Jueves, 20 de agosto de 2009 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Mariano Blejman
La Justicia dudó sobre Callejeros. No dudó sobre nadie más. Les extendió el beneficio de la duda, y presupuso que el único responsable de las decisiones de una banda arriba y abajo del escenario es el manager. Es la decisión de la Justicia. La reacción de familiares de las víctimas de Cromañón segundos después de la absolución se corresponde con lo inesperado de la sentencia: ¿qué implica esto culturalmente? Desde ahora, entonces, ¿resultará que subirse arriba del escenario no implica ninguna responsabilidad, que alentar el uso de bengalas y tres tiros no implica ningún riesgo, que reírse de la Justicia está bien, que reírse soberbiamente de los “caretas” también, que no haber tenido un dejo de arrepentimiento y haberse victimizado cuando había conocimiento de los dichos de Pato Santos Fontanet en programas radiales, diciendo irónicamente que estaba “prohibido el uso de más de 150 bengalas por tema”, que decir un segundo antes del comienzo del incendio “¿se van a portar bien?” ¿en realidad no implicaba hacerse cargo de nada? Esto implicará que a partir de ahora los músicos podrán hacer y deshacer conductas irresponsablemente arriba del escenario, estimular situaciones delirantes del público sin ningún tipo de problema; volverán los agoreros de la fiesta encendida a decir “¿vieron? Tirar bengalas estaba bueno. No escondamos nuestras bengalas, no nos cuenten Cromañón, nosotros lo vivimos”, dirán que reírse en la cara de los padres, que vender discos a 45 pesos, que hablar del Tribunal como El Juzgado de Los Invisibles, que usar retórica judicial para invitar a sus shows, era divertido. Ah, el rock del aguante. A los pibes los mató la corrupción. La jurisprudencia cultural sobre las 193 muertes (dato que corrigió el Tribunal, sobre los 194 que habían sido informados históricamente) provocará un daño en la construcción social del relato colectivo. Porque ese relato está quebrado. El aguante ya no es el mismo. En el mundo del rock de un lado quedaron los que piensan que el único responsable de las acciones personales es el Estado, y acaso los productores, y del otro los que creen que algo tienen que ver los que estaban sobre tablas. O sea, dirán: “Nosotros dejamos que metan bengalas y tres tiros, nosotros arengamos la fiesta debajo del escenario para esconder lo que sucede arriba, pero si pasa algo no tenemos nada que ver”. La Justicia no encontró pruebas judiciales para condenarlos (aunque se espera la apelación) y separó a la banda del manager, pero el daño cultural en el mundo del rock es irreparable. Lo dijo La Renga en la primera entrevista que dio después del incendio en el suplemento NO: “Cromañón nos hizo perder la inocencia”. La noche donde todas las tragedias posibles sucedieron en un mismo lugar hizo que el rock vernáculo ya no vuelva a ser el mismo. Y el fallo dejó abierta la herida para que ésta siga supurando.
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