Domingo, 19 de febrero de 2006 | Hoy
Por Juan Gelman
Todos los servicios norteamericanos de espionaje evaluaron en conjunto hace unos meses que Irán necesitará una década para fabricar armas nucleares, duplicando así una estimación anterior que le daba cinco años (The Washington Post, 2-8-05). Esta conclusión figura en el informe “Foreign Missile Developments and the Ballistic Missile Threat Trough 2015” que aprobó por consenso el Consejo Nacional de Inteligencia (www.fas.org/irp/nic). No obstante, W. Bush, Condoleezza Rice y otros jerarcas de la Casa Blanca multiplican los ataques contra el gobierno iraní y hablan de la inminencia de su rearme nuclear. Dicho de otra manera, hablan de la inminencia de un ataque estadounidense para el que esta vez se ha previsto el uso de bombas atómicas “limpias”.
Se supone que el plan del Pentágono se aplicará como represalia de un nuevo 11/9 y sus alcances fueron precisados por Philip Girardi, un ex agente de la CIA: incluye el bombardeo con armas convencionales y nucleares de “450 blancos estratégicos importantes que abarcan muchos sitios donde se sospecha que se desarrollan programas de armas nucleares” en Irán (The American Conservative, 1-8-05). El ex espía agrega una frase espeluznante: “Como en el caso de Irak, esta respuesta no depende de que Irán esté realmente involucrado en actos de terrorismo contra EE.UU.”. Es notable el uso de la palabra “respuesta” y no faltan quienes auguran un autoataque “terrorista” en suelo estadounidense que la justifique. Abundan las preguntas acerca de cómo y por qué la Casa Blanca permaneció tan pasiva ante las informaciones previas sobre el atentado que terminó con tres mil vidas humanas en las Torres Gemelas.
El Pentágono arrojaría bombas nucleares “limpias” para destruir instalaciones iraníes instaladas hipotéticamente bajo tierra, pero sus efectos serían muy sucios: cada estallido crearía un cráter de radiaciones letales que se extenderían por una zona muy vasta. Según el Consejo Nacional de Investigaciones norteamericano, si se arrojaran en un área densamente poblada causarían la muerte de varios miles a centenares de miles de personas, de acuerdo con el potencial de la bomba (National Research Council, “Effects of Nuclear Earth-Penetrator and Other Weapons”, Washington, DC, www.nap.edu, 2005). Está claro de qué tipo de limpieza se trata.
Irán congeló durante dos años y medio su programa de desarrollo nuclear con fines pacíficos declarados mientras se prolongaban las negociaciones diplomáticas con representantes de Londres, París y Berlín. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de las Naciones Unidas llevó a cabo no pocas inspecciones sorpresivas de las instalaciones nucleares iraníes sin detectar elementos que permitan aseverar que Teherán persigue la fabricación de armas nucleares. Da igual y cabe preguntarse por qué la Casa Blanca se empeña, como ocurrió con las armas de destrucción masiva de Irak, en agitar un fantasma que no existe. La contestación se reduce a una sola palabra: petróleo.
Es notorio que Irán posee enormes reservas de oro negro y las de gas natural son las segundas en importancia del mundo. Su ocupación militar entrañaría el control de EE.UU. sobre la costa este del Golfo Pérsico y el sur de la cuenca del mar Caspio, las zonas de mayor concentración de esas reservas. Como el control militar norteamericano existe ya en parte de esa cuenca y en el corredor afgano-pakistaní que permite vincularla con el océano Indico, así como en puntos clave del Golfo (Arabia Saudita e Irak), Washington pasaría a dominar de manera absoluta la producción y las reservas de hidrocarburos más importantes del planeta y, por ende, la economía mundial. Y sin necesidad de socio alguno. No es poco, pero no es todo.
El petrodólar domina el mercado mundial del producto, con gran beneficio para los gigantes occidentales del ramo: a cambio del hidrocarburo extranjero, a Washington le basta imprimir más billetes verdes, sobrevaluados en un 40 por ciento según los expertos. Hete aquí que Irán ha comenzado a vender su petróleo en euros y proyecta abrir en marzo próximo una Bolsa de Valores cuyas operaciones se realizarán en la moneda europea. Una pérdida aun parcial del dólar como divisa dominante del comercio energético mundial conducirá a su devaluación abrupta y al aumento de las tasas de interés. EE.UU. “se encontrará entre Escila y Caribdis, entre la deflación y la hiperinflación”, con consecuencias desastrosas cualquiera sea la alternativa que elija (Information Clearing House, 19-1-06). Una agresión militar norteamericana contra Irán tendría efectos igualmente desastrosos en la economía mundial.
Se impone reconocer que la retórica antiiraní del gobierno Bush está rindiendo frutos internos, como revela una encuesta realizada este mes por The Pew Research Center de Washington (people-press.org, 7-2-06). A la pregunta acerca de qué país representa el mayor peligro para EE.UU., un 27 por ciento ubicó en primer lugar a Irán; apenas hace cuatro meses, esa proporción era del 9 por ciento. Siguen China, Irak y Corea del Norte en orden decreciente. La encuesta registra una curiosidad: el 5 por ciento de los interrogados opinó que el país que representa el mayor peligro para EE.UU. es el propio EE.UU., más que Al Qaida (4 por ciento), Rusia (3 por ciento) y Japón (1 por ciento). Cosas veredes.
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