EL PAíS › OPINION

Gracias, Privilegio

 Por Maximiliano Montenegro

José Chambón es electricista, jefe de una familia tipo: matrimonio y dos hijos. Dice que gracias a la reactivación de la construcción hay más laburo, pero cada vez que lo llaman para hacer un trabajo ahora le piden factura. Dice que entre las campañas de la AFIP y ese Montoya que “amenaza con perseguir evasores hasta abajo de la cama” ya no se puede estar en negro. Así que se inscribió como monotributista. Gana 900 pesos mensuales y paga 88 pesos del monotributo. “Me sacan el 10 por ciento del sueldo”, se queja. Pero paga.

Luis Privilegio es juez. Gana 8000 pesos mensuales. De bolsillo, limpitos. Como magistrado, no paga el impuesto a las Ganancias. Dice que es un derecho constitucional ideado para salvar la república. Si lo obligaran a tributar Ganancias, se violaría la “intangibilidad” del sueldo de los jueces. “Este es un principio consagrado en la Constitución Nacional con el fin de resguardar la división de poderes”, argumenta el juez Privilegio, circunspecto. “Si alguien metiera mano en el bolsillo de un juez, sería una manera de presionarlo. Se corre el riesgo de que el Poder Ejecutivo o el Legislativo avancen sobre la independencia del Poder Judicial. Es inadmisible”, agrega. El defiende las instituciones. José Chambón debería agradecerle.

Un colega amigo de Privilegio, el ex presidente de la Corte Julio Nazareno, es un ejemplo de la importancia de que se respete esta interpretación de la Constitución para que funcione la independencia de poderes. Como ministro cobraba 14.000 pesos/dólares libre del impuesto a las Ganancias. Como jubilado, percibe unos 14.000 pesos, libre de Ganancias. En Argentina el privilegio de ser juez es de por vida, aun después de retirado, y la “intangilidad” vale también sobre la jubilación. Según el Presupuesto 2006, este año los jueces nacionales y provinciales dejarán de tributar 104 millones de pesos por la exención del impuesto a las Ganancias. En lugar de ir al Estado, ese dinero irá al bolsillo de los magistrados.

En 1991 cursé derecho constitucional, al inicio de la licenciatura en Economía, en la cátedra del doctor Horacio Sanguinetti, en la UBA. Uno de los debates más apasionantes fue, justamente, el tema de la “intangibilidad” salarial de los magistrados y su vínculo con el impuesto a las Ganancias. Después de dos clases, coincidimos en que la exención era ridícula, inequitativa y que con el tiempo sería anulada. Eramos tan chambones.

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