Domingo, 27 de septiembre de 2009 | Hoy
DEPORTES › JULIO GODIO, FILOSOFO Y ESCRITOR, Y EX FUTBOLISTA PLATENSE
Le decían Nikita por su parecido con el secretario del Partido Comunista, Kruschev. Llegó a jugar tres partidos en Primera y lo borraron por su militancia en la FULP.
Por Gustavo Veiga
Nikita gambeteaba rivales por la punta derecha. Había llegado a la novena división de Estudiantes de La Plata guiado por su tío, Ricardo “Beto” Infante, una vieja gloria del club; goleador y sastre de oficio. El 6 de noviembre de 1960, cuando debutó en la Primera, ya militaba en la Federación Universitaria platense, la FULP y en la Federación Juvenil Comunista, la FEDE. Sus amigos, Sergio Karakachoff y Osvaldo Papaleo, lo llamaban así parodiando a Kruschev, el secretario general del PC soviético. “Dale Nikita”, lo alentaban desde la vieja popular de madera de 1 y 57.
Hoy, 49 años después, Julio Godio recuerda que ese apodo no lo favoreció en su breve carrera futbolística. “Desaparecí al tercer partido”, cuenta. Y bromea con un seguimiento que le realizó la SIDE porque, hasta donde le consta, a los servicios de Inteligencia de la época les parecía inconcebible que un marxista jugara en la Primera y pidieron que lo borraran. Ensayista, filósofo, especialista en sociología del Trabajo y asesor del ministro Carlos Tomada, la vida deportiva de Nikita, la que menos le importa de todas sus vidas, sería un atractivo guión para cualquier película. Acaso le quedaría bien como título: “Aquel comunista que atacaba por la derecha”.
“Yo nací en el ’39. Tenía veinte o veintiún años y me subieron a la Primera de Estudiantes, que no venía bien (en 1960 salió 13 entre dieciséis equipos, con 9 victorias, 5 empates y 16 derrotas). Entonces me tocó jugar los partidos que usted plantea: contra Argentinos Juniors, Ferro y Huracán. Ahora bien, ¿por qué fueron sólo tres? Esa es la pregunta. Empezaba a entrar la política en acción. Llevaba dos años estudiando filosofía y economía en la universidad, era dirigente de la FULP y miembro de la junta ejecutiva de la FUA. Me dediqué tempranamente a la política y eso tenía que ver con la tradición familiar”, recuerda Godio, un hombre que tiene un ligero parecido físico con Einstein, por el pelo canoso y largo tirado en ondas hacia atrás, y un bigote pintado al medio de color ocre por el tabaco que fuma en pipa.
La entrevista en una sala del Ministerio de Trabajo transcurre durante un par de horas sin apuros ni interrupciones. Al escritor de La semana trágica primero le cuesta desgranar su pasado futbolero, pero cuando promedia la conversación, sus recuerdos empiezan a brotar con fluidez.
“Tuve interés por el fútbol a partir de los diez años. Pertenecía a una familia de La Plata de socialistas españoles que me introdujeron rápidamente en la lectura, pero no en el deporte. Por eso, tomé una decisión hasta cierto punto intelectual: quería jugar al fútbol para ser parte de esa vida en común con los chicos de mi edad. Lo hacíamos en la plaza Paso, que queda en 13 esquina 44. Estoy hablando del año ’50, más o menos. También me pasaba horas practicando contra una pared en los fondos de la casa de mi abuelo. Tuve la suerte de que un tío mío, Ricardo Infante, me llevó a Estudiantes. Yo tomaba todos los días el tranvía para ir a practicar, generalmente a la tarde.”
Godio hizo todas las divisiones inferiores en el club del que es hincha (“no soy tan fanático”, aclara) hasta que, en tercera división, lo llamaron para debutar en Primera. En noviembre del ’60, peleaban el título Independiente y Argentinos Juniors, la revelación del torneo. El 6, el equipo de La Paternal visitó el estadio de Estudiantes y lo goleó por 4 a 1. Ese día, el puntero derecho, que tiene físico de puntero derecho –bajo, livianito– salió por el túnel al campo de juego y repitió el ritual dos veces más, contra Ferro y Huracán. En esos partidos jugó varios minutos con su tío, el Beto Infante, José María Silvero, que después salió campeón con Boca, José Rafael Albrecht, crack en San Lorenzo y la selección nacional, y hasta fue reemplazado por Aníbal “Conejo” Tarabini, que siguió su carrera en Boca e Independiente. Tras esa experiencia en el fútbol profesional, Nikita, que era amateur, nunca más volvió a la Primera.
