Viernes, 4 de mayo de 2007 | Hoy
Sebastián Ballesi, de 25 años, eligió un método poco frecuente para su confesión. No porque se haya confesado ante un sacerdote, sino porque su confesión era de índole policial: le dijo al cura que él era el autor del segundo triple crimen que conmocionó a Cipolletti, el del laboratorio de análisis clínicos en el que fueron asesinadas Mónica García, Carmen Marcovecchio y Alejandra Carbajales, el 23 de mayo de 2002. El homicida arrojó ácido a las víctimas antes de asesinarlas. Por el triple crimen fue condenado a perpetua el lavacoches David Sandoval, aunque la descripción que dio una sobreviviente del asesino no coincidió con el condenado. Por si fuera poco, Ballesi también confesó al cura el crimen de la kinesióloga Diana del Frari, asesinada de 30 puñaladas el 14 de agosto de 2001 en su consultorio. Cuando el cura escuchó a Ballesi comprendió que el tema superaba cualquier avemaría y lo convenció para que repitiera su confesión en la comisaría. Allí quedó detenido. El juez penal Juan Torres ordenó una pericia psiquiátrica. Y el abogado de las familias de las víctimas, José Gerez, mostró cautela hasta que el confeso confiese ante la Justicia.
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