Miércoles, 12 de abril de 2006 | Hoy
CIENCIA › JUAN CARLOS IMBROGNO, FISICO
Un grupo de estudiantes y profesores del Colegio Nacional de Buenos Aires decidió transformar las máquinas antiguas de física, desordenadas y en desuso, en un museo didáctico de física.
Por Leonardo Moledo
Las antiguas máquinas del gabinete de física del Colegio Nacional de Buenos Aires tienen una propiedad casi mágica: fueron curiosos y nuevos inventos, se transformaron en antiguallas olvidadas, y ahora vuelven a ser inventos, ya que hay que averiguar cómo y para qué servían. Aunque con ellas se forme un museo. Y así como habitualmente el museo es un lugar donde se exponen determinados objetos para que la gente los observe, los relacione, los compare, los analice o, en algunas ocasiones, los toque; antes de que el museo esté terminado hay una etapa de creación que, a su vez, es una excelente excusa para poner en marcha un notable proceso de aprendizaje basado en la selección, la investigación, la catalogación y la restauración, entre otras cosas. Y en ese camino arriesgado, enervante y versátil, muchas veces, la audacia y la constante búsqueda de los estudiantes superan los conocimientos previos de los profesores.
Así, el Museo Didáctico de Física (MDF) del Colegio Nacional de Buenos Aires apareció a partir de una idea conjunta de alumnos y profesores que, ante la permanente y arcaica (como las pirámides de Egipto, los castillos del Loire o las tarjetas perforadas) presencia de máquinas en los pasillos y en las estanterías, decidieron ver para qué servían y, yendo un poco más lejos, restaurarlas. Juan Carlos Imbrogno, jefe del Departamento de Física, es uno de los que llevan adelante esta titánica –o quizá no tanto– tarea de reconstrucción.
–Usted es profesor de física del Colegio Nacional de Buenos Aires...
–Desde hace 27 años.
–Y está preparando un museo con los aparatos que hay acá.
–Sí. En realidad la idea aparece como excusa para abordar la enseñanza de la física. Lo llamamos “museo didáctico de física” porque es en el proceso de creación del museo donde jugamos los aprendizajes. Si bien cuando esté terminado valdrá la pena mostrarlo..
–Como las pirámides de Egipto.
–No sé si tanto, pero el proceso de construcción es a lo que apuntamos.
–Justo al revés que las Pirámides, que mientras se construían no eran interesantes, pero que cuando se terminaron, resultaron maravillosas...
–Otra vez, no exactamente. Mire todas estas máquinas. Un montón, ¿no? A través de los años se fueron completando las vitrinas y los objetos fueron dejados de usar, o reemplazados, o bien no quedó lugar para utilizarlos. Hay aparatos muy viejos, algunos del siglo XIX. Nosotros no sabemos cuándo llegaron muchas de esas máquinas, pero por catálogos y libros conocemos (y a veces adivinamos) su funcionamiento.
–Usted me dijo que apuestan a la creación del museo y no tanto al producto terminado.
–Claro, porque es muy interesante ver cómo aprenden los chicos, buscando en catálogos y viejos libros y descubriendo en la bibliografía cosas alucinantes. Por ejemplo, encontraron un artículo de 1911 de un inspector de escuela que daba pautas de cómo hay que enseñar bien ciencia o física, y si uno lo compara con las grandes corrientes actuales es más o menos lo mismo.
–¿Fue una idea de los profesores?
–No, o por lo menos no del todo. En realidad, nació por una inquietud de los chicos y de algunos docentes de física que, viendo los aparatos que estaban en los pasillos (más para no ocupar espacio que para ser expuestos) decidieron identificarlos y así se formó el grupo. Algunos buscaban en catálogos, otros en museos virtuales por Internet y fuimos descubriendo para qué servían. Y entonces vino la gran pregunta: ¿por qué no intentar no sólo explicarlos sino también recuperarlos? Obviamente, es muy delicado.
—Además hay algo muy interesante, que es que para estos chicos las máquinas viejas son cosas nuevas.
–Y además de ser cosas nuevas son grandes generadoras de preguntas. Por ejemplo hay que agarrar un libro de 1864 y ver la teoría del calórico, tal como se exponía entonces, y no como algo histórico y ya abandonado. Y ver cómo hay cierta forma de propagación del calórico que se parece a la de la luz. Es muy interesante. Hay casos en que si un alumno responde como dice el libro de esa época entonces está aplazado. Por ejemplo, los libros explican cómo la fuerza centrífuga produce ciertos efectos. Pero lo interesante es que nosotros usamos los aparatos para demostrarles a los chicos todo lo contrario a lo que dice el catálogo. Lo que uno se puede preguntar es cuánto tardarán en refutar las teorías con las que convivimos hoy tan tranquilamente.
–Que probablemente no sea tanto tiempo como pensemos.
–Y eso nos hace darnos cuenta de que la ciencia es una construcción continua e implica mucha creatividad: así como nosotros nos reímos de esa fuerza centrífuga, tal vez en 50 años se van a reír de nuestros aparatos. Yo hago mucho hincapié en la parte didáctica porque es lo que más interesa a los chicos. Un día se fueron dos chicos enloquecidos por un baroscopio, un aparato que mide la presión atmosférica y mediante el cual uno puede verificar que un kilo de plumas en realidad pesa más que un kilo de plomo, porque el empuje es mayor en un volumen más grande. A nosotros ese experimento no nos salía. Los ayudantes, con materiales baratos (telgopor, un palito, una tuerca), lograron emular el aparato y funcionó a la perfección.
–La posición del profesor entonces cambia, no es más la fuente única de conocimientos.
–Bueno, aquí es muy interesante la función del docente porque está en igualdad y a veces hasta en inferioridad. Cuando los chicos buscan y encuentran cosas nuevas se atreven a profundizar, no se asustan y comparten sus hallazgos. A un profesor, acostumbrado a cumplir el rol de dador de conocimientos, le cuesta mucho ponerse en este papel.
–Y hacer el museo no es una empresa puramente científica, supongo.
–Supone bien. Nosotros, cuando hicimos una presentación para ganar algunos pesos y continuar con el museo, encontramos cuatro ejes. Un eje es histórico, y abarca tanto la historia de la física como la historia de la enseñanza de la física. Otro es Ciencia, Tecnología y Sociedad, que relaciona las tres cosas, abordando un enfoque social del desarrollo científico. Otro punto es el de Arte y Ciencia y el último tiene que ver con didáctica, es decir, aprovechar las características de la institución para ir trabajando con métodos de enseñanza de la física.
–Cuénteme un poco ese proceso de construcción.
–Varios componentes. Uno es la colección, que tiene que ver con la búsqueda e identificación de las piezas, la catalogación, la restauración, dónde se usaron y cuál era su función. La otra parte es la investigación y el desarrollo. Por ejemplo comparamos la enseñanza y la verificación de las leyes de Newton de 1860, con la demostración actual mediante sensores automáticos. El otro componente es institucional: las disciplinas tienden a ser compartimentos apartados del resto. Pero este museo es una excelente excusa para fomentar el trabajo interdisciplinario. En lo que va del proyecto nosotros ya trabajamos con gente de historia, queremos vincularnos con gente de filosofía. Lo último es la difusión, que ya sería la muestra en sí y diferentes exposiciones, jornadas.
Producción: Nicolás Olszevicki.
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