Viernes, 14 de julio de 2006 | Hoy
DEPORTES › EL PENSAMIENTO DE JULIO GRONDONA
En la intimidad asegura que los que se postulan “no saben nada”. Y aunque dice querer convencer a Pekerman de que se quede, no comparte sus decisiones.
Por Gustavo Veiga
Cómo Julio Grondona y su grupo más íntimo de colaboradores decidirán la sucesión de José Pekerman supone un problema, aunque no es el único. El presidente de la AFA sabe que, nunca antes, se topó con una situación semejante: ninguna de las opciones que se mencionan lo convence. Ni siquiera la que sugiere la continuidad del técnico renunciante. A su llegada al país hizo declaraciones de molde que no se compadecen con sus verdaderos pensamientos. Estos últimos quedaron en Alemania y los reflejó en un encuentro con periodistas argentinos del que se enteró Página/12 por una circunstancia casual. Durante esa improvisada reunión, se quejó de todos los entrenadores, incluido el que condujo al seleccionado en el último mundial. “No saben nada”, disparó. Entre otras críticas, puntualizó que Lionel Messi no fuera titular y no jugara ni un minuto en el partido decisivo contra el equipo local. Sin embargo, siempre pragmático, el dirigente resolverá en soledad de qué modo sigue esta historia.
Unos días antes de que Italia le ganara la final a Francia por penales, Grondona se encontró con un grupo de enviados especiales en Alemania. Los jugadores argentinos ya estaban de vacaciones y el también vicepresidente de la FIFA todavía no se había sacudido todo su fastidio por la eliminación. “Ninguno sabe nada”, dijo refiriéndose a los técnicos que se mencionan o se autoproclaman como candidatos para el puesto que dejó vacante Pekerman. El hombre sabía que conversaba con periodistas y que sus dichos, más temprano que tarde, se verían reflejados en una interpretación sobre lo que vendrá o en una nota como ésta. Que sólo pretende describir cómo Grondona no cree en ninguna de las alternativas que se le presentan. Y es muy posible que demore la decisión por un tiempo indefinido, con una transición liderada por Hugo Tocalli.
“Tenemos que estar preparados para escuchar a todos porque todos pueden tener la oportunidad de la Selección”, declaró el miércoles, apenas pisó Buenos Aires, aunque, se sabe, los candidatos para el cargo escasean. Incluso el DT al que le confió hace doce años las selecciones juveniles que condujo con tan buenos resultados, perdió puntos en su consideración. Grondona no comprende aún cómo resultó posible que Messi –el mejor futbolista argentino según él– no integrara el equipo contra Alemania y tampoco entrara durante aquel partido de 120 minutos. No entiende cómo Esteban Cambiasso fue el volante elegido para aguantar una victoria que se desvaneció cuando Miroslav Klose cabeceó al gol a 12 minutos del final. Ni la contradicción entre haber apuntalado a Juan Román Riquelme en todos los encuentros anteriores, menos uno: el que definía el pase a semifinales aquella tarde del 30 de junio en Berlín.
Fastidiado por las presiones que recibe para inclinarse por un técnico o por otro, a la novia de esta historia, esa Selección Nacional que como buen padrino no dejaría en manos de cualquiera, le tiene que conseguir un pretendiente a plazo fijo. El 16 de agosto, dentro de poco más de un mes, hay un partido acordado con Sudáfrica. Los seis encuentros anuales que la AFA dejó en manos del consorcio ruso Renova ahora son un corsé para la decisión que debe tomar. Pero, además, nunca antes le había sucedido algo parecido. Cuando, en 1982, César Luis Menotti no tenía más plafond para seguir con el seleccionado, Carlos Bilardo lo reemplazó en un santiamén. Se descontaba su contratación por los éxitos deportivos que había logrado con Estudiantes y porque se imponía un cambio de 180 grados. Al irse aquél tras el subcampeonato de Italia ’90, la designación de Alfio Basile –fogoneada por el ex presidente de Racing, Juan De Stéfano, y porque el actual DT de Boca no tenía oposiciones serias– decantó muy rápido. Y otro tanto sucedió con la llegada de Daniel Pa-ssarella, quien reencarnaba el orden que venía a sepultar el presunto libertinaje de Estados Unidos ’94.
La historia de los últimos años es más conocida. Llegó Marcelo Bielsa, quien nunca convivió en armonía con Grondona, y después Pekerman. Los dos le renunciaron bajo distintas circunstancias. Carlos Bianchi tampoco le aceptó el cargo cuando estaba en su apogeo. Quizá por eso, Don Julio se hartó de los técnicos. Aunque debe encontrar uno como quien busca un plomero antes de que el baño se tape.
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