Miércoles, 26 de abril de 2006 | Hoy
La asamblea para elegir rector será a puertas cerradas y tendrá custodia de los no docentes. La FUBA anunció otra movilización.
Por Javier Lorca
El cuarto intento de elegir rector en la Universidad de Buenos Aires, el último antes de que venza el mandato de Guillermo Jaim Etcheverry, será el próximo martes, sin público y en la Facultad de Medicina. Como se preveía, habrá un operativo de control y seguridad instrumentado no por la policía sino por el personal de la UBA. Después de tres sesiones suspendidas a raíz de las protestas estudiantiles, la nueva convocatoria parece tener más posibilidades de concretarse, aunque nada es seguro: las agrupaciones de izquierda ratificaron que se movilizarán en rechazo al sistema electoral vigente y a la candidatura de Atilio Alterini, quien contaría con la mayoría necesaria para ser ungido.
Las decisiones fueron tomadas ayer por el Consejo Superior de la universidad. La reunión empezó cerca de las 9.30 y dedicó largo rato a discutir si se permitía la participación de un consejero alumno, Carlos Jara (de la morada Nuevo Espacio), quien para salvar una incompatibilidad de cargos había pedido sobre la hora licencia como consejero de Económicas. Aceptada su permanencia, recién a las 11 empezó a discutirse sobre la elección de quién será rector entre 2006 y 2010.
Alrededor de los consejeros, se manifestaban estudiantes de Medicina y, enfrentados, estudiantes de Ciencias Exactas. Tranquilos y con pancartas, éstos impugnaban la candidatura de Alterini y pedían que se reforme el estatuto; aquéllos pedían la renuncia del rector y acusaban de “usurpadores” a los dirigentes de la FUBA (ver aparte).
Los decanos del bloque de radicales, peronistas y aliados que sustenta a Alterini presentaron la propuesta que sería aprobada (como parte del bloque, también firmó el proyecto el decano de Agronomía, hasta hace unas semanas en el espacio opositor al mayoritario). Leído el proyecto para convocar la asamblea, además de rechazarlo, el alumno Martín Bustamante pidió que la convocatoria fuera a las 18 y no a las 9, para permitir que más estudiantes puedan participar. “Queremos repudiar y políticamente denunciar que el personal no docente sea puesto como una fuerza policial en la asamblea”, dijo Hernán Scorofitz, consejero de la mayoría estudiantil. En ese momento se produjo una breve trifulca, protagonizada por no docentes molestos con los alumnos. El titular del gremio no docente, Jorge Anró, pidió disculpas por el episodio y planteó: “No queremos ser parte de un aparato de choque. Sí aceptamos, en el marco de un consenso político entre las partes, colaborar con el funcionamiento de una asamblea democrática”.
No sólo los estudiantes cuestionaron las restricciones propuestas para el acceso. El profesor Juan Azcoaga advirtió la contradicción formal entre el carácter público de la asamblea y la limitación del ingreso a los 236 asambleístas (y sus respectivos suplentes), los trabajadores de la universidad, periodistas acreditados e invitados especiales. Alberto Boveris, decano de Farmacia, recordó que las sesiones de los parlamentos son públicas y no por eso es totalmente abierto el ingreso. También argumentó que, dada la capacidad limitada del aula magna de Medicina, nunca iban a poder ingresar todos los posibles interesados, por lo que la instalación de una pantalla gigante y un sistema de audio sobre Paraguay al 2100 ampliarían el alcance. “La participación del público y la difusión de la asamblea son cosas conceptualmente diferentes”, retrucó Hugo Trinchero, decano de Filosofía y Letras.
El proyecto original contemplaba permitir el ingreso de invitados especiales, funcionarios gubernamentales y académicos. Luego, se decidió priorizar a miembros de la UBA. Como el aula magna de Medicina puede albergar a 957 personas, y como se prevé dejar butacas libres para separar a los asambleístas del resto, se calculó que los invitados podrán ser 150: las facultades, el CBC y el rectorado podrán convidar y acreditar a diez personas cada uno. “Si el rector les da entradas a los usurpadores de la FUBA, será una clara señal de que no quiere que haya asamblea”, avisó Efraín Benzaquén, secretario general de Medicina.
Otro punto que arrastró discusiones: el pedido estudiantil de que el orden de la asamblea contemple, como primer punto, la reforma del estatuto de la UBA. Si bien no fue aprobado como punto inicial –la mayoría del consejo cree que el proceso electoral debe concluir con las reglas vigentes–, sí se aceptó incluir la apertura de ese debate en el temario. Igual, la asamblea es soberana y puede aceptar o rechazar la sugerencia. La última disputa de la sesión sobrevino cuando los alumnos exigieron, reiterada e infructuosamente, saber quién sería el responsable del operativo de seguridad. Algún consejero sugirió que serían el rector y el decano de Medicina. Pero Jaim Etcheverry fue claro: “No voy a asumir la responsabilidad”. “Hacemos responsables a las autoridades de la UBA y al gobierno nacional de lo que pueda suceder cuando los estudiantes nos movilicemos por la democratización y para impedir que un cómplice de la dictadura sea rector”, dijo Agustín Vanella, de la FUBA.
¿Podrá sesionar la asamblea? Aunque ayer se percibía mayor optimismo entre los impulsores de Alterini, nadie se atrevía a asegurarlo. Algunos temían una gresca entre estudiantes, adentro, o con el personal a cargo del vallado, afuera. Y se analizaban alternativas. “Si hay un consenso de la mayoría de los asambleístas, podemos encontrarnos en la esquina y, si no nos dejan entrar, irnos todos juntos a otra facultad”, sugería un consejero. Mientras, los decanos del espacio de centroizquierda que postula a Alberto Kornblihtt lamentaban que no se hubiera buscado un acuerdo político con todos los sectores para ir hacia el cuarto intento de elegir rector.
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