La tragedia o la masacre de Cromañón, según la llamen los que creen que fue un accidente producto de la imprevisión o los que piensan que fue fruto de la desidia y la corrupción, quedará como un estigma, una marca de lo que no debe ocurrir nunca más, como las dictaduras. La herida, que parece agrandarse con el paso del tiempo, comenzó a abrirse minutos antes de las 23 del 30 de diciembre de 2004, cuando Callejeros subió al escenario de República Cromañón para reiterar, previamente a la apertura del show, lo que había dicho antes el empresario Omar Chabán: “Dejen de tirar bengalas porque puede pasar algo grave”. Apenas sonaban los acordes del primer tema cuando se incendió la mediasombra que recubría el techo y se instaló el desastre de humo tóxico, cuatro de las seis puertas cerradas, extintores que no funcionaban y descontrol total en las tareas de auxilio, con chicos que entraron una y otra vez al recinto para tratar de rescatar a amigos o parientes, hasta morir ellos mismos, frustrados salvadores.

El 31 de diciembre, luego de permanecer 24 horas en situación de “prófugo”, el empresario Chabán fue encontrado en un local abandonado, de su propiedad, en Salta al 600. Entre el 1º y el 3 de enero de 2005 presentaron sus renuncias el secretario de Seguridad porteño, Juan Carlos López, que nunca llegó a juicio, y la subsecretaria de Control Comunal, Fabiana Fiszbin, que ayer fue condenada a dos años de prisión efectiva.

También el 1º de enero, el titular del Ejecutivo, Aníbal Ibarra, prohibió los recitales en locales bailables y suspendió por 15 días sus actividades. Se conoció en esos días una denuncia de la Defensoría del Pueblo de la ciudad, entregada meses antes de la tragedia, donde se alertaba sobre la falta de seguridad en los boliches tipo Cromañón. El 2 de enero Ibarra dijo que el local tenía capacidad para 1037 personas. En la noche de la tragedia habían ingresado 4500.

El 28 de enero, la jueza María Angélica Crotto rechazó el pedido de los integrantes de Callejeros, que pretendían ser querellantes en la causa en la que terminaron como acusados. El 31 de enero, la jueza Crotto procesó, por primera vez, a Chabán. El delito que se le imputaba era el de homicidio con dolo eventual por las 193 muertes.

El 15 de febrero fue indagado, por el delito de cohecho el subcomisario de la séptima Carlos Díaz, ayer condenado a 18 años de cárcel. Entre el 21 y el 23 de febrero fueron detenidos Diego Argañaraz, manager de Callejeros, y los jefes de seguridad de Chabán y de la banda, Raúl Villarreal y Lorenzo Bussi. El 4 de marzo, en forma espontánea, el líder de Callejeros, Patricio Fontanet, se presentó a declarar ante la Justicia y responsabilizó a Chabán por lo sucedido.

El 13 de mayo, la Cámara del Crimen excarceló a Chabán con una fianza de 500 mil pesos y la decisión causó una conmoción entre los familiares de las víctimas, que organizaron “escraches” en distintos domicilios donde se suponía que estaba alojado el gerenciador de Cromañón. El 27 de septiembre de 2005 la Cámara del Crimen cambió la carátula del caso y algunos de los procesados quedaron imputados por “estrago doloso seguido de muerte”.

El 14 de noviembre de 2005 la Sala Acusadora de la Legislatura decidió el inicio del juicio político al jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra. La derivación política más importante de Cromañón culminó el 7 de marzo de 2006, cuando la Sala Juzgadora destituyó a Ibarra por diez votos condenatorios, cuatro absolutorios y una abstención. Desde el primer día, Ibarra había acusado al entonces opositor Mauricio Macri de utilizar Cromañón como “revancha política” por la derrota electoral que el ex presidente de Boca había sufrido en 2003.

Con marchas todos los meses, apelaciones y algunas amenazas, se llegó al comienzo del juicio oral, el 19 de agosto de 2008. Ayer, el Tribunal Oral 24 produjo un fallo con seis condenas y nueve absoluciones. Resta saber qué pasa con el dueño del local, Rafael Levy, quien fue sobreseído en primera instancia, aunque a fines de julio pasado la Sala III de Casación ordenó que siguiera la investigación en su contra. Esto abre la posibilidad de un futuro nuevo juicio oral por un hecho que hoy hace decir a muchos, cuando se habla de imprevisión o de corrupción, que Argentina es “El país Cromañón”, como antes era “El país jardín de infantes”.