Viernes, 14 de julio de 2006 | Hoy
EL MUNDO › DESIGNO EMBAJADOR EN PARIS A SAMPER
No cayó nada bien en Washington que eligiera para un alto cargo diplomático a un ex mandatario con la visa cancelada por sus vínculos con los narcos.
Por Mercedes López
San Miguel
A poco de ser reelecto, el liberal Alvaro Uribe no se muestra tan buen alumno de George W. Bush. Esta semana el presidente colombiano desafió al gobierno norteamericano al designar embajador en Francia al ex mandatario Ernesto Samper, a quien Washington le había cancelado la visa por sus vínculos con el narcotráfico. A Washington la designación no le causó ninguna gracia, pero mantuvo silencio mientras la reacción llegó de parte del embajador colombiano en Estados Unidos, el también ex presidente Andrés Pastrana, sucesor de Samper. Pastrana, un defensor a ultranza del Plan Colombia de lucha antinarcóticos, renunció a su cargo de embajador en cuanto supo que Samper iría a París. “Esto cambia radicalmente la política de Colombia”, dijo Pastrana al presentar su dimisión. La presión hizo que Samper diera marcha atrás y desistiera de aceptar el nombramiento en París que tanto había buscado, complicando la estrategia de Uribe para darle a Francia un lugar protagónico en el proceso de paz. “Lamentablemente, la actitud un poco ciega del ex presidente Pastrana va a frustrar esfuerzos como este, que se hubieran podido hacer en Francia por el intercambio humanitario”, declaró Samper desde París a Radio Caracol.
El ex presidente de corte liberal también acusó a Pastrana de “chantajear” a Uribe, al renunciar argumentando una “imposibilidad moral” para defender ante la Casa Blanca su designación en París. Sin dudarlo, Uribe aceptó la renuncia de Pastrana y designó como nueva embajadora en Washington a la canciller Carolina Barco. El Departamento de Estado norteamericano, cuidándose de respaldar a Pastrana sin parecer intervencionista, dijo a través de su vocero que esperaba de Barco, que tiene nacionalidad americana, “unas relaciones tan buenas como las que teníamos con Pastrana”. El agotamiento del Plan Colombia y un Partido Conservador sin líderes pudieron pesar en la decisión de Pastrana. También, una Colombia más tendiente a diversificar las relaciones internacionales. Así, Uribe no logró juntar en su gobierno a dos ex presidentes que polarizan la opinión pública colombiana. Pero quitó un granito de su alineación con Estados Unidos. El presidente oscila: no deja de apoyar el Tratado de Libre Comercio con Washington, pero también hace acuerdos energéticos con Caracas.
El nombramiento de Samper para embajador en París puede entenderse por su papel en el intercambio humanitario que no ha podido consensuar el gobierno de línea dura de Uribe con la principal guerrilla, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Samper dijo a esta periodista en agosto 2003 –a principios de la gestión Uribe–, que estaba trabajando en un acuerdo humanitario e insistió en que “se devuelva a los secuestrados”. Uribe esperaba que ese papel diera piso sólido a Samper en Francia, país que tiene especial interés en el tema desde hace cuatro años, cuando fue secuestrada la entonces candidata presidencial de ciudadanía francesa, Ingrid Betancourt –quien sigue en cautiverio–. Samper mantiene un enfrentamiento con Pastrana, al que le ganó la presidencia en 1994. Este último le envió al gobierno de entonces unas cintas como pruebas de su acusación a Samper de que había recibido dinero del cartel cocainero de Cali. Aquél fue el inicio del Proceso 8000, el más importante caso judicial sobre los nexos entre los políticos y las mafias locales, en el que se demostró que los hermanos Rodríguez Orejuela, jefes del Cartel de Cali, inyectaron seis millones de dólares a la campaña de Samper. Este fue absuelto de culpa por el Congreso alegando que no sabía de ese dinero, pero varios de sus colaboradores fueron condenados a prisión. Washington le retiró la visa.
Entre tanto nombramiento y “noes” de Samper y Pastrana, Uribe puso la mira en su ex embajadora ante Naciones Unidas, María Angela Holguín, quien le había estructurado su programa de política exterior en la campaña de 2002. Ella tampoco aceptó. La vacante parisina sigue vacía.
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