Miércoles, 26 de abril de 2006 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Daniel Guiñazú
¿Qué cosas estarán pasando ahora mismo dentro de la cabeza de Jorge “Locomotora” Castro? ¿Qué cosas habrán pasado el domingo a la tarde para que, luego de haber ratificado al mediodía que dejaba el boxeo tras haber sido noqueado por el colombiano José Luis Herrera, por la noche haya resuelto seguir en actividad? Nadie de su círculo íntimo, empezando por su esposa, está convencido de que Castro tenga algo más para dar sobre un ring.
Pero Locomotora, genio y figura, ha escuchado sólo dos voces: la suya, como siempre, y las de sus amigos hinchas de Boca. Los mismos que provocaron, en Corrientes y Bouchard, el zafarrancho posterior a la derrota.
Es cierto: su vida es su vida, y él es el único que puede decidir sobre ella. Pero así como antes del sábado se le respetó su derecho a probarse, ahora, con pruebas en la mano mucho más contundentes que los exámenes médicos que arrimó a la Federación Argentina de Box, puede afirmarse que Castro no puede volver a pelear. Y que no debe volver a pelear.
Hay que decirlo con claridad absoluta: a los 39 años, sin entrenarse, gordo, fofo, con sus reflejos enmohecidos, sin tonicidad ni potencia muscular, con su brazo derecho hecho añicos y su capacidad para absorber castigo visiblemente disminuida, nada, ni siquiera su orgullo herido, un desaforado afán promocional o la necesidad de volver a cobrar una buena bolsa, justifica que Castro vuelva a poner su vida en riesgo arriba de un ring.
Y ante esa posibilidad, mirar al costado y hacerse el desentendido es un grave pecado. No puede permitírsele a ningún boxeador (y mucho menos a Castro) que juguetee alegremente con la muerte.
Lo más grave de todo es que no hay resortes institucionales capaces de ponerle freno a semejante dislate.
La FAB no puede quitarle su licencia porque no se dan ninguna de las causales reglamentarias (bajas actuaciones, sucesión de derrotas por nocaut o desaprobación de revisiones médicas) que la habilitan a hacerlo. O sea, todo está en manos de Castro.
Hoy Locomotora es el único que cree que el nocaut del sábado fue un mero accidente, y que perdió sólo porque recibió un piñazo tremendo. Mientras siga pensando así, viviremos en peligro.
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