrillo. Es ahí cuando le plantan el arma. Con esto confirmamos que el área de Inteligencia, que está para que no haya problemas en el interior de los penales, hace inteligencia hacia afuera.”
Quienes conocen a Sampietro coinciden en que se trató de una venganza de los carceleros. “Es un caso emblemático de cómo el SPB no se banca a los que tratan de cambiarlo”, contó Azucena Racosta, fundadora y su compañera en La Cantora, un proyecto de taller de radio en las cárceles. Ella estaba junto a él en Trenque Lauquen: “Vi cómo le ponían el arma, no tenían orden de requisa y la fiscal le tomó declaración esposado”.
La supuesta represalia continuó cuando fue condenado. Primero con el paseo por varias unidades: de la 29 a la 45, de allí a la 34 y de vuelta a la 45. El 5 de julio pasado, el recibimiento fue parte de la misma actitud. Después de haber pasado casi un día en el área de admisión, sin que se lo derivara a una celda, llegaron los golpes y las balas de goma. Al menos así lo cuenta Héctor Maximiliano Torres, un guardia de 24 años que lo presenció. Su testimonio a la Fiscalía de Instrucción Nº 6 –al que tuvo acceso Página/12– fue fundamental para el procesamiento de los penitenciarios.
“Sampietro estaba alojado en las ‘leoneras’ (sector de admisión). Desde la mañana estaba reclamando. Estaba mal, ya que lo trasladaron. Estaba tirado en el pasillo con una frazada y con sus pertenencias”, recuerda Torres en su declaración. Los baldazos de agua y la rotura de unos vidrios que Sampietro eligió para protestar llamaron la atención de los encargados del penal. Los primeros en llegar fueron el oficial Démola y el jefe del penal Martín Marcos, que llegó “muy alterado, a las puteadas”. Ambos fueron procesados por apremios. También había otros funcionarios, “entre diez o doce”, según Torres.
El relato ubica a los dos penitenciarios con sus escopetas dentro de la “leonera”. “Sampietro se puso contra la pared, saltando para esquivar los disparos, Marcos descargó los seis disparos de la escopeta. Estaba arrodillado de tantos disparos, estaba vencido. Marcos, con la culata de la escopeta, le pegó en la nuca. Estaba lastimado y se desmayó”, dice el guardia. “Como estaba de espaldas fácilmente hubiera sido reducido”, aclara. Pero “Marcos, no bien entró, le disparó a una distancia de dos metros”.
Golpeado, baleado y con las manos esposadas en la espalda, Sampietro fue arrastrado 20 metros hasta Sanidad. En ese lugar lo vuelve a encontrar Torres, que se había lastimado un ojo limpiando los vidrios. Ahí lo encontró “tirado en el piso, boca abajo y esposado, ni se movía”. No obstante, Démola le puso otro juego de esposas en los tobillos y después “lo escupía”.
“Marcos me dijo lo que yo tenía que decir cuando me llamaran a declarar –contó Torres–. Me dijo ‘otra no te queda’, en tono amenazante, de lo contrario algo me pasaría.” Las amenazas no sirvieron.
Informe: Lucas Livchits.
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