Miércoles, 21 de junio de 2006 | Hoy
Por Juan Sasturain
Desde la casa
Estos terceros, últimos partidos en los grupos clasificatorios del Mundial, cuando ya hay equipos que “han pasado” y están en octavos y otros que “están ahí” o, en su defecto, que no tienen “nada que perder”, se prestan para la recurrente suspicacia. Sobre todo cuando se enfrentan equipos cuyos intereses pueden llegar a ser coincidentes en detrimento de un tercero o cuando está en juego la posible “elección” de la ubicación final en el grupo. Así se oye que éstos no van a querer (porque no necesitan) ganar, que a aquéllos les conviene empatar o que éstos zafan de los otros si pierden y salen segundos...
La suspicacia, un equívoco y moralmente pobre remedo de la sagacidad y de la inteligencia, es una de las enfermedades endémicas criollas. Y es grave. Es cierto que aquí se han dado largamente las condiciones para que prolifere el crudo “piensa mal y acertarás”, pero dónde no. A la hora de elegir, prefiero incurrir en los pecados y los errores derivados de los excesos de credulidad, o de confianza. Y por una razón muy simple: si pienso mal es probable que espere/desee que algo malo (una deslealtad al juego, por ejemplo) suceda para confirmarme que tengo razón. Sé que es muy rebuscado, pero de algún modo razono así. Hay un paso que va del saludable escepticismo al cinismo militante. En lo particular, no pienso darlo. Es que este tipo de especulaciones no suele quedarse ahí, claro, sino que en tanto implica la defensa de supuestos intereses/desintereses propios, tiende a proponer conductas y actitudes: “A Argentina le conviene salir...” o “A Argentina le da lo mismo que...” Y ahí es cuando todo se distorsiona. Porque a Argentina lo único que le debe convenir, siempre, como a cualquier equipo, es ganar. Lo demás es mierda.
Hoy contra Holanda ninguno de los dos “ponen todo” y está bien porque están clasificados y deben reservar fuerzas para octavos. Pero está claro que quienes jueguen lo harán a ganar, más allá de pensar en Portugal, México o Angola como rivales posibles. Lo creo y, sobre todo, lo deseo. Sin embargo, hay un antecedente bastante inmediato de sospechosa agachada nacional, y con esta misma conducción: la pálida derrota ante Uruguay en el último partido de las Eliminatorias. Me dio vergüenza.
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