Domingo, 28 de noviembre de 2010 | Hoy
DEPORTES › LA EXPERIENCIA DE CARLOS LEEB COMO DT EN LA SEGUNDA CATEGORIA DEL FUTBOL DE IRAN
El ex entrenador de Banfield dirige desde agosto pasado al Shahrdari Bandar-Abbas, en el Golfo Pérsico. Es el primer argentino en estas tierras donde “no hay término medio: te agarran con las manos en la masa y te liquidan. Es su cultura”.
Por Adrián De Benedictis
Se despide de la charla telefónica con un “Jodafes”, que en el idioma persa significa “adiós”. Y antes de cortar elige saludar “a los hinchas de Chacarita, de Banfield, de Ferro, de Independiente y de Estudiantes”. Del otro lado de la línea habló con Página/12 Carlos Fabián Leeb, quien fue futbolista en todos esos equipos y ahora se encuentra trabajando como entrenador en Irán, el primer argentino dirigiendo en ese país.
“Hay tanta diferencia horaria que estoy despierto hasta las tres o cuatro de la mañana para poder chatear con la familia. Es la única forma de tener contacto”, explica El Gatito, como se lo conoce en el mundo del fútbol. La referencia se debe a que su esposa y sus hijos permanecen en el país, mientras él viajó sólo con su cuerpo técnico.
–¿Cómo se dio la chance de ir a trabajar a Irán?
–Estaba dirigiendo a Universitario de Sucre (Bolivia), clasificamos a la Copa Sudamericana y, antes de que comenzara el campeonato de allá, los jugadores convocaron a un paro porque no les pagaban y no nos pudimos preparar bien. Perdimos 18 entrenamientos de pretemporada y decidimos renunciar porque no íbamos a estar preparados para afrontar los dos torneos. En la Copa pasaron una ronda, y en el campeonato están penúltimos, así que tan errado tampoco estaba, pero bueno, renuncié porque yo quería competir en serio. Regresé a Argentina y a los diez días surgió esta posibilidad, por intermedio de Fabio Jurdakis, agente FIFA que vive en Banfield, y otro agente FIFA de aquí de Irán, que se llama Majic Miroomand. Había otros candidatos: un serbio, un croata y algunos iraníes también. Me comunicaron la propuesta, tomé la decisión y me vine.
–¿Qué fue lo que te sedujo para ir a un mercado tan atípico?
–Este es un mercado importante porque Irán es una potencia. Uno veía las noticias y tal vez a los que les preguntaba me decían que estaba loco. Económicamente están bien, pero el tema era abrir el mercado a un argentino, porque soy el primero que está acá. Y así llegamos con el profesor Sergio Carossino, con mi ayudante de campo Walter Aguilar, y con mi hermano Paulo, que es entrenador de arqueros. El equipo es el Shahrdari Bandar-Abbas, y nosotros estamos instalados a 150 metros del Golfo Pérsico y a 20 minutos de Dubai. El lugar es hermoso.
–¿Cómo es la vida allá?
–Aquí hay mucho crecimiento. La gente tiene trabajo y hay construcciones realmente impresionantes en esta ciudad. Teherán, la capital, es un paraíso, mucho más importante, con muchos millones de habitantes. Las ciudades son todas independientes dentro de Teherán. Acá estamos con mucha seguridad, no se ven muchos policías en la calle porque no hay término medio: te agarran con las manos en la masa y te liquidan. Es su cultura. Entonces, antes de robar lo pensás dos veces. Es todo muy diferente, por ejemplo, las mujeres están siempre tapadas, no pueden mostrar nada del cuerpo. Los hombres tienen que andar con pantalones largos porque los cortos están prohibidos.
–¿Se pudieron adaptar a todas esas costumbres?
–De a poco, sí. Creo que somos los únicos argentinos que estamos hoy en Bandar-Abbas. Shahrdari significa ayuntamiento, digamos que es el ejército. Hay otros equipos que se llaman Shahrdari y de otras ciudades. Acá el rezo es sagrado, son musulmanes y le dan mucha importancia a eso. Pero yo soy católico y me respetan mucho. Llevo siempre una especie de rosario que me regalaron, y hay que aceptarlo porque los regalos son como un reconocimiento, pero me respetan mucho mi religión. Rezan varias veces al día, son muy estrictos con eso.
–¿Y cómo está la situación social luego de la guerra?
–El crecimiento es total, es impresionante cómo construyen. Acá me pidieron jugadores y he hablado con algunos, pero no quieren venir, más allá del dinero, porque creen que es un caos. Y sucede todo lo contrario. El temor es que Irán enfrentó a Estados Unidos, lo amenaza, y acá están bien preparados. Aparte tiene muchos aliados, por eso es una enorme potencia. A nosotros nos dan mucho afecto, porque ellos buscan eso. Acá las mujeres no van a la cancha, pero los hombres van inclusive a ver los entrenamientos. Hace tres años que el equipo no ganaba de visitante, y el otro día lo logramos y fue una fiesta. Nos abrazan, nos dan besos. Son muy expresivos. Y llegaron a corear mi nombre, eso es muy fuerte.
