Viernes, 12 de junio de 2015 | Hoy
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Mujeres de la mina retrata los márgenes de las minas del Cerro Rico de Potosí, en Bolivia, y las mujeres que allí labran sus destinos en un territorio de varones.
Por Marina Yuszczuk
Con los pies hundidos en el polvo, una mujer se agacha para barrer con una escobita de paja la tierra floja que queda entre las piedras. Primero removió esa tierra con una pala de albañil, después la saca con las escobas y las piedras se van haciendo más visibles, disponibles para la extracción, a medida que ella hace ese trabajo tan particular, mezcla de tarea doméstica con trabajo minero. Se llama Francisca González Santos y, como tantas mujeres que se dedican a la misma actividad en Potosí, es viuda. Es que el índice de varones muertos por la silicosis (la consecuencia de aspirar durante toda una vida laboral el sílice que contiene el polvo de la mina) es altísimo, y son las mujeres las que muchas veces deben encargarse desde la juventud de la casa, la crianza de lxs hijxs y el sostén económico de las familias. Para eso, algunas recurren a lo que tienen más a mano: la mina, territorio de varones y de trabajo físico duro, agotador.
Mujeres de la mina, el documental de Malena Bystrowicz y Loreley Unamuno que se va a exhibir en Buenos Aires durante el Festival de Cine y Derechos Humanos, cuenta la historia de Francisca y de otras mujeres que viven y trabajan en las minas del Cerro Rico de Potosí, Bolivia. Como Lucía Armijo, que cuenta mientras pela verduras que salió a trabajar cuando la dejó el marido. Lucía no para de estar ocupada, como tantas mujeres que trabajan, porque a las tareas de la mina le siguen las de la casa, y aunque bien entrada la noche no terminó de lavar platos y preparar comida, a la mañana se levanta temprano y prepara a lxs hijxs para que vayan a la escuela. Ella aprendió español de grande y el idioma le sirve como herramienta para reclamarles derechos a los patrones; además, es la única que aparece en pantalones en toda la película (en mameluco, más precisamente): el resto usa la ropa tradicional de las cholas, pollera fruncida, medias gruesas y chatitas con taco bajo, incluso para subirse a una montaña de piedras o para cargar una carretilla cuesta abajo. Y las tareas que se les asignan no son las de los hombres; ellos son los que entran en las galerías a hacer lo más grueso, ellas se tienen que quedar afuera y contribuyen, como Francisca, despejando las piedras, o partiendo las rocas que sobraron en pedazos todavía más pequeños, con una maza, para que no se escape ni un gramo de metal. Ese tipo de tareas que les corresponden a las mujeres de la mina, y que a veces hasta parecen una prolongación de las de la casa, tienen que ver con una prohibición según la cual las mujeres no pueden entrar a la mina porque trae mala suerte.
Machismo o protección encubierta (después de todo, eso las salvó de morirse con los pulmones arruinados como los maridos), lo cierto es que eso no les impide ni les impidió participar en política, como lo demuestra la presencia de Domitila Barrios de Chungara. Obrera y líder sindical que inició junto con otras cuatro compañeras la huelga de hambre que finalmente derrocaría a la dictadura de Banzer”, por su presencia Mujeres de la mina se proyecta al pasado para recuperar una tradición de mujeres luchadoras que en Bolivia es particularmente poderosa. El documental de Bystrowicz (que antes dirigió con Verónica Mastrosimone uno sobre mujeres piqueteras) y Unamuno cuenta esa historia de manera errática, quizá reclamando de lxs espectadores un conocimiento de la historia de Bolivia que sea capaz de llenar los saltos temporales y algunos datos básicos que no se ofrecen. Pero la potencia de la película está en el registro de la vida de esas mujeres y su actividad atípica, que enrarece la distribución de las tareas asignadas a cada género y a partir de ahí –después de todo, algo pasó en la mente de muchas que empezaron por asistir mudas a las reuniones sindicales y en un momento empezaron a hablar– lo cambia todo.
Mujeres de la mina se va exhibir en el Festival de Cine y Derechos Humanos (Derhumalc) el 18/06 a las 18.30 hs. en el auditorio de la Alianza Francesa y el 21/06 a las 20 hs. en la sala 3 del Gaumont.
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