Domingo, 29 de diciembre de 2013 | Hoy
Por Ricardo Piglia
Empecé a escribir los relatos del comisario Croce al mismo tiempo que avanzaba en Blanco nocturno, la novela donde es uno de los protagonistas. Me gusta el personaje, por su pasado y por el modo delirante con que resuelve –o no resuelve– los problemas que se le presentan. Lo veo como un personaje conceptual, una especie de monsiuer Teste o de señor Keuner, metido siempre en misterios y asuntos ajenos. Por otro lado es un descendiente directo del sargento Cruz que, como sabemos, se jugó por el matrero y desertor Martín Ferro (“Cruz no consiente...”). En esa línea, Croce está emparentado y es colega de Laurenzi, de Treviranus, de Medina, de Lahore, que tampoco aceptan ni “consienten” el horror de una realidad criminal de la que forman parte y a la que están condenados a enfrentar. Estos comisarios del género son siempre un poco ingenuos y fantasmales porque, como decía con razón Borges, en la vida los delitos se resuelven –o se ocultan– usando la tortura y la delación, mientras que la literatura policial aspira –sin éxito– a un mundo donde la justicia se acerque a la verdad.
“La música” está basado en un hecho real: efectivamente el marinero yugoslavo Pesic fue acusado de haber asesinado a una alternadora en un turbio cafetín del puerto de Quequén y condenado a veinte años de cárcel. El cuento es inédito y forma parte de un incierto volumen en preparación titulado Los casos de Croce.
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