“Mi modelo de jugador era Bernao, de Independiente. Estudiaba las jugadas que él hacia, porque era wing derecho. De aquella época en Estudiantes me acuerdo de dos arqueros, Valenzuela y Oleynicki, estaba Rulli, que después pasó a Racing y es un año más grande que yo. También había un puntero izquierdo que se llamaba Stork, con el que jugué en Primera. No me resultaba fácil entrenar de martes a viernes porque al mismo tiempo yo estudiaba dos carreras en la universidad y trabajaba en el Ministerio de Salud Pública como docente dedicado a capacitar jóvenes que estaban internados en institutos. Y además, claro, tenía la actividad política”, describe el referente de Iniciativa Socialista, un pequeño espacio estrechamente ligado al gobierno nacional.
La militancia de Godio en algunos partidos entre las décadas del ’50 y ’60, fue tan fugaz como su paso por el fútbol. Cuenta que hizo activismo por la UCR de su amigo Karakachoff, asesinado por la dictadura en 1976; el Partido Socialista –en el sector que acompañó la candidatura de Arturo Frondizi–; el comunismo y hasta el anarquismo, de donde surgió su otro amigo, Papaleo, luego devenido peronista.
Pero su debut en Primera coincidió con su paso por el PC: “Ahí aparece el problema. Fue muy divertido. La gente que me conocía de la FULP y de la militancia universitaria iba a ver a Estudiantes. Me gritaban de arriba de la tribuna y yo los escuchaba: ‘Dale Nikita’, era la época de Nikita Kruschev. Así fue que la SIDE presionó al presidente Mariano Mangano para que me echara porque no podía tener a un comunista. Y Mangano accedió. Yo estaba haciendo el servicio militar en el distrito La Plata y me tenían fichado”.
Godio volvió a jugar en tercera división y al año siguiente, en 1961, pasó a Gimnasia, el clásico rival. “El club estaba dirigido por peronistas que estaban proscritos como yo. Lo voy a ver al presidente Laureano Durán (el padre del juez Alberto Durán), tenemos una charla muy franca y me ofrece jugar en Gimnasia. Creo que estuve seis meses en la reserva porque en la Primera el titular era Ciaccia. Firmé un contrato como profesional sin prima, pero a cambio les dije: ‘ustedes me dejan en libertad para abandonar cuando yo lo necesite’. Y como el técnico que tenía era más restrictivo, ahí me di cuenta de que no podía seguir y largué.”
El director del Instituto del Mundo del Trabajo comenzó a perder interés en el fútbol, aunque siguió jugando en las canchas de la Universidad de La Plata. La intensidad de su vida política, que incluyó un largo viaje por China y la ex Unión Soviética como representante de la FUA y el hecho de que le diera lo mismo jugar o no jugar como profesional lo alejaron del deporte. Hoy recuerda que en aquella época “Estudiantes era un club antiperonista de clase media. Así siguió hasta entrados los años ’60. Me casé con Susana Sautel, cuyo padre, Víctor, un radical que hoy sería un socialista liberal, había sido el presidente en el momento en que yo estaba, antes de Mangano”.
La historia de Godio, desde los años ’70 hasta ahora, es más difundida. Se exilió en 1975 después de que lo fueran a buscar a su domicilio de La Plata y que lo detuvieran en el ’74. “Siempre era perseguido por la Policía por mis antecedentes en la FUA. Allanaron y robaron en mi casa. Pero estaba mi mamá sola, que era viuda. A mediados de mayo, las fuerzas de la represión mataron a cinco personas de una lista de seis. El sexto era yo. Y tiraron los cuerpos en Punta Lara. Está todo documentado en los diarios de la época”, detalla. Vivió en Venezuela por lo menos diez años y el vicio del fútbol lo siguió despuntando en equipos amateurs de Caracas y Maracaibo, al igual que en uno de sacerdotes jesuitas y otro de exiliados argentinos.
“Ahora, con 70 años, todos los días camino dos kilómetros y corro uno. Y en algunos momentos me incorporo en los bosques de Palermo a los partidos de fútbol que se arman. Trato de evitar que los jugadores no me muelan a patadas, porque tengo un problema: todavía conservo la capacidad técnica, pero no conservo ninguna capacidad de reflejos rápidos y eso es muy peligroso. Puedo recibir golpes y lesiones. Siempre fui una persona que en mi actividad semanal conservé una cuota de deporte”, concluye el hombre que fuma en pipa desde cuando era futbolista.
“Lo hacía porque no tragaba el humo y me perjudicaba menos para jugar. La pipa me viene del fútbol, no del mundo intelectual”, aclara, como queriendo esquivar una pose que, asegura, no es tal.
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