Para poder justificar que un servicio de tocoginecología y su sección de adolescencia adopte la modalidad de consejería pre y post aborto se necesita haber aceptado dos premisas. La primera es que el aborto es una realidad independientemente de su situación legal, donde la ilegalidad no hace más que aumentar dramáticamente el número de abortos y las consecuencias sobre la salud y la vida de las mujeres ante la falta de políticas concretas que tiendan a disminuir la causa del mismo, que es el embarazo no deseado. Y la segunda es la toma de posición de los médicos en cuanto a si van a estar de espaldas o al lado de la mujer que ha tomado la determinación de interrumpir un embarazo.

Si aceptamos estas dos premisas, surge la dificultad de ver cuál es el marco ético del asesoramiento en un contexto restrictivo legal. Dicho de otra manera: ¿es factible asesorar a una mujer sobre los aspectos biológicos y psicológicos relacionados con la interrupción de la gestación sin que esto sea visto como una incitación al delito?

A mi juicio, el asesoramiento es fundamental: los médicos poseemos el conocimiento y éste no es una posesión privada que podamos utilizar de manera discrecional; lo poseemos gracias a la población misma que nos permitió estudiar, conocer e investigar sobre ella. Por este motivo el conocimiento le pertenece a las personas que lo demanden y en todo caso sería una falta grave de responsabilidad no brindarlo sobre la excusa de la legalidad o ilegalidad de las prácticas. Sobre esta base conceptual acuerdo que no sólo es necesario sino obligatorio brindar información precisa y no sesgada, compasiva, basada en evidencias científicas y aceptando la diversidad de valores de cada uno de nosotros. No cabe duda de que estos dilemas formarán parte tan sólo de la reflexión intelectual y serán fundamentales en la praxis una vez que el aborto sea legalizado.

* Doctor en Medicina, miembro del Servicio de Obstetricia y el Comité de Bioética del Hospital Italiano de Buenos Aires.