Domingo, 17 de abril de 2011 | Hoy
DEPORTES › RACING SUPERO A INDEPENDIENTE CON CLARIDAD EN EL CLASICO DE AVELLANEDA
El equipo de Miguel Russo exhibió una neta supremacía ante su adversario, y rompió una racha de once enfrentamientos entre ellos sin obtener el éxito. Los goles del ganador fueron de Gabriel Hauche y del colombiano Gutiérrez.
El principio “cena versus vida” detalla por qué existen ocasiones en las que un depredador, de concepción rápida y voraz, muchas veces no consigue alcanzar a su presa, de naturaleza mucho más lenta y débil. La explicación radica en que, mientras el depredador corre por su cena, la presa corre por su vida. Dentro de esa órbita, Racing llegaba al clásico plagado de urgencias, producto de los cuatro partidos que acumulaba sin ganar. En espejo, Independiente sumaba cinco encuentros sin perder y su gente no cedía en optimismo. Pero los clásicos son partidos aparte, frase hecha si las hay. Con goles de Gabriel Hauche y Teófilo Gutiérrez –la figura–, el equipo de Miguel Angel Russo derrotó 2-0 a un inexpresivo Independiente y desató el delirio en el Cilindro de Avellaneda, que presentó un marco imponente.
Fue un partido vibrante y de a ratos descontrolado, sobre todo en los primeros 20 minutos. Independiente pobló el campo rival y generó circuitos en tres cuartos de campo, mientras que Racing estacionó a sus tres hombres de punta, haciendo que Assmann debiera cortar como líbero en cada réplica. ¿El resultado? Un arranque infernal, con llegadas nítidas de ambos lados, entre las que se destacaron un rechazo de Tuzzio sobre la línea, luego de que la pelota le rebotara a Lugüercio en un despeje, y una salvada de Roberto Fernández, tras un remate cerrado de Núñez.
El ritmo electrizante se terminó cuando el conjunto local retrasó a sus punteros e hizo que el equipo fuera más corto. Así, se adueñó de la tenencia de la pelota, descansó en el buen manejo de Toranzo, explotó ambas bandas, encontró frescura en la movilidad de Gutiérrez y, lo más importante de todo: aprovechó su cuarto de hora. Cuando Independiente imploraba que finalizara el primer tiempo, el colombiano bajó de pecho un centro llovido y entregó de taco para la llegada de Hauche, quien definió mano a mano con el arquero. Anteriormente, ya había avisado de pelota parada, con dos llegadas que Yacob y Cáceres no supieron aprovechar.
Independiente dejó tres defensores, todos ellos cargados de amarillas, y soltó sin éxito a Mareque y a Cabrera. Los jugadores de Racing, como una manada de presas que corre por su vida, cerraron todos los espacios y salieron de contragolpe. En una escapada, Lugüercio entró solo por la izquierda y forzó una gran atajada de Assmann, de intervenciones espectaculares durante todo el segundo tiempo. A partir de allí, el local le mostró los dientes a su depredador, con una catarata de llegadas desperdiciadas que ameritaron que el encuentro terminara en goleada. Para poner cifras definitivas, Licht dejó en soledad a Gutiérrez desde la izquierda. El colombiano falló en primera instancia, pero definió de rebote por encima del arquero.
Racing entendió a la perfección que el partido de ayer significaba una gran oportunidad para enderezar el rumbo y romper una racha de 11 partidos sin derrotar a su máximo rival. Sus jugadores nunca habían ganado un clásico, a diferencia del plantel de Independiente, que llegaba con todos sus futbolistas invictos. El equipo de Mohamed pensó que le alcanzaría con su buen presente y el peso de la paternidad, mientras que el de Russo dio una clara muestra de inteligencia, juego asociado y entrega absoluta. Por todas esas razones, Independiente se quedó sin su cena y Racing salvó su vida.
Informe: Andrés Pappagallo.
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