Domingo, 15 de octubre de 2006 | Hoy
SOCIEDAD › MUESTRA FOTOGRAFICA EN HOMENAJE AL CHE GUEVARA
El año que viene se cumplen 40 años de la muerte del Che, pero los homenajes ya empezaron. Uno es la muestra de fotos cubanas que recorre Córdoba, La Plata y Rosario, e incluye algunas imágenes raramente vistas.
Por Paloma García
Las imágenes no son de combate sino “del hombre que amó, disfrutó de sus hijos y del trabajo con los obreros”, según cuenta Saúl Corrales, curador de la exposición e hijo del mítico fotógrafo cubano Raúl Corrales. Son casi cien fotos realizadas por Alberto Korda, Liborio Noval, Perfecto Romero, Chinolope, Osvaldo y Roberto Salas, Raúl Corrales y José Figueroa, el sueco René Burri y el francés Roger Pic.
Cuando triunfa la revolución que desplaza a Fulgencio Batista, en Cuba había un millón de analfabetos. La imagen fotográfica fue una herramienta de comunicación fundamental. Alberto Díaz Gutiérrez, conocido como Korda, contaba en una entrevista con Página/12 que resultó ser de las últimas que él no buscaba “hacer héroes con mis fotos. Mis tomas intentaron captar el carisma de los comandantes, reflejar al hombre que vive y vivió dentro de ellos, si bien no tuve tantas oportunidades de retratar al Che como a Fidel. Del Che me pareció siempre increíble eso de venir a pelear por un país que no era el suyo, y contra un ejército profesional. En una guerrilla de la cual sólo sobrevivieron 12 hombres, no sólo fue el médico sino un combatiente excepcional”.
Otro de los fotógrafos testigo fue Liborio Noval, quien asegura no haber tendido conciencia pronta de que estaban asistiendo a un momento histórico. “En verdad fue Celia Sánchez, la secretaria de Fidel estando en la Sierra, quien guardaba cada papelito, cada recado, e hizo una oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. Ella nos fue metiendo en la cabeza la importancia de lo que hacíamos. Quién iba a decir que el Che iba a ir a Bolivia, que antes iba a estar en el Congo, que a Guevara lo iban a matar y el Che iba a ser lo que es hoy en día.”
Noval tenía 18 años y trabajaba en una agencia de publicidad en La Habana, cuando “los barbudos” desembarcaron por el sur de la isla. En enero de 1959 pasaba a ser laboratorista del periódico Revolución, que hoy se llama Granma. “En 1960 le había hecho algunas fotos al Che en distintas actividades –recuerda Noval–, y fue el 26 de febrero de 1961 cuando hablé por primera vez con él. Ese domingo me enviaron a cubrir un trabajo voluntario en el Reparto Martí, donde construirían casas para personas humildes. Cuando llegó el Che, ‘el argentino’, como le decíamos entre nosotros, preguntó qué estaba haciendo yo allí. Le expliqué que estaba cubriendo la noticia, y me contestó que él no me preguntaba eso sino si había ido a trabajar. Le expliqué que sí, que fotografiar era mi trabajo, y me dijo si estaba dispuesto a coger una carretilla y hacer trabajo voluntario como constructor. Cuando asentí, me dijo: ‘Deja tu cámara por ahí y ven conmigo’. Así empezamos a trabajar juntos durante más de cuatro horas. Era el primer trabajo voluntario del Che como ministro.”
“A partir de entonces –agrega– del periódico comenzaron a enviarme con más frecuencia a las actividades del Che, y de vez en cuando conversaba conmigo de fotografía: qué tipo de películas usábamos y qué lentes. Así fuimos a varios trabajos voluntarios hasta que un día, en una actividad, me dijo que no le tomara más fotos en los trabajos. Le pregunté si pasaba algo, a lo que él contestó que conmigo no pasaba nada, pero que como los lunes había reunión de ministros y él era el único que salía en la portada haciendo tareas, los demás le hacían bromas y por eso no quería más fotos. Eso sí, yo tenía que seguir yendo al trabajo voluntario.”
