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¿Qué efectos tiene una movilización? Pienso la del 3 de junio como la postulación de un espacio de escucha, de una caja de resonancia o de un rincón de confianza. Es decir, la trama de un lugar en el que las mujeres puedan decir su palabra y no sólo en términos de denuncia. La denuncia, claro, es un hilo fuerte de la movilización convocada con la consigna de Ni Una Menos. Pero no es el único, porque de lo que se trata en el fondo es de la legitimidad del decir femenino. Como acontecimiento político, logró instalar en la lengua pública palabras como patriarcado y femicidio. Reclamamos creencia a la denuncia pero fundamentalmente respeto al no. En una plaza en la que no cabían más cuerpos porque a la vez había lugar amoroso para todos los cuerpos –y esa fue la intensidad mayor que el día tuvo, la hospitalidad intensa con la que se trató la heterogeneidad–, se leyó un documento en el que se reclamaba el derecho a un decir no sin castigo. Es evidente que la práctica del aborto en obligatoria clandestinidad es parte de esas restricciones al no femenino.

Decir no es, también, decidir la interrupción voluntaria del embarazo en condiciones sustraídas del negocio médico y de la culpabilización que se liga a su práctica en secreto.

Una movilización produce ondas, está en manos de todas y todos la posibilidad de aprovecharlas para expandir derechos y libertades. Los acontecimientos callejeros –una manifestación multitudinaria, digo– tienen mucho de fiesta: encuentro y conmoción. Ahora estamos en el día después: entre el regodeo en la foto que nos sacamos en la fiesta, y la apelación a otro tipo de recuerdo, el que se inscribe en el cuerpo, en la materia sensible, y que nos obliga a pensar cómo se inscribe lo que hicimos.

* Socióloga. Ensayista. Directora del Museo del Libro y de la Lengua.