Domingo, 17 de agosto de 2008 | Hoy
Por Juan Gelman
Ocurre. A veces. El presidente georgiano Mijail Saakashvili creyó posible imitar a su gran amigo Bush e invadió Osetia del Sur, territorio que alguna vez formó parte de Georgia y que se convirtió en república autónoma en 1991, cuando la implosión de la ex Unión Soviética. Así tiñó de rojo la “revolución rosa” que lo llevó al poder, con el apoyo de EE.UU.: más de mil civiles osetios muertos. Calculó mal: la respuesta rusa fue contundente y Saakashvili debió pedir auxilio a su aliado norteamericano, que acusó a Moscú de agresor ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Todo al revés.
Hace un año que, a pesar de no estar en conflicto con nadie, Saakashvili aumentó en proporción sin precedente el presupuesto militar nacional: más del 86 por ciento... Esto reveló su ambición de reclamar los territorios de Abjasia y Osetia del Sur que Georgia perdió en las guerras de comienzos de los años ’90. La Casa Blanca financió el incremento y proporcionó equipos a las tropas georgianas por valor de 34 millones de dólares sólo en el 2007. No asombra que Tiflis ampliara de 850 a 2000 el número de sus efectivos en Irak, era parte del trato. A finales de ese año, Saakashvili declaraba el estado de sitio y reprimía a una multitud que reclamaba su renuncia y que lo obligó a apañar nuevas elecciones para ser reelecto. De paso, clausuró un canal televisivo y otros medios favorables a la oposición (www.allheadline.news.com, 7-11-07). No ha cambiado mucho en Georgia desde la era soviética con este paladín de “la libertad y la democracia” que dijera Bush, valores que Saakashvili dice amar: por la TV norteamericana.
Rusia no es precisamente un dechado en la materia, pero el régimen de Saakashvili no se diferencia de una satrapía corrupta. Human Rights Watch y Amnesty International denuncian desde hace tiempo la práctica de la tortura en las cárceles, por otro lado repletas de opositores políticos. Son juzgados por “traición a la patria”. Le sucedió a Irakli Okruashvili, ex ministro de Defensa, cuando en el 2006 decidió formar un partido de oposición. “Trabajé con Mijail Saakashvili durante más de seis años. Era su mano derecha. Al minuto de pasarme a la oposición, me llamaron criminal”, declaró este hombre profundamente antirruso y que tampoco vacilaría en invadir Osetia (www.spiegel.de, 4-1-07). Algunos sugieren que los habría separado el reparto del botín. A saber.
La táctica de la “blitzkrieg” empleada con éxito por los nazis fue un fracaso para el georgiano. Hay aspectos militares del ataque francamente curiosos. Saakashvili creyó que podía ocupar un territorio que limita con Rusia sin cortar la frágil línea de abastecimiento que une a los dos países: un túnel de casi 3000 metros de altura que atraviesa la cadena montañosa del Gran Cáucaso y que la aviación georgiana podía haber cerrado con pocas bombas del lado de Osetia del Sur. Pero el túnel siguió abierto y la razón no estribaría en una falta de conocimientos estratégicos de los militares georgianos. Pareciera que fue otra cosa: Saakashvili habrá pensado que Moscú no reaccionaría para evitar más tensiones con EE.UU. y la Unión Europea.
Esta imitación de la costumbre de invadir que practica la Casa Blanca no tomaba en cuenta ni el poderío militar ruso, ni la determinación absoluta del Kremlin de impedir que EE.UU. se meta en sus zonas de influencia, ni el escaso –por ahora– deseo de Washington de enfrentar militarmente a Moscú en territorio ruso. El presidente georgiano tampoco incluyó en sus cálculos el temor de Occidente a que se viera interrumpida a bombas rusas la salud del oleoducto que va de Bakú al puerto turco de Ceyhan y transporta hidrocarburos de Azerbaiján sorteando el monopolio de los ductos rusos. La reacción de EE.UU. fue cauta: anunció ayuda para su “aliado democrático” pero sólo envió dos vuelos con asistencia humanitaria y abundó en amenazas verbales. Incluso los países de la OTAN no se mostraron de acuerdo con la posibilidad de imponer al Kremlin sanciones económicas: Rusia satisface entre un 20 y un 25 por ciento de las necesidades energéticas de Europa Occidental. El petróleo es eso: petróleo.
El Kremlin aceptó –con condiciones– la tregua que el presidente francés Nicolas Sarkozy le presentó en nombre de la Unión Europea, pero no frena las matanzas y saqueos de las milicias separatistas de Osetia del Sur y, al parecer, tampoco el movimiento de sus tropas en Georgia. El conflicto se abre en una región donde el peligro de una tercera guerra mundial no es una fantasía. Aun así, no falta la nota cómica: el candidato republicano John McCain declaró su interés en mantener “buenas relaciones entre EE.UU. y Rusia, pero en el siglo XXI las naciones no invaden a otras naciones” (www.washingtonpost.com, 14-8-08). Olvidadizo el hombre.
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