–¿Los conflictos políticos los afectaron en algo a ustedes?
–No, no. Como en todos lados hay celos profesionales, inclusive con los técnicos de acá, con el periodismo o con algún dirigente. Pereciera como que no te dejan crecer. A mí me piden explicaciones de todo, quieren que seamos estrictos con los jugadores. No- sotros venimos de otra cultura, y acá están acostumbrados a lo militar. Son muy rectos. Uno habla mucho con el jugador, también sobre los problemas que tiene en la casa, y ellos no están acostumbrados a eso. Tenemos llegada a los futbolistas para que puedan confiar en nosotros. A mí me pone muy bien.
–Después del enfrentamiento con Irak, ¿el país se estabilizó?
–Siempre se muestran fuertes y seguros, a nivel país. Pero las grandes secuelas de esa guerra fueron las necesidades de cariño, necesitan confiar en alguien. Fueron ocho años de guerra, pero es un país que crece segundo a segundo. Acá hay hoteles de seis y siete estrellas. Viven mucho de la pesca, en el Mar Arábigo. También de la explotación de petróleo, la tecnología que usan es terrible.
–A la distancia, ¿tu familia sufre por la cuestión bélica?
–Mi familia sufre por la inseguridad en la Argentina (risas...). En serio, no se puede comparar el tema de la seguridad. En Argentina tenés que vivir enrejado, eso acá no existe. Yo siempre estuve con mi familia en todos lados, en Bolivia, en Paraguay, pero ahora los chicos son más grandes y trasladarlos de un colegio a otro no es conveniente. Mi hijo de seis años me dijo: “Papá, yo me quedo en Argentina”.
–¿Y hasta cuándo te pensás quedar allá, volverías a dirigir en Argentina?
–Tengo contrato por diez meses, y estamos desde agosto. Pero me encantaría volver a mi país. Yo tuve ocho ofertas de Bolivia, algo increíble, pero no soy de irme a un lugar porque me dan más plata. Acá tengo que cumplir un contrato y aparte es un desafío enorme.
–¿Querés hacer escuela allá para abrirles el mercado a otros técnicos?
–Sería bárbaro. Cuando llegué a Teherán, los mismos periodistas me dijeron que tenía el 90 por ciento de que me vaya mal, sin conocerme, sólo por estadísticas. Y en la Copa Irán llegamos a semifinales, le ganamos a un equipo de una categoría mayor, algo iné-dito. Pero el club retiró el equipo y yo no pude hacer nada. Decían que no podíamos afrontar los dos torneos, y si pasábamos una ronda más llegábamos a la final. Y a mí me avisaron el mismo día del partido. Dentro de esa demostración de poder, y de no dejarte crecer, está el miedo. Acá el presidente es técnico, imaginate cómo es. Quiere estar aparte, pero es más fuerte que él, igual el que arma y desarma todo soy yo. A veces los dirigentes están sentados en el banco y les gritan a los jugadores, son costumbres. Con nosotros hay un directivo en el banco que a veces se levanta y dice algo.
–¿Si te llega una oferta desde la Argentina la analizarías?
–Y... por más plata que me den en otro lado yo quiero dirigir en mi país.
–¿Hay un círculo cerrado de técnicos en Argentina?
–Espero que no. Hasta Perón estuvo exiliado. Pero es feo, si fuera verdad no se imaginan el daño que te hacen. Yo quiero estar con mi familia. Me ha ido bien dirigiendo en mi país, y hay muchos técnicos jóvenes como (Omar) Asad, (Diego) Cocca, (Fernando) Gamboa, (Daniel) Garnero, (Pablo) Morant, que son muy capaces. Yo ya pasé por todo eso, lo más difícil, que es mostrar capacidad, pero tuve que emigrar.
–¿Encontrás los motivos por los que no te llaman?
–Evidentemente, yo fui en contra de la corriente con mis pensamientos, pero no me arrepiento, no hice nada malo. Volveré algún día.
–¿Cuál fue el hecho puntual?
–Lo mío pasó por lo de Banfield, fue algo personal con el presidente (Carlos Portell), con quien tenía una amistad de diez años. Ojo, no tengo rencores contra Carlos, ya que todo lo bueno que pasamos supera el problema personal que hubo. El periodismo lo tildó de novela y tenía razón, lo único que hice fue reclamar una deuda. Hay técnicos a los que no les va bien, los echan, se callan, no reclaman y siempre tienen club. Pero yo no me bajo los pantalones. Me arrodillo ante Dios, nada más. Eso pasó, obviamente, pero me parece que ya terminó el castigo, yo no maté a nadie. He aprendido mucho, maduré como técnico y como persona.
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