Sábado, 20 de agosto de 2011 | Hoy
Por Osvaldo Bayer
La última semana de estadía en Europa me sirvió para el pesimismo. Otra vez la crisis anunciada. ¿Hasta cuándo? ¿Cómo el ser humano no ha aprendido a administrar todo esto que se llama naturaleza y así eliminar la violencia, las penas, las carencias, la búsqueda por sobre todo del poder que casi siempre, o siempre, significa la muerte? Vemos la España de hoy, vemos Portugal, Grecia ni que hablar, la Italia de Berlusconi... aquí sólo caben la ironía, o la profunda tristeza y decirnos... el ser humano no aprende nada. Lo de Noruega ha dejado a todos mudos. Sólo queda mirar al costado o hacer un congreso de economistas, de políticos, pero sobre todo de psicólogos. Europa no aprende, pese a su historia. Por ejemplo, hoy, gracias a la caída del Muro, las mujeres polacas pueden ser sirvientas en Alemania. Sí, parece una frase calcada de Dostoievski. O de Kafka.
Europa... y sus esperanzas en el Mercado Común Europeo, con el euro como moneda. ¿Por qué ahora esto? En España, la juventud no tiene trabajo, el porcentaje más alto de su historia de jóvenes desocupados. Gran Bretaña, sí, la del imperio. Meta bala. ¿La solución? Más policía adiestrada. Conocemos esas soluciones. Gran Bretaña. Cameron, sus gritos en la Cámara de los Comunes, ya tiene sus muertos para la historia.
En Alemania, la preocupación es el euro. Ahí puede venirse todo al suelo, aquel sueño de la Europa sin fronteras. Con aquella historia aparentemente superada de guerras mundiales, con millones de muertos y ciudades arrasadas. Sí, una Europa sin fronteras. Pero al parecer no se entienden ni con gestos. ¿Obama protagonizará una nueva versión de El fugitivo? ¿O pasará a la historia nada más que como un “negro” que quiso pasar a la historia estadounidense como un blanco más? De las esperanzas a las pequeñeces ya conocidas. Los “republicanos” dicen sobre él: “Vaya un nombre más inicuo”. Y sonríen. “Ya lo sabíamos... ¿qué se puede esperar de un...?” Dejémoslo ahí. Se lo enlata y ya está.
Subrayo los últimos diarios alemanes antes de partir. Sí, los democristianos-liberales se derrumban en caída libre. El próximo gobierno será socialdemócrata-verde, o más bien verde-socialdemócrata. Según la figura que pongan al frente. Dejo el Viejo Continente más viejo que nunca. Todo es duda. Todo es incierto.
Llego a la Argentina de las elecciones. Hay tranquilidad en las calles. Sí, no ha habido violencia. Por lo menos eso ya es muy positivo. Aceptación de todos por los resultados. Autocríticas. Alegrías. Eso es positivo. Prepararse para la final de octubre. Bien, parece que estamos aprendiendo a vivir en democracia. Me paro en la misma esquina de Monroe y Arcos, donde cuando niño, adolescente, grande y ya mayor vi pasar las tropas, con sus generales a caballo, hacia la Plaza de Mayo. Ahora esto, la confianza en las urnas. No está mal como primer paso a la verdadera democracia. Que sólo se logrará con verdaderas medidas sociales.
Sueño con que el nuevo gobierno va a volver a organizar y apoyar las asambleas barriales. Un milagro libertario que experimentamos en la primera década de este siglo y que luego dejamos morir por falta de acción e inspiración. Luego, dar el primer paso hacia la verdadera democracia, que es la que busca la igualdad en libertad: la eliminación para siempre de las villas miseria y que cada hogar, que cada niño, tenga un pan sobre la mesa y un techo digno. Que una de las obligaciones fundamentales del nuevo gobierno sea promover las cooperativas de trabajadores. También esto con la tierra a los hombres de la tierra, y no de los banqueros que bajan el dedo y se les otorgan dos millones de hectáreas. Ciudades limpias con plazas bien verdes y con flores constantes, como las que tenía Buenos Aires antes: cuando yo era un niño, todas las tardes corríamos entre esos verdaderos jardines comunitarios. No como hoy, con las plazas porteñas con alambrados y que no son otra cosa que potreros de polvos y pozos. Y que por fin se descentralice Buenos Aires, que se lleve la Capital al interior, porque esto ya no es una ciudad, es una jaula de motores, de ruidos, de esperas interminables y de niños que ya no pueden jugar sino sólo estar estáticos ante la pantalla boba.
Sí, que se promueva a fondo la verdadera democracia y el compartir sus bienes. Sería muy bueno que se adoptara como lema “Libertad y Bien común”.
Sueño con escuchar música de Bach en atardeceres porteños silenciosos o tal vez la del propio Atahualpa Yupanqui, que sigue teniendo el olor de nuestro paisaje todo.
Y para eso, el respeto de las palabras de las organizaciones de base. Comenzar, por ejemplo, con limitar a cuatro años todos los mandatos de los dirigentes sindicales. Sin reelección posible. Demostrar que no hay nadie imprescindible y que todos tienen derecho de llevar a cabo las resoluciones de las bases. Para terminar con burocracias y magnates del poder.
Para lo cual, para intentar acabar para siempre con niños con hambre, gente sin techo, manos rudas sin trabajo, para llegar a ese producto final que sería la verdadera democracia, dar mucho más categoría a las escuelas, a los docentes. Y a la convocatoria de la voz popular para escucharla: congresos formativos, asambleas de base, reconocer a los verdaderos héroes del pueblo. Para ello, fundamental, la información. Seguir el debate sobre los medios para que por fin muestren el verdadero rostro de la sociedad y toda la información se fundamente en la ética. En el derecho de todos. Los medios con la voz del pueblo. De los que hacen la sociedad y no de monstruos que se tragan todo.
Parece todo esto –el sueño, las ilusiones– el resumen paradisíaco del pensamiento de los grandes propulsores de la paz eterna, escritos durante siglos y siempre olvidados en los depósitos de puertos a los cuales ya no llega ningún barco.
Intentarlo pasaría a nuestra historia como un bello capítulo. Como si estuviéramos leyendo aquellos escritos del joven Mariano Moreno, del idealista Juan José Castelli y del apasionado por la igualdad que fue aquel increíble Bernardo de Monteagudo, cuyo retrato tendría que estar en todos nuestros colegios.
Empecemos una nueva época. Poniendo el rostro y la palabra. La palabra como arma única contra el egoísmo.
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