Domingo, 18 de mayo de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › LA BATALLA QUE TERMINO EN UN NUEVO DOCUMENTO
Por Mariana Carbajal
En un hecho histórico, el 9 de octubre de 2013, Luana recibió su nuevo DNI acorde con su identidad de género femenina, luego de que el Registro de las Personas de la provincia de Buenos Aires diera marcha atrás en su negativa a modificar los datos registrales de la partida de nacimiento. La noticia tuvo repercusión internacional. Se convirtió en la niña trans más pequeña en obtener un documento con el cambio de identidad, a través de un trámite administrativo, de acuerdo con la Ley de Identidad de Género.
El Registro provincial había rechazado el trámite con el argumento de que era demasiado chica para dar su consentimiento para pedir el cambio de nombre. Pero modificó su postura, luego de que la historia fuera publicada por Página/12 y tras recibir un dictamen de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, a favor del pedido de la niña.
Antes de llegar a la psicóloga de la CHA, Viviana Paván, y al seguimiento terapéutico que coordina el psiquiatra Alfredo Grande, la mamá de Luana consultó a pediatras y otros psicólogos cuando su hijo, por entonces Manuel, le decía que era una nena, y que quería que la llamaran Luana. En ese recorrido, Gabriela Mansilla se encontró con profesionales que le dijeron cosas como que Manuel necesitaba más presencia del padre, que era pasajero ese deseo que expresaba, que los chicos fantaseaban.
Una psicóloga, la primera que consultó, le aplicó un método correctivo: le dijo que le tenían que decir que era un nene y que cuando la vieran con algo de nena, sacárselo. Esa psicóloga, cuenta Mansilla en su libro, la terminó de destruir. Durante los seis meses que duró ese tratamiento, la mamá sintió que torturaban a su hijo. Tenía su habitación cerrada con llave para que no le usara su ropa, con la que jugaba a ser nena. Con cuatro años, un día Manuel se plantó y me dijo: “Yo no soy un nene, soy una nena y me llamo Luana y si no me decís Luana no te voy a contestar”. A esa altura, la familia llevaba dos años visitando psicólogos, neurólogos y pediatras.
Mansilla no sabía a dónde recurrir ni a quién consultar. Lo único que conocía por un documental que había visto en la tele era la historia de una nena transgénero de Estados Unidos. Le pidió a su hermana que buscara en Internet un lugar adonde llevarla. Fue entonces cuando le mandó un mail a la psicóloga Paván, de la CHA, y ella contestó al día siguiente. El camino de Manuel hacia Luana se empezaba a escribir.
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