Sábado, 20 de agosto de 2011 | Hoy
ECONOMíA › PANORAMA ECONóMICO
Por Alfredo Zaiat
El análisis económico convive con la tensión entre el corto y el largo plazo. Los políticos en áreas de gestión destacan el estado de situación inmediato y los profesionales del saber económico convencional posan la mirada en el punto lejano. Aquí, como en cualquier parte del mundo, la población convocada a emitir su voto en elecciones de cargos ejecutivos evalúa su presente al momento de enfrentarse a las urnas. Se trata de un tema de sociólogos de la política interpretar el comportamiento electoral de los pueblos. En materia de la ciencia económica, John Maynard Keynes ilustró: “El largo plazo es una guía confusa para la coyuntura. En el largo plazo estamos todos muertos. Los economistas se plantean una tarea demasiado fácil, y demasiado inútil, si en cada tormenta lo único que nos dicen es que cuando pasa el temporal el océano está otra vez tranquilo”. La coyuntura de esa frase era la recesión intensa que vivía Inglaterra en la primera posguerra mundial. La solución que proponían los economistas ortodoxos era la misma en que hoy se empecinan Europa y Estados Unidos para enfrentar la crisis: bajar el gasto público y esperar que el mercado recupere para la economía el círculo virtuoso de prosperidad, exigiendo una única cosa: tiempo. Afirman que las fuerzas de mercado terminarán solucionando todos los inconvenientes y sólo ofrecen esperar ese “largo plazo”. La preocupación de Keynes era que llegar “al largo plazo” lleva mucho tiempo, y en ese mientras tanto los padecimientos recaen sobre una mayoría vulnerable. Por eso, Joan Robinson, discípula de Keynes, agregó que “en el largo plazo estamos todos muertos... pero no todos al mismo tiempo”.
La noción corto y largo plazo ha sido incorporada por el discurso económico como elementos contrapuestos, estáticos y predeterminados, cuando conviven en movimientos que se interrelacionan. La idea de planificación, si bien incluye el horizonte de largo plazo, se encuentra en otra dimensión, necesaria de recuperar como un instrumento destinado a corregir y reorientar los cursos de acción que emergen de los mercados, como explica el economista Alberto Müller. Pero el debate dominante no se refiere a esa cuestión, sino a aspectos de coyuntura enmascarados como desafíos de largo plazo, que ofrecen la reiterada receta del ajuste como si existiera ese mítico equilibro general de la economía que se enseña en los manuales de economía de bases neoclásicas. El frente de los subsidios a la energía y al transporte es un ejemplo de ese comportamiento que mezcla corto y largo plazo, lo que no implica que no deba estudiarse su cuadro de precios para que sea equitativo y eficiente para la población, no para el balance de las empresas privadas.
En estos años, aunque difícil de percibir por el análisis convencional, que expresa la misma limitación de comprensión de la mayoría de los expertos socio-políticos sobre la identificación y sentir electoral de la Argentina profunda, la economía fue conviviendo con las urgencias de corto y las necesidades de generar una base de sustentación para el largo. En esa tensión, la discusión pasa por si el largo plazo es una sucesión de medidas en continuado de corto que predeterminan ese objetivo en el tiempo lejano, o si se trata de una meta a la que se aspira y se disponen medidas para alcanzarlas. Pueden ser ambos procesos a la vez, y la debilidad en el abordaje de esa tensión es considerar que la correcta es una u otra estrategia que se excluyen.
El gobierno kirchnerista que nació en 2003 es un emergente de la crisis política, social y económica de 2001. Surgió de un descalabro de proporciones y, por lo tanto, la intervención en emergencias es una marca de origen aún vigente. Por eso su experiencia de gestión en el espacio de la economía adquirió características de administración adaptativa. Frente a las crisis y diversos desafíos que irrumpieron en la escena local y que se siguen presentando, la orientación de las políticas para encararlos fue la más audaz, teniendo en cuenta la histórica relación de fuerzas existentes en el país. La renegociación de la deuda en default, la ruptura con el FMI, la política de estatizaciones, el fin de las AFJP, la Resolución 125 de derechos de exportación móviles, la Asignación Universal por Hijo, la utilización de reservas para pagar deuda, la estrategia defensiva del empleo y la actividad interna frente a la reciente crisis internacional. Todas esas medidas fueron estrategias adaptativas que intervinieron en el corto plazo involucrando en forma decisiva la construcción del largo.
Esta forma de intervención provoca irritación en los sectores conservadores que la califican como populista en forma despectiva, cuando es virtud. Pero también incomoda a quienes proponen lo mismo, pero hubieran preferido una previa explicitación formal de esas medidas como parte de un plan general. Esta pretensión académica minimiza el desequilibrio de fuerzas en el terreno donde se expresan los intereses del poder económico. Además de desplazar lo que se conoce como la dinámica de lo impensado, como explicaba el maestro del periodismo deportivo Dante Panzeri el juego con una pelota de fútbol. Lo impredecible es un factor ineludible cuando se habla de política económica. Los partidarios de programas de largo plazo sugieren entonces que el de-safío ahora es lograr una mayor densidad de esas transformaciones para que no sean solamente medidas de emergencia, tomadas por una estrategia adaptativa, para que puedan institucionalizarse. Se convalidaría así el sendero de la construcción del largo plazo con medidas dispuestas en el corto. Pese a que se señala como carencia de la política oficial, el Gobierno ha realizado enunciaciones de aspiraciones que exceden lo coyuntural, que detalladas constituyen ese marco global reclamado.
En estos tiempos de reordenamiento del capitalismo global, algunas consideraciones del debate sobre el corto y largo plazo adquieren la dimensión de precisar el sexo de los ángeles. En el frenético vaivén de las cotizaciones de activos financieros, que expresan el temor a una nueva recesión en los países que aún mantienen la categoría de potencias económicas, no existe volatilidad en la firme tendencia al alza de la incertidumbre. Para la economía argentina, mientras se preserven el mercado interno y el empleo y esa situación de inestabilidad externa no se traslade a los precios de las materias primas que exporta, el temor a la restricción externa se alejará del horizonte. El adelanto de la Reserva Federal (banca central estadounidense) de que seguirá con una política monetaria laxa por lo menos hasta el 2013, que implica tasas de interés cercanas a cero, significa un certificado de un dólar débil, lo que refuerza el actual panorama de cotizaciones en alza de los commodities. Con las enseñanzas acumuladas por la experiencia reciente de la crisis internacional 2008-2009, los previsibles embates de una nueva recesión en Estados Unidos y Europa podrán ser abordados con las conocidas medidas de corto plazo, mientras se va construyendo ese inasible largo.
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