Jueves, 26 de octubre de 2006 | Hoy
Una escuela religiosa dejó sin vacantes a dos chicos porque sus padres cuestionaban la seguridad edilicia del lugar. Para el ombudsman, es un “ejercicio abusivo del derecho de admisión”.
Por Eduardo Videla
Así como los clubes de fútbol ejercen el derecho de admisión para impedir el ingreso de barrabravas violentos, un colegio privado del barrio de Belgrano esgrimió la misma prerrogativa pero para negarles a dos alumnos la rematriculación para el ciclo lectivo 2007. La denuncia realizada por los padres de los niños –ambos cursan en el nivel primario– fue tomada por la Defensoría del Pueblo porteña, que insistió en que “es necesario regular el derecho de admisión, para que no vulnere los derechos de los niños, niñas y adolescentes”, y demandó la sanción de una nueva norma, ya que la vigente fue sancionada por la última dictadura. En el caso también intervienen el Arzobispado de Buenos Aires y el Ministerio de Educación porteño.
Los dos niños cursan desde hace seis años en un prestigioso establecimiento laico del barrio de Belgrano. Se trata del Colegio Esquiú, una institución que no depende de la Vicaría de Educación del Arzobispado, sino que es administrada por una asociación civil.
El viernes, los padres de los niños –este diario no publicará la identidad para preservar su intimidad– recibieron una carta-documento en la que los notifican de que no se los matriculará en 2007, ya que se les aplica el “derecho de admisión”, por “faltar al ideario institucional” del establecimiento.
Quienes habrían faltado a ese “ideario”, sin embargo, no son los niños, sino sus padres. “Todo comenzó hace dos años, cuando a raíz del accidente de la nieta de (Raúl) Alfonsín en un una escuela, algunos padres comenzamos a preocuparnos del tema de la seguridad en la escuela. Como soy arquitecto, con otra madre comenzamos a elaborar un plan para distribuir matafuegos, mejorar las vías de evacuación y capacitar a los docentes en emergencias. Presenté una nota que nunca me contestaron y pedí una entrevista con el presidente de la asociación civil, que nunca me concedieron”, explicó a Página/12 Ignacio, el padre de los niños. Antes de que finalizara 2005, recibieron la primera carta en la que los excluían de la escuela.
“Entonces presenté un recurso de amparo y la Justicia obligó a la escuela a inscribir a mis hijos. Gracias a eso este año pudieron cursar, pero ahora vuelven a hacer lo mismo”, se queja Ignacio. Las penurias, sin embargo, no terminaron con la inscripción, en marzo. “Los chicos pudieron asistir a clase, pero nosotros no podíamos entrar a la escuela, no podíamos participar de la ceremonia de entrada ni de la oración de la mañana, como todos los padres. Imagínese, el más chico empezó primer grado...”
Esa situación terminó el 15 de agosto, después de una mediación entre el Colegio y los padres, convocada en la Dirección de Educación Privada del gobierno porteño. “Recién entonces pudimos conocer a las maestras de nuestros hijos”, recuerda Ignacio con indignación.
Ahora, con la nueva negativa a la matriculación, los padres recurrieron a la Defensoría del Pueblo, al INADI, al Arzobispado de Buenos Aires y, otra vez, a la Dirección de Educación Privada.
Para el defensor adjunto del Pueblo porteño, Gustavo Lesbegueris, se trata de un caso de “ejercicio abusivo del derecho de admisión”, lo cual pone de manifiesto la “necesidad de regular su ejercicio”. “Hay una resolución de la época de la dictadura, que establece el derecho de admisión en todas las escuelas. Esa norma se contradice con la Convención por los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, que fue incorporada a la Constitución en 1994 y por lo tanto debe ser derogada.”
–¿Debe existir derecho de admisión en los colegios? –le preguntó Página/12 al funcionario.
–Debe estar basado en principios razonables y objetivos, que no afecten los derechos de los niños.
Aunque es una institución religiosa, el colegio Esquiú no depende de la Iglesia Católica ni está subvencionado por el Estado.
–¿Por qué, si la institución ha sido hostil con usted y sus hijos, insiste en que sigan yendo a esa escuela? –preguntó este diario al padre de los niños afectados.
–Es un excelente colegio, con un nivel educativo muy bueno. Mi esposa y mi cuñada son egresadas de allí. Y mis hijos están enamorados del colegio. Además, yo no elegí irme ni me voy a ir porque a ellos se les ocurra.
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