Miércoles, 26 de abril de 2006 | Hoy
UNIVERSIDAD › OPINION
Por Martín Unzué y Sergio Emiliozzi *
Si el gobierno de la universidad se encuentra en buena medida bajo la responsabilidad de los profesores regulares, su escasez es un problema central desde el punto de vista político, que influye además en la calidad académica y en la política de retención de recursos humanos (el principal capital con el que cuenta cualquier universidad). Es habitual ver los anuncios de llamados a concurso en todas las unidades académicas de la UBA, las innovaciones para “transparentar” los procedimientos y las promesas para concursar todos los cargos hechas por gran parte de los candidatos en tiempos de elecciones. Pero a pesar de los esfuerzos reales o meramente discursivos, la realidad es otra. El número de profesores regulares de la UBA se ha reducido en los últimos años, lo que supone que el ritmo de renovación de cargos de profesores es menor al de renuncias, jubilaciones o muertes. El censo docente 2000 realizado por la universidad daba cuenta de 4313 profesores regulares en sus trece facultades. El censo 2004 da cuenta de 3747 (casi un 14 por ciento menos) y los padrones utilizados en la última elección del año 2005 sólo muestran a 3152 profesores en condiciones de votar (es decir, casi 600 profesores menos que los datos del último censo, número que no llega a ser compensado por los profesores consultos y eméritos que pueden ser regulares pero no tienen derecho a voto). Si comparamos los datos del censo 2000, discriminados por facultad, con los padrones utilizados en 2005, vemos que en casi todas las facultades hay menos profesores en condiciones de votar en la actualidad que los profesores regulares que había un lustro atrás y, además, de los actuales profesores ordinarios más de 2 mil han ganado concursos hace más de siete años, es decir, que tienen sus concursos ya vencidos pero prorrogados. Con un ritmo de sustanciación de concursos de unos 200 por año en promedio, no se realizan los nuevos nombramientos que se necesitan, ya no para incrementar el número de profesores regulares, sino para mantenerlo. La sobreabundancia de candidatos, en muchos casos con méritos académicos suficientes, no logra traducirse en la vitalidad que requiere el claustro. Paralelamente, comienzan a multiplicarse los llamados “concursos internos” como sustituto imperfecto a la falta de los primeros, y que en ciertos casos llegan a tener la suficiente entidad como para ser publicitados en las páginas web de algunas facultades. Desde ya, estos concursos no garantizan una serie de derechos como el de votar en el claustro de profesores, o ser candidato a decano, o a rector, o tener estabilidad laboral, entre otros. La pregunta sobre el porqué de esta realidad admite múltiples respuestas: problemas presupuestarios, burocrático-organizativos, resistencia a los posibles cambios políticos generados por la realización masiva de concursos, y muchos más. Es en estos momentos electorales en los que este desafío impostergable debe constituirse en un tema de debate central, que lleve a las próximas autoridades de la UBA a asumir un compromiso concreto, que se deberá verificar en el censo 2008.
* Profesores e investigadores de la UBA.
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