Noval dice que lo asombra encontrarse imágenes del Che en los lugares más diversos: en el aniversario de Pablo Neruda en Isla Negra, en manifestaciones contra el aborto en Estados Unidos, en las marchas de la comunidad gay en todo el mundo, entre motoqueros de las Harley Davidson; entre los iconos del movimiento independentista IRA en Irlanda y ni qué hablar de las marchas en Argentina. “Eso es lo que me hace pensar que el Che sigue vivo. Tanta gente sintiendo la necesidad de identificarse en la rebeldía que el Che les representa”, dice.
Saúl Corrales se crió escuchando las anécdotas de su padre, Raúl, fallecido el 15 de abril, que fue director de Fotografía del Instituto Nacional de Reforma Agraria, y trabajaba junto al Che en la revista del INRA desde septiembre de 1959. El Che había sido invitado a una entrevista en la televisión cubana, y Corrales le tomó una serie de retratos, luego hizo copias y le regaló al Che las fotos en un sobre. Al rato, el Che lo mandó a llamar. Corrales ingresó a la oficina y, al verlo, el Che tiró las fotografías sobre el escritorio y le dijo: “Las fotos están bien, quien está mal sos vos. ¿Para qué tantas fotos? Aprende a no despilfarrar los medios del Estado. No seas guataca”. Lo que en Argentina llamaríamos “chupamedias”.
Las fotos de Roberto Salas ayudan a entender por qué el Che se empecinaba tanto en no ser fotografiado: “El Che estuvo entre nosotros unos escasos cinco años y una buena parte, viajando por el mundo en misiones diplomáticas. Como seguramente pudo haberle pasado al resto del grupo de fotógrafos –cuenta Salas–, yo también pensaba que no faltarían chances para fotografiarlo. ¿Por qué al Che no le gustaba que le tomaran fotos? Mi teoría es sencilla, ¿a qué fotógrafo conocemos que le guste que le tomen fotos? Recuerden, el Che también era fotógrafo”.
Tirso Martínez contaba hasta su muerte de un gran remordimiento: en un campamento del Escambray el Che le había dado una cámara que había traído de la Sierra Maestra en muy mal estado, sucia, para que se la arreglara. “¿No te quedarás con ella, verdad?”, le preguntó el Comandante. “Si está buena –contó alguna vez Martínez–, a lo mejor. La traje para La Habana. Triunfó la revolución y un día fui a fotografiarlo al Ministerio de Industrias. Un grupo esperábamos afuera, en el pasillo. Salió de la oficina y delante de todo el mundo me dijo: ‘Chorro, me robaste mi cámara’. Cuando entramos a su oficina le dije que me había hecho pasar pena. Se echó para atrás en la silla y se sonrió. Nos volvimos a ver en una acto y desde la presidencia me hizo señas y me mandó un papelito preguntándome por la cámara. Luego hubo otro acto en la plaza, se encontró con el director de Revolución y le hizo el cuento. El director me mandó a buscar y ordenó a un compañero llevarle de inmediato la cámara a Che, sin arreglar, desarmada, envuelta en un periódico. El final es triste. El Che hizo un viaje a Asia y al regreso me lo encontré en otra actividad. Estaba esperando para tirar mis fotos y de pronto veo que se me acerca con una cámara colgada al cuello y me dice: ‘Mira lo que traje’. Le respondí: ‘Ah, debías haber traído un chino para que te enseñara, porque tú no sabes nada de eso’. No volví a ver al Che. No haberle arreglado la cámara y haberle dicho aquella broma es un pesar que llevo dentro.”
La muestra y el libro El Che Guevara por los fotógrafos de la Revolución Cubana compuesta por fotos del ’50 y ’60, de 11 reporteros gráficos, fue reunida por Cubaimagen. Para su gira argentina por Córdoba, Rosario y La Plata, vinieron los fotógrafos Liborio Noval, José Figueroa y Saúl Corrales (hijo) y uno de los biógrafos del Che, el francés Jean Cornier